Un viajero inglés, aunque en realidad pudo haber sido de cualquier parte del mundo, hace muchos años quiso conocer a quien se consideraba era uno de los personajes más sabios de la tierra. Movido por tal deseo emprendió el recorrido hacia las montañas de la India y después de una larga travesía que culminó con la escalada de una escarpada montaña llegó hasta la casa donde vivía el susodicho sabio. Al entrar, se encontró con un hombre sentado en el piso, con la casa totalmente vacía sin ningún tipo de muebles, ni cocina, ni electrodomésticos, ni nada. No se aguantó y tan pronto como pudo le preguntó: - ¿Cómo es posible que pueda vivir así sin muebles? A lo que el sabio le contestó: - ¿Y por qué usted no ha traído sus muebles durante el viaje? Y obtuvo como respuesta: - Porque nada más estoy de paso. Y el sabio le respondió: - Bueno yo también sólo estoy de paso en esta vida.
Muchas veces, en la cultura que nos ha tocado vivir, de una manera u otra a las personas no se les prepara para entender esto. Tal cuestión conduce a que muchos individuos lleven su existencia como si su permanencia en la tierra fuera a ser definitiva y eterna. Los medios de comunicación, en parte, con su oda a la riqueza, al goce del momento, la belleza de los cuerpos y la sobre valoración de las apariencias sobre cualquier otra cualidad personal, en cierta forman también contribuyen a crear una especie de amnesia respecto a lo efímero de la vida. Por otra parte, políticos que se aferran a sus cargos y sistemas de gobierno que parecieran no entender la temporalidad del poder y de las cosas, también incurren en este olvido pensando que su momento nunca pasará.
Tiene que aparecer una pandemia como la del coronavirus para que mucha gente comenzara a dejar de preocuparse por cosas que antes parecían importantes y entender que la vida puede depender de la presencia o no de un factor tan exógeno e inesperado como éste.
Si habrá elecciones o no en Venezuela y cuándo serán no pareciera ser un tema que a mucha gente le interese ahora. Si el actual presidente es o no legítimo seguramente ya será un tema que no amerite mayor preocupación ahora. Si tenemos uno o dos Asambleas Nacionales, o si habrá béisbol en la próxima temporada, y así sucesivamente se pueden enumerar muchas situaciones más, pueden ser asuntos que puedan parecer secundarios ante la emergencia de salud que se vive.
Muchos abogan para que la vida trate de llevarse lo más normal en la media de lo posible. Algunos son partidarios de ocultar información o, peor aún, promover la desinformación. Lo cierto, sin embargo, es que nadie escapa a esta realidad que se está viviendo y que pone en peligro a buena parte de la especie humana.
Conscientes de esto son muchos entonces los que se acuerdan, ahora sí, de elevar sus plegarias al cielo rogando que se consiga una pronta cura para este mal. Paradójicamente, cuando el país no se encontraba afectado por esta situación, muchos de esos mismos que ahora ruegan, un tiempo atrás hubieran hecho todo lo posible por anular políticamente, moralmente, económicamente e inclusive, si fuera necesario, físicamente a quienes consideraban sus adversarios políticos o que no estuvieran de acuerdo con sus ideologías o incluso que tuvieran un estatus económico diferente, o un color de piel distinto.
Entonces ¿para qué se quiere que se acabe el coronavirus? ¿Para que haya elecciones y seguir gritando fraude? ¿Para seguir deseándole lo peor al adversario político o al que tiene más plata o es pobre? ¿Para seguir odiando al que por una razón u otra es diferente a nosotros? Quizás el coronavirus contribuya de ahora en adelante a poner un poco a equilibrio a estas pasiones, pero sobre todo lo más importante es que la gente nunca olvide que nuestro paso por este mundo es tan solo un viaje y que, como dijo el sabio, nada más estamos de paso.
