El respaldo nuclear, la velocidad hipersónica, la rapidez táctica del operativo militar ruso y la defensa de la población civil con los corredores humanitarios; rompió en pedazos el poderío y la moral imperialistas euro-norteamericano, y afianzó a los rusos el primerísimo lugar en el inicio de un nuevo orden internacional.

Las cosas, a partir de la derrota imperial en Ucrania, propinada por los rusos, están dando un rumbo diferente a la alabada globalización post-soviética. Pues, aunque Biden, a pura rajatabla quiere situar a los derrotados como creadores de un nuevo orden mundial, hay hechos reales que van en la dirección opuesta a los clamores del presidente; como los siguientes: la perspectiva negativa del dólar, la desmoralización militar de la Otan, los gastos militares exorbitantes de la Casa Blanca, que ya empiezan a ser cuestionados por legisladores republicanos, la profundización de la inflación y el efecto dañino de las sanciones en los consumidores.

Pues las empresas vendedoras de armas, de petróleo, gas y otros, norteamericanas han incrementado jugosamente sus ganancias. A estos les conviene prolongar la guerra. Este orden de ganancias a costa de la bien propagandizada guerra en contra de Rusia y a favor de Ucrania. Es el nuevo orden que quiere impulsar Biden.

Biden dijo que la OTAN está más fuerte y unida que nunca; sin embargo, declaran que no enviarán tropas a Ucrania y Biden afirmó que, si la otan envía tropas a Ucrania, Estados Unidos los apoyará; pero, nadie tira la primera piedra. ¡Que fuertes y unidos parecen! Lo que se expresa son las órdenes de Washington, que nadie quiere cumplir.

El nuevo orden anunciado, sin plan ni proyecto, es el de ayudar a prolongar guerras, que otros han desarrollado, para aprovechar los negocios militares, energéticos y financieros y, en el terreno militar, salir indemnes de los conflictos. Conducir estos procesos es la ilusión hegemonista de Biden.

Mientras en la realidad, Rusia va cobrando cuerpo y estructura. Ha comenzado a definir posiciones respecto a las presiones de occidente. Miremos: la condena a 9 años de prisión del prooccidental Alexei Navalny. Cortar el diálogo de paz con Japón y exigir pasaporte para viajar a las islas curiles. Poner en duda y en examen las relaciones diplomáticas con Estados Unidos, aclarar el carácter baladí del diálogo de ucrania con Moscú, la derrota de batallones nacionalistas, el desarme de Ucrania, el freno a la agresividad militar euro-norteamericana, la sustitución de los Mc Donald por Tio Vania, construir su propia flota de aviones de pasajeros, trabajar en la independencia financiera en relaciones bilaterales con monedas de otros países, el caso rublo-yuan con China, rublo-rupia en India y la utilización del rublo con Viet Nam y En esos intercambios comerciales que son muy grandes, ya no cuenta el dólar.

Si hay algo nuevo es, sin ninguna connotación peyorativa, es comprender el error de las élites políticas de la derecha ucraniana de querer acercarse a la Otan y menospreciar las prevenciones de seguridad expuestas hasta el cansancio por el Kremlin. También es nuevo, poder observar en los europeos, la desesperación y el temor a los rusos, derivados de la incertidumbre de lo que les podría suceder si deciden enviar abiertamente tropas a Ucrania.

¡Hoy para que! dijo la lora, si ya me llevó el gavilán.

Lo nuevo es que Rusia, militar y moralmente, puso coto al dominio que Washington y Europa han mantenido por siglos sobre la humanidad. Esta redención humana ha comenzado, ese es el nuevo orden. No tener miedo.

Tampoco son los rusos los bomberos que van a andar apagando fuegos en todo el mundo, pero su sacrificio, su odisea, da a la humanidad, otra vez, la posibilidad moral de la redención.

El mito de la omnipotencia imperialista occidental, está destruido.