Quien destruyó el socialismo, merece algo más que un voto de abstención

Como si desmontar un proyecto económico político fuera poca cosa, no solo para los venezolanos, sino también para Latinoamérica; quien desmontó el socialismo y calló por la muerte del fundador de esta maravilla social, dentro de un mundo agotado por el pesimismo y la picardía imperialista, merece que no solo se vote por abstención, sino, darle una patada en el culo para sacarlo del poder.

Al cotejar, realistamente los acontecimientos y las oportunidades políticas que ha abierto el descontento y movilización popular en Venezuela; se puede traducir con toda claridad los sentimientos del pueblo: y el significado de este fenómeno social que conmueve el suelo político electoral es, que el pueblo demanda el cambio de este gobierno.

De esta manera el problema social se transforma en un suceso político de connotaciones trascendentales, relativas a la toma del poder.

Eso es una cosa seria, no es cuestión de panfletos, sino de militancia política y social; esto lo tiene bien claro la derecha tradicional, la derecha madurista; pero, no los chavistas revolucionarios.

Estos últimos piensan que con hacer un llamado a la abstención en aporrea, el pueblo responderá entusiastamente a cumplir ese anuncio. Esto está por verse.

Las dos derechas saben la realidad del poder. Maduro, lo entiende muy bien y sabe que el poder se conquista y se preserva con la fuerza militar, el dominio de todos los órganos del Estado ejercido sobre el pueblo. Y las justificaciones ideológicas divulgadas públicamente.

De eso están tan claros que, independiente de los resultados de las elecciones, ellos anunciaron públicamente que "ganarán por las buenas o por las malas". La otra derecha, lo entiende tan bien, que después de las limitaciones, anulaciones, inhabilitaciones y persecución judicial, (con razón y sin razones) avanza con cautela dentro de la legalidad y subsumidos en el descontento popular hacen muy activa la insatisfacción pública.

El enfrentamiento de las dos derechas pone en movimiento dos recursos: el madurismo cuenta con el poder del Estado a su favor; Edmundo y Mariacori han logrado acercar las masas descontentas a su indefinida plataforma pública, para dar la impresión que tal propuesta pluridimensional obedece a las múltiples demandas antigubernamentales del pueblo.

De tal manera van las cosas, que el proceso eleccionario está adquiriendo un tono de lucha que se expresa políticamente como un conflicto entre el Estado y el pueblo descontento. No entre Maduro y Edmundo-Mariacori, que son la misma cosa.

En ese tipo de conflicto se refleja el trabajo sutil de la derecha tradicional que puede esconder al lobo con el ropaje del descontento popular, con el cual se lava las manos de su historia reciente de violenta contra el chavismo.

Y sin lugar a dudas, también Maduro realiza su guion, desde las "bayuncas" actuaciones propagandísticas y el uso judicial efectivo de los poderes del Estado, sosteniendo la astuta tesis, de que el Estado está amenazado por el terrorismo y la violencia magnicida; por lo cual, la única forma jurídica de mantener la seguridad del Estado, es apoyando al Gobierno y su líder; dado que estas entidades (gobierno y presidente) han tenido la capacidad de descubrir, derrotar, detener y prevenir con la inteligencia del Estado, todas las anteriores y futuras tentativas de violencia antigubernamental.

Esta excepcionalidad operativa, no da lugar para actividades políticas subversivas, que amenacen la estabilidad del Estado.

Allí está lo esencial del momento actual, para respetar el "Estado de Derecho" es necesario someterse a las reglas, leyes y la Constitución. Este es el verdadero poder que asusta a líderes comunales, sindicales, gremiales, políticos y escritores opositores.

De aquí, que Maduro se coloca descaradamente detrás del poder del Estado para afirmar que ganarán las elecciones, por las buenas o por las malas. Y la otra derecha se esconde entre el descontento popular, pretendiendo dar una cara buena, cuando su historial reciente ha sido muy violento y anti chavista.

De esta manera, las clases dominantes, las dos derechas, han pretendido hacer del proceso electoral un evento alienante, que minimice y aleje al pueblo descontento del verdadero conflicto entre el Estado y el pueblo, creado por Maduro y su gobierno.

Dicho de otra manera, al convertir el proceso electoral en un evento "votativo," es decir, que depende estrictamente del voto, se oculta electoralmente el terror estatal, la hipocresía de los políticos derechistas y se aliena la aclaración de la causa real de la situación crítica y de descontento de la mayoría de venezolanos.

A pesar de todo, y en específico de los intentos descarados por explicar la crisis económica social como producto de las sanciones y del sabotaje terrorista, más el agregado optimista de presentar el proyecto económico político neoliberal como la balsa de salvación. Ese tema lo ha sostenido Maduro, en una reunión reciente con alcaldes "independientes" de la oposición, en la línea de abrir un diálogo por la paz. En la reunión estuvieron presentes alcaldes de los estados Táchira (oeste), Anzoátegui (este), Cojedes (oeste), Guárico (centro) y el dirigente político opositor Carlos Prosperi. (algunos alcaldes que según ellos han sido amenazados de muerte) y ex miembros de la MUD y AD. Maduro ha agradecido el apoyo brindado a su candidatura y prometió también, iniciar un diálogo nacional un día después de las elecciones. Habrase visto semejante sofisma. Para no ser muy mal hablado.

En dicha reunión Maduro resaltó: "En Venezuela no se va a imponer el odio, la intolerancia y la violencia (...) En Venezuela se va a imponer la paz, el entendimiento de una nueva época de prosperidad integral",

Sin embargo, ese planteamiento contrasta con la situación del pueblo y los miles y miles de chavistas, que actualmente sufren las consecuencias dañinas del desmontaje del socialismo, del establecimiento de un vulgar neoliberalismo, y que simultáneamente sobrellevan la desalmada persecución.

Es precisamente de esa realidad que viene el sentimiento social, no muy tranquilo, de descontento dirigido hacia el causante de sus males.

En consecuencia, el conflicto abierto y creado por Maduro, pero, disimulado por la derecha tradicional, entre el Estado neoliberal y el chavismo revolucionario, es la esencia que orienta y dirige el proceso electoral.

Ese conflicto es el que las clases dominantes, las dos derechas, pretenden ocultar y enajenar en el proceso eleccionario; usando como dijimos, los taimados argumentos de que el Estado está amenazado por el terrorismo y la violencia criminal magnicida. Y que para salvar de la violencia al gobierno y a Venezuela, recientemente han incorporado a sus argumentos, la creación de un frente de paz con líderes de la oposición independiente.

Buscando apoyo electoral entre ellos mismos, lo que consiguen es provocar más alienación promoviendo un pacifismo baladí como contraparte a la violencia.

Esa es la manera más efectiva de justificar oficialmente, su práctica legalizada de la violencia, en su lucha feroz contra el chavismo original; de esa manera se puede sostener sin lugar a dudas que, quienes han utilizado la violencia, el odio y la intolerancia generalizada, han sido los órganos judiciales, y de inteligencia del Estado.

Esas formas deshumanizadas de tratar a la oposición chavista y a otros no chavistas, la han realizado durante más de una década, con todo el respaldo operativo y legal de los órganos pertinentes del Estado. Los violentos son ellos, la Venezuela que pretenden reconstruir los chavistas, es la Venezuela socialista; pero, bajo esa alienación de los procesos políticos y la persecución del chavismo, la tarea está difícil, pero hay esperanzas.

Aclaratoria. Cuando en otros artículos hablé de camarón que se duerme, los cojones y la historia; sin connotaciones peyorativas, la intención era, sacarles trote militante y abrir la discusión sobre la necesidad de acercamiento de distintas tendencias. Eso de lanzarse a la calle a tirar rayos era parte de la demanda de operatividad. Se de los problemas de seguridad que esto arrastra. Saludos.



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Memo Fernández


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