Cuentan los que cuentan historia que los primeros cronistas llegados a estas tierras de Lago y Palmeras, vinieron en los mismos galeones españoles, ingleses y alemanes que traían a los fieros conquistadores, piratas, bucaneros y corsarios que, a los ruidos del filoso metal, ladridos de perros y relinchos de caballos nos conquistaron.
Allí están los textos hoy en día conocidos como las Crónicas de Indias. Fray Bartolomé de las Casas y otros escribanos como él, nos dejaron esa curiosa mixtura de historiografías, ensayos, letras narrativas de ficción, poesía épica y libros de viaje, como los mejores testigos de este choque de cultura, odios y amoríos generadores de la mixtura étnica que hoy somos.
Quien se presuma de cronista sabe que tiene en sus manos la tarea más hermosa, misteriosa y enigmática. Deletrear el tiempo pasado y presente para que las generaciones del futuro puedan encontrar en ellas las fuentes del conocimiento profundo y coloquial de la cotidianidad de su pueblo.
Pensar que el Cronistas "oficial" debe ser un cargo de confianza de un alcalde o el cuerpo edilicio, sería un craso error. La Misión del Cronista va más allá de la temporalidad del cargo asumido, porque ella implica afán de continuidad permanente y porque en cada comunidad, pueblo, ciudad y país siempre habrá quien esparce sus crónicas, cuentos y narrativas para delite de quien las disfruta.
Cronistas siempre ha tenido Maracaibo. Los de reciente data como Kurt Nagel Von Jess, quien, aunque llevaba toda esa enredina de nombres y apellidos era mas maracucho que la Bélgica Alpina y la Quinces Letras. Otro Cronista al que siempre hemos de recordar por su partida inesperada y por todo lo que le dio al Zulia y Maracaibo fue el Maestro Julio Portillo.
Por último, y aunque nos dejará al inicio de la década de los años cincuenta tenemos al gran Juan Besson nunca quien siempre será referencia obligada con su "Historia del Estado Zulia" en cinco tomos, publicada en el año 1943.