Los pütchipü´ülii (portadores de la palabra) wayuu: poder y contrapoder a partir del mundo indígena.
RESUMEN-AMOTSAJIA
Na pütchipü´üliikanairua: ainkiaa eejee ke´ipoloojiraaya sünainjee tü wayuupüleewaakalü.
Esteban Emilio Mosonyi
ANUANA
Después de mucho esperar llegó por fin el momento de recibir el tan anhelado y merecido título de "Patrimonio Inmaterial de la Humanidad" para nosotros los pütchipü´ülii –portadores de la palabra- como otro triunfo más enmarcado en el "Diálogo entre Culturas". Es una verdadera satisfacción para nuestros pueblos que todavía sufren una atroz discriminación; hasta se nos atribuye la causación de todo lo malo que sucede en Venezuela, cuando no de la crisis planetaria.
"El pütchi" wayuu –la palabra en su máxima expresión- representa un gran poder dentro de la Guajira, pero también constituye un "contrapoder" en nuestra realidad tan convulsa por razones internas del pueblo wayuu, mas sobre todo por el dominio ejercido sobre nosotros desde las sociedades mayoritarias que nos rodean y la mala aculturación que esto nos produce, en vez de armoniosas relaciones interculturales como debiera ser. Y estamos seguros de que prontamente se fortalecerá la tan anhelada interculturalidad, en buena parte gracias a nuestra actuación y desempeño como portadores de la palabra wayuu, un verdadero contrapoder frente a los abusos de poderes externos que todavía pretenden asfixiarnos a veces, sin comprender ellos mismos cabalmente lo que están haciendo.
En nuestra Guajira –de ambos lados de la Frontera Binacional- ya estamos desplegando nuestra labor organizativa en diferentes dimensiones –económica, social, cultural, espiritual, lingüística- de nuestra muy compleja realidad. Como grata herencia de milenios anteriores, estamos ahora en capacidad de mejorar la situación de nuestro pueblo originario y lo estamos realizando con mayor dedicación. Mas no es esto lo único que podemos y sabemos hacer. Ofrecemos igualmente nuestros servicios de sano contrapoder constructivo para todo el país, para toda Venezuela, hoy envuelta en contradicciones y problemas muy severos, a cuya solución deseamos contribuir con la mejor intención y la forma más límpida y transparente.
Süchikijee a´atapajaa soo´upünaa ka´apüin sükua´ipa ka´iirua antüitpa joolu´ukana´aya wanee anüliee kee´ireekalü ma´in oo´ulakaa anaawalajia wamüin münaka "Pütchipü´ülii wayuu, süwashirüin saa´inrujutu wayuujirawaakalü". Shia wanee ayalerawaa soo´omüin wane´eya younatajaairua sa´aka wayuukua´ipa eejee alijunakua´ipa. Talatashaana ma´in waya sütuma, aka na wayuukanairua müliainyülia waa´in sünainjee tü aleralaa mojushala´ata alijunaje´ewalü. Kaa´inraraliisa´a waya wayuukana, naashin kajuya alijunayuu, tü amojulawaa sükua´ipa woumain Venesueela wanaa sümaa sümüliala süpüshua´ale´eya mmapa´akalü eepünaale shia. Alawaa ti´a ee müsia a´ülüjaa sümaa e´ralaa wayumüin, mochoojokolü o´uu tü shiimüinkaa sünainje´eree watta saalii juya.
Anashaanasü ma´in tü pütchipü´üwaakalü. Shia wane ainkiaa mülo´usü sulu´u woumain Wajiirü, eere maimain kasachiki sükajee nnojolüin joolu´u pansaain wakua´ipa ya´yaa. Akatsa´a tü mojushaanakalü ma´in shia tü kayuupünaakalü waa´in natuma na alijunayuu kepiakana piamale sa´atajee sülüjale woumain ouka maimashaanakana naya woulia wayuukana. A´wanajaasü sükua´ipala wayuu na´akajee sümaa amojujaain otta amülouin woulia maima kasa anasü, maima kasa kajutusu. Nnojotkalaka wekirajiraain wayakana wayuu sümaa alijuna, sünain kasakalüirua ee jeketüin ouka jalouin süpüla anaatirawaa kataakalü wo´u wapüshua´a sümaa kapülainjirawaa ee waneejatüinya´asa. A´yataweena waya soo´ujee ti´a sümaa watsüin eejee waa´in süpüla anaatiraa sükua´ipa kasa Wajiirulu´u sütamüinre´ee.
A´yataashii waya pütchimaajanakana sulu´u woumain süpüla wama´anajatüin tü kasa cho´ujaakalüirüa ma´aka saa´in tü wüinkalü, tü apainkalüirua eere wapünajüin, a´yataaleeirua namüin wayuu, ekirajüleeirua eere shi´itaanüinjatüin wayuunaiki eejee sükua´ipa wayuu pansaa sümaa alijunaiki ouka alijunakua´ipa, shiiyajia wayuu otta alijuna ee müsia wane´eya kasa soo´omüin, shii´iree katsüinjatüin wayuuwaa maleichi maa´aya. Alu´usa´a watijüinya´asa akaaliijaa wawalayuu alijunayuuya´asa kepiajiraashii ya´yaa woumainru´u Venesueela wanaa wamaa, süka kapüleein ma´in joolu´u tü kataakalü o´uu woumainru´u Venesueela, oo´ulaka müsia anashaanain ma´in sa´anasia watijiairua süpüla maima kasa anaatiriaa sükua´ipa sümüliala alijunaakalüya´asa. Jalian wayuu, jalian waya wapüshua´ale´eya wapüleeruamüin waneepia.
Poder y contrapoder en la Guajira y toda Venezuela
I
Una vez difundido nuestro papel como pütchipü´ülii en la Guajira y el resto de Venezuela, expliquemos con algún detalle el significado de los términos poder y contrapoder, con miras a nuestro trabajo presente y futuro. En nuestra tierra –como en la mayor parte del mundo indígena- el poder está bastante bien repartido, especialmente en zonas todavía no sujetas a una intensa aculturación. No estamos hablando de un total igualitarismo –esto no existe en ninguna parte- sino de una obvia tendencia a la horizontalidad del poder; es en este punto donde más diferimos del mundo occidental demasiado verticalizado y tajantemente dividido entre quienes mandan y quienes obedecen. Allí reside justamente nuestra mayor contribución al rescate de la humanidad.
Incluso el concepto "cacique" le queda algo desproporcionado a una comunidad wayuu tradicional. Un "a´laülaa" es primordialmente un tío materno y un personaje sabio con cierta edad a cuestas, todo lo cual se desprende de la etimología de la palabra. En varios sentidos él es un orientador, un iniciador, un guía, inclusive un jefe en tiempos difíciles. Pero él normalmente no "manda", no "dispone" en forma coercitiva, sino que comparte de manera dialógica su mensaje con todos los miembros de la comunidad, la cual se reúne cada vez que se presenta la necesidad o lo exige la problemática local. Allí intervienen en forma activa absolutamente todos y todas, siendo más escuchados los ancianos y ancianas en virtud de sus más amplios conocimientos y experiencias adquiridas.
Pero todos hablan, todos intervienen, incluyendo a los y las jóvenes, a los niños y niñas con madurez suficiente para opinar. Al mismo tiempo todos son escuchados, respetados y tomados en cuenta. Es así como se producen los acuerdos en torno a cada tema sujeto a discusión: lo inherente a la agricultura, al ganado, al comercio, a las tierras comunales, a las relaciones con los vecinos y los criollos, la educación y la salud. Todo lo referente a la administración pública –tanto de Venezuela como de Colombia- en tanto esta atañe a la vida individual y colectiva de los wayuu. Las decisiones importantes se toman unánimemente luego de agotadas todas las discusiones, en las que prevalece una total libertad de expresión, ya que cada cual interviene a su libre albedrio y es escuchado/a sin discriminación alguna, por lo menos en circunstancias normales o medianamente adecuadas.
Así se constituye la tendencia general, que se cumple en estos o similares términos para la mayoría de los casos. Pero como somos seres humanos y nuestra especie es imperfecta –especialmente bajo el peso de una aculturación opresiva y represiva ya hace siglos- esa horizontalidad se quiebra con cierta frecuencia y entonces surgen situaciones que deben ser remediadas. Lo que ocurre con mayor frecuencia es que una persona o un grupo familiar o de otra naturaleza o incluso una comunidad entera pretende atribuirse más poder de lo que les corresponde, con lo que suele estallar un conflicto, que puede acarrear –como bien se sabe y está ampliamente documentado- graves consecuencias relacionadas a menudo con la división de nuestro territorio entre dos fuertes Estados y sociedades limítrofes.
Es ampliamente conocido –y a esto se debe la distinción y reconocimiento que hoy se nos otorga- que en tales casos es el portador de la palabra, el pütchipü´üiwayuu, figura emergente desde el fondo de los tiempos, quien toma la batuta y mediante una normativa extensa, lógica, sabia y muy sofisticada hace lo posible –a petición de las partes- por restablecer el orden y la armonía; y generalmente lo consigue de manera ejemplar, ejerciendo una jurisprudencia dotada de ingenio y sabiduría. Originalmente el portador de la palabra representaba un contrapoder frente a cada individuo o colectivo que pretendía acumular un poder arbitrario y excesivo, que amenazaba con romper el equilibrio del conjunto; pero con el tiempo el propio pütchipü´ü se consolida como poder constituido, en armonía con otros personeros y sectores de cada comunidad, provistos de cierta relevancia.
De esta manera, existe hasta hoy en la Guajira –y últimamente viene recuperando más fortaleza gracias a los mismos pütchipü´ülii ya más organizados, por la fuerza de las circunstancias- un cúmulo muy dinámico de poderes y contrapoderes; lo que en fin de cuentas logra mantener un equilibrio, una solidaridad y una ética colectiva que ha permitido y sigue proporcionando nuestra copertenencia como pueblo, a pesar de tantas dificultades y carencias que todos conocemos. La raíz de este milagro histórico de nuestra estabilidad identitaria cultural, comunal y regional, estriba ultimadamente en el concepto y valor actuante de la participación protagónica plena y decisoria que nos impregna como sociedad –también a muchos otros pueblos indígenas- y seguramente nos conducirá a un hermoso futuro.
II
Este tipo de participación protagónica es precisamente lo que no se ha logrado en los países occidentales, aunque algunos lo vienen intentando como es el caso de Venezuela. Pero hay en el Occidente Planetario y sus zonas de influencia tanto Estados como otros tipos de sociedades que siguen siendo extremadamente renuentes a conceder un grado mínimo de participación en los asuntos públicos a sus pueblos, a sus ciudadanos, a sus mayorías y minorías. Allí, el que manda manda; y los demás, a obedecer se ha dicho, bajo la amenaza de severas medidas represivas. La Revolución Bolivariana, el Presidente Chávez de manera particular, ha constitucionalizado la participación protagónica y otros derechos colectivos, pero en la práctica aún nos falta mucho para que ello se convierta en una realidad cotidiana.
En algunos lugares se viene revocando la poca participación lograda por la población general, al instalarse verticalismos absorbentes, el dominio a veces asfixiante del estamento político; además del predominio continuado de las élites y falsas élites económicas, militares, mediáticas, religiosas, académicas y otras más, pero cuyo conjunto -como dijimos al principio- no suele rebasar un modesto 10 por ciento de la población o hasta menos. Si queremos sobrevivir como países, como Estados, como humanidad en su sentido mucho más general y amplio, incluso como Planeta ante la perversión de los daños bélicos y ambientales, tendremos que darle lugar mucho mayor a la participación universal protagónica, a través de una vasta red de poderes y contrapoderes descentralizados, de una manera análoga a como ocurre desde siempre en las sociedades originarias.
Es urgente, es imprescindible sincerar esta participación tan desatendida como necesaria. Evidentemente, no basta con poder votar en una serie de elecciones inclusive democráticas, para instalar a las autoridades de los poderes públicos. Ni siquiera es suficiente organizar asambleas y referendos que se limitan siempre a ciertos problemas y asuntos específicos, sin trascender a la conducción del país en toda su compleja dinámica, tanto concreta como de mayor abstracción. Para ello hace falta empoderar realmente a la población, comenzando con la consolidación y articulación de sus numerosas organizaciones –comunales, sindicales, gremiales, estudiantiles, culturales, deportivas y tantas otras- en verdaderos contrapoderes, capaces de dialogar en calidad de interlocutores eficientes con los distintos exponentes de los poderes constituidos estatales y de otra índole.
En este momento coyuntural e histórico la institución de nuestros portadores de la palabra wayuu podría presentarse exitosamente como contrapoder extremadamente importante y significativo, llevando al conjunto de la venezolanidad mensajes muy variados de su larga experiencia identitaria y cultural autóctona y originaria, fortalecida por la resistencia y la más reciente resiliencia. El mundo mestizo-criollo tiene muchísimo que aprender del modo wayuu de solucionar conflictos, respetarnos mutuamente de verbo y en los hechos, profundizar en los infaltables problemas, aterrizar con las ideas tan frecuentemente volátiles, aprender a convivir y querernos con nuestras diferencias, enaltecer y perpetuar un mundo de valores, enorgullecernos de nuestro rico patrimonio sin despreciar a los demás. Y sobre todo, aprender a vivir de nuestra inteligencia y nuestro trabajo en lugar de chuparnos la sangre de la Madre Tierra y destruir la Madre Naturaleza.