En esta nueva oportunidad la oposición exógena tiene como excusa defender la Constitución chavista, sin embargo la Constitución, como institución, le es indiferente pues nunca la respetan, sea la de 1999, sea la 1961, sea la de la primera república o la de la república que sea; es lo propio de las oligarquías. …Y ¿por qué una excusa? Porque necesitan un argumento que parezca democrático para continuar con su eterna conspiración: para derrocar ahora al gobierno de Maduro; pero mucho más importante que eso, para sacar a Chávez del corazón de los chavistas, a los chavistas, por supuesto: seguir jodiendo a los más pobres y cagarse en el alma de la clase media aspirante y desquiciada.
Esta verdad tan grande como el Sol debería darnos una idea de lo que significa convocar a una constituyente para cambiar una Constitución que casi no se ha usado, al menos con el rigor y en su totalidad revolucionaria, por el gobierno de Maduro. Y de forma burguesa y aprovechando sus ambigüedades, por el lado de la oposición exógena. A los primeros, le ha servido la C para gobernar haciendo muchas cosas de rutina sin faltar a sus artículos, porque son conductas administrativas y de gobierno aprendidas desde hace tiempo; y ahora para convocar a una "constituyente". Y a los segundos para invocar el artículo 350, y últimamente para todo lo relativo a las competencias de los poderes públicos, en especial a las competencias del poder legislativo.
El actuar conforme al mandato constitucional no depende de la ley escrita, en caracteres negros sobre el papel blanco, como sería hace tiempo el mandato de las Escrituras sobre los fieles en la edad media. Respetar la constitución, en una revolución, es una conducta, una práctica social revolucionaria, de cambios, o acostumbrada a ellos, que se hace al tiempo compromiso social en una Constitución, más que un pacto o acuerdo social, donde participan todos los individuos, toda lo sociedad. Pero de hecho eso no existe aquí. Todavía ronda en las mentes el espíritu del pacto social.
Es muy poco lo que nuestra sociedad tiene internalizado de los mandatos constitucionales, por ejemplo, la costumbre de ir a votar en cada convocatoria a elecciones. Pero como sociedad, se violan a diario sus disposiciones, no con la intención de violarlas (eso lo hacen así más bien los gobiernos, los Empresarios, los Jueces, etc. que se cuidan unos con otros de ser acusados de violarla) sino porque la sociedad no ha modificado en casi nada sus prácticas sociales de siempre desde que se modificó la constitución del 61. La idea de Chávez fue comenzar, con una nueva Constitución, el proceso de llevar a cabo una revolución pacífica, hasta el punto de no retorno; sin cambios "violentos" sobre la clase o clases hegemónicas.
Pero una revolución así necesitó de una vanguardia más preparada política y espiritualmente. Una revolución necesita de una vanguardia que exprese en su conducta los valores del individuo que se desea para la nueva sociedad que se quiere. En esto está la fuerza de la revolución cubana, en las prácticas de vida que se impusieron a la ley. En el caso de Chávez, es evidente que no hubo una vanguardia que compartiera una vida de lucha, solo unos cuantos años de conspiración. Y de ese grupo, parece ser que solo Chávez cargó con el alma y la voluntad de la revolución, de la cual todos los demás solo sabían hablar y repetir sus palabras e ideas como loros. La diferencia está en que en Cuba esa vanguardia pudo ocuparse de administrar el Estado y educar a la población con una uniformidad de criterios políticos y éticos, es decir con valores revolucionarios compartidos comprobados en la lucha. Y en Venezuela no. Chávez se gastó solo, pensando y actuando por casi todos.
A los chavista nos correspondía seguir la idea de Chávez, de hacer una revolución pacífica desarrollando lo escrito en la Constitución, es decir, desarrollándola en las prácticas políticas y sociales; en las maneras de hacer y de pensar, en la crítica y la rectificación, hablando con la verdad.
No es posible saber cuánto sirve una ley, una disposición constitucional si no se aprovecha a fondo, como es el caso de la democracia participativa y protagónica. Esta norma constitucional ha debido ser la base para cambiar el sistema electoral, de uno clientelar a un sistema de elección de representantes más honesto, hecho desde las bases. Es imposible hacer realidad una democracia participativa y protagónica sin cambiar el sistema electoral en su totalidad, sin dejar a un lado las elecciones universales; había que olvidarse de las alcaldías como organizaciones ejecutivas municipales, olvidarse del famoso situado constitucional etc., cambiar una constitución empieza por cambiar una conducta social aprendida desde mucho tiempo.
Pero lo que sí lleva hace rato una conducta social consolidada es todo lo referente a los procesos económicos. Por eso es ahí, en ese pedazo de la constitución, donde resulta más fácil frenar la revolución "por mandato constitucional".
Lamentablemente la constituyente, aupada desde el gobierno, sugiere cambios en aspectos muy domésticos, los cuales solo se harán realidad de verdad, a través de la voluntad política, en las prácticas políticas y no por un mandato constitucional. El que sea constitucional la Misión Vivienda no obliga a ningún gobierno a construir viviendas. Casi todos estos cambios en la Constitución son innecesarios por la misma razón antes expuesta, porque la ley la hace una voluntad y no una letra muerta. Para esas demandas tan particulares existen las leyes orgánicas, los decretos presidenciales, las leyes habilitantes etc.
Pero donde los cambios si van hacerse efectivos, sí van a ser prácticos, potenciando algunas prácticas sociales ya instaladas en el país, va ser en las habilidades capitalistas para hacer su voluntad. Esta parece ser la verdadera razón para cambiar la Constitución, dar seguridad "constitucional", o sea, legal a los inversionistas extranjeros y a los empresarios nacionales ¡Al gran capitalismo pues! Que no se puedan revertir los convenios y contratos firmados con las empresas que ahora están en el Arco minero y en las nuevas asociaciones y empresas mixtas de la industria petrolera, y en las Zonas Económicas Especiales. Y seguimos hablando de soberanía e independencia…Qué arrechera!