Desde que el Papa Francisco se convirtió en la máxima autoridad de la iglesia católica comenzó una verdadera agonía en lo más alto del vaticano; ningún otro Papa se había atrevido a enfrentar, como Francisco, los casos de pedofilia denunciados contra muchos sacerdotes. El que se atreviera a formular una denuncia, desaparecía; llegó este Papa reformista y comenzó enfrentando las grandes mafias, tanto de la corrupción en el Vaticano como del abuso por parte de quienes están al servicio de Dios para proteger a los más débiles y no para violar a niños y mujeres que buscan su auxilio.
Los enemigos de Francisco se ubican en las iglesias fascistas, y no en las iglesias que apoyan la revolución evangélica del Papa.
Francisco llegó a Roma despojándose de la mundanidad de la Curia Romana y abriendo las puertas de la Iglesia a los que habían sido alejados de ella, los mismos a los que Jesús había dado sus preferencias.
Quizás Francisco acabe devorado por quienes prefieren a la antigua Iglesia del poder romano, centrada en la burocracia más que en el evangelio; pero lo que sí es seguro es que éste Papa ha dejado huellas que nadie podrá borrar, siguiendo los pasos de Jesús de Nazaret, no importándole morir en honor a la justicia y la verdad.
Francisco se negó a ser una copia de los antiguos emperadores romanos, ha creado un terremoto en la Iglesia descolocando su eje de poder. A una Iglesia que hasta ahora había sido fundamentalmente europea, le dijo en su primer saludo que estaba llegando "desde muy lejos", llegaba de los barrios del mundo y conocía toda la sinverguenzura de sus colegas; y tuvo la osadía, ya en aquel primer momento, de no limitarse a ofrecer "urbi et orbi", la tradicional bendición papal; pidió a los presentes en la plaza de San Pedro que también ellos "bendijeran al obispo de Roma", casi una herejía; renunciando a los palacios pontificios, se fue a vivir a una sencilla residencia para sacerdotes, y allí sigue; no solo por alejarse del antro que significa la residencia papal sino también porque sabe que muchos cerca de él lo quieren muerto; incluyendo en este caso a la gran mayoría de los sacerdotes venezolanos, y a los radicales de la oposición, luego que USA y otros países reconocieran a Guaidó como Presidente de Venezuela, el Papa dijo: "sería una imprudencia pastoral y haría daño ponerse de la parte de unos países o de otros". Luego de esto sectores opositores comenzaron a mostrar imágenes donde Jesús de Nazaret azotaba al Papa, pidiéndole que reconociera a Guaidó.
Solo esperamos, por el bien del pueblo venezolano que estos demonios se aplaquen; y aquellos que Diosdado llama "tibios", refiriéndose a "miembros de la revolución" que están calladitos como si este rollo no fuera con ellos, para no salpicarse, sean descartados de plano de las posiciones gubernamentales o políticas que ocupan.