Sabías qué. José Tomás Boves, aun siendo asturiano y hombre de brega en el llano guariqueño, cuando se produjo la ruptura con el imperio español, de inmediato mostró simpatía por aquella gesta libertaria; pero algunos comentarios, quizás indebido, provocó la ira hacia quien era un próspero negociante de la comarca.
El Juez de Calabozo, un tal Briceño, le desbarata su posición de comerciante: lo procesa y es encarcelado a la espera de lo peor que pudiera ocurrirle. Afortunadamente lo libera el teniente realista Antoñanza que toma de improviso la ciudad de Calabozo.
Aquellos improperios recibidos injustamente hacen que Boves se transforme en el enemigo más temible y sanguinario de Venezuela en toda su historia. Este hombre hecho a la usanza del llanero bravío, en agradecimiento a su libertador Antoñanza, se enrola en las fuerzas realistas y se convertirá en el azote de la Segunda República.
El 17 de junio del año 1814 el Taita Boves, con su ejército de criollos, zambos, negros y pardos, en su entrada triunfal a Valencia, arresta a los hermanos Medina; y con ellos, monta desde el Cerro La Cruz, un terrorífico espectáculo, jamás olvidado por los valencianos hasta el día de hoy.
En aquel cerro, para atemorizar a los mantuanos, Boves, organiza una fiesta brava, donde toro y matador van a ser representados por los hermanos aprehendidos. Finalizada la faena, envía un emisario con una propuesta de paz, donde jura cumplir las normas del armisticio.
Además, para honrar la palabra empeñada, invita a la sociedad valenciana a un baile de gala. Nadie faltó esa noche, quizás pensando que era mejor asistirle a la invitación, que hacerle pensar que la ausencia podía ser la justificación de represalias por semejante desaire.
Boves, fue el anfitrión de esa velada terrorífica. Brindaba y sonreía con las damas presentes. De pronto, ordenó separar los hombres de las mujeres, y al ritmo de aquellas tonadas y joropos llaneros, al frente de la casa donde se realizaba el ágape, los patriotas fueron lanceados y fusilados.
En medio de aquella matanza, tocaron un Piquirico de los que más le gustaba al León del Llano, como solían decirle al terrible asturiano. Este es otro saber republicano.