Arrancaron de nuevo los discursos altisonantes, de quienes se consagrarán como abstencionistas perpetuos. Ha dicho Manuel Rosales, desde su auto exilio en Miami, que “El nombramiento unilateral de los miembros del CNE a través de la AN ilegítima, atenta contra la voluntad del pueblo y su derecho a elegir”. A pesar de que ahora el ex presidente nacional de Un Nuevo Tiempo, Enrique Márquez, es el vicepresidente del nuevo CNE.
También ha salido al ruedo, el “presidente” (e) de la república, señalando: “Como creerle a Jorge Rodriguez. Acaba de hablar de nuevo del camino electoral, luego de imponer un CNE”. Sin tomar en cuenta que el ahora Rector del ente comicial, Roberto Picón, en tiempos de la MUD, fue su asesor electoral, y en 2017 Maduro lo hizo su prisionero, acusándolo de traición a la patria y rebelión militar.
No hay nada nuevo en estas aseveraciones dadas por Guaido, Rosales y quienes dentro del G4 se aferran al abstencionismo. Estamos en presencia de la reiteración del mismo error, que ha cometido un sector de la oposición, desde los tiempos de la plaza Altamira: El Vanguardismo; es decir, la suplantación de la institucionalidad democrática, expresada en sus tiempos constitucionales y la voluntad del elector.
Que debemos hacer ante esta nueva disyuntiva. Quedarnos callado la boca, porque de verdad ahora sí vendrá el peor aislamiento internacional a Maduro; y con ello, se cumplirán los objetivos prometidos hace más de 2 años o atrevernos a dar el debate en el seno del G4 y toda la oposición, para que sin caer en el extremismo participacionista ni en el abstencionismo, se busque una salida, que le rompa el aislamiento a las fuerzas del cambio.
El artículo 296 de la Constitución, establece que el Directorio del CNE estará integrado por cinco rectores principales, cada uno tendrá dos suplentes y tomará sus decisiones con al menos tres votos favorables. No vamos empantanar el debate sobre la legalidad o legitimidad del poder electoral, donde de los 5 rectores principales 2 no son del PSUV y de los 10 suplentes 4 no son del oficialismo.
Tampoco vamos a incurrir en tapar el hecho cierto y tangible, de que Nicolas Maduro, es quien tiene las llaves de Miraflores; y que, en este mes de mayo arriba a la mitad de su segundo periodo presidencial. Este nuevo CNE tiene el reto de liderar y conducir las elecciones de gobernadores, alcaldes, legisladores y concejales. Además del referéndum revocatorio, las elecciones presidenciales del 2024 y la próxima elección de la futura AN.
Con cual CNE debemos ir a unas elecciones, que nos permita a mediano plazo salir del régimen autoritario, ilegítimo y antidemocrático, de quien desde hace 9 años nos gobierna de forma real y sin encargaduría alguna. Pues bien; es evidente que no será con el CNE al cual, la extinta Asamblea Nacional, aún con las 2/3 partes de sus miembros a favor del G4 no lo nombraron.
Este CNE con su presidente Pedro Calzadilla, en representación del gobierno y, su vicepresidente Enrique Márquez, resguardando los intereses de toda la oposición y de todos los venezolanos con derecho al voto universal, directo y secreto, tiene la responsabilidad histórica de implementar los mecanismos, administrativos, jurídicos y constitucionales para que Venezuela salga de una de sus peores crisis políticas.
Con este CNE, la debida observancia internacional y la vigilancia mesa a mesa de nuestros testigos electorales, estamos obligados a iniciar el proceso de reconquistar los espacios perdidos en las gobernaciones y alcaldías, parlamentos regionales y concejos municipales.
Con el nuevo CNE los factores democráticos podemos empujar al país por el camino del referéndum revocatorio. Lo otro seria; aferrarnos al condicionismo inútil, que nos estrellará de nuevo contra el muro de la abstención, donde continuará Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, Jorge Rodriguez y Padrino López, a buen resguardo, con el favor de quienes persisten el error de alejar al venezolano del voto.
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