Procesos básicos por conocer, conocernos y sanarnos: La estructuración psíquica del yo

La estructuración psíquica del yo es un proceso clave en el desarrollo humano, y sus bases se encuentran en las primeras interacciones madre-hijo y en las funciones de su manejo que se refiere por una parte, al cuidado físico y sostén que da la madre, y por otra la presentación de objetos, que se refiere a la vinculación del niño con los objetos, que siendo inicialmente una relación de unidad con la madre, luego se va diferenciando.

El manejo maternal, que incluye el cuidado físico y emocional, permite al infante desarrollar la personalización, es decir, la integración entre cuerpo y psique por lo que, la relación madre-hijo y las experiencias tempranas, son de vital importancia.

Así, la madre proporciona al niño una sensación de omnipotencia al satisfacer sus demandas. Gradualmente, mediante el proceso de ilusión-desilusión, la madre ayuda a diferenciar el yo del no-yo (el no yo es la madre) y a establecer el principio de realidad, reconociendo los objetos como externos y no parte de sí mismo.

En este proceso, el vínculo entre el niño y los objetos pasa de una relación de fusión con la madre a una diferenciación progresiva, lo que facilita el autocuidado y la autonomía emocional.

El principio del placer es la que sostiene al Ello, la instancia más primitiva, proviene de lo heredado, lo constitucional y es totalmente inconsciente. El principio del placer es uno de los procesos psíquicos primarios, quizás el único, al comienzo del desarrollo. Y Expresa su insatisfacción con llantos, gritos y pataletas.

El principio del placer se va desvaneciendo como protagonista del desarrollo dando espacio al principio de realidad.

Con el principio de realidad va emergiendo el yo, intermediador entre la realidad externa y el interno principio de placer y el ello. El niño adquiere la capacidad para diferir el placer y dominar el exceso pulsional, adquiriendo mayor autonomía y aceptar la separación de sus objetos infantiles.

Así el yo emerge, interactuando entre el principio del placer y el principio de realidad. Luego vendrá el superyó, que es instaurado por la resolución del complejo de Edipo, cuando el niño logra la ligazón con el padre y hay una gran renuncia a la madre. Desde el punto de vista de quien esto escribe está vinculado al principio de autoridad. Esta renuncia edípica ejerce funciones normativas y protege al niño ayudándolo a integrar las reglas sociales y culturales, que serán manejadas por el súper yo, que hace el papel de la madre o el padre en la mente del niño.

Sin embargo, si el superyó es demasiado severo, puede desencadenar agresión hacia el yo, dificultando la regulación emocional y el autocontrol, y si hay un fracaso en esta transición puede generar fragilidad del yo, dificultando el control de impulsos y fomentando agresividad.

El ambiente familiar positivo juega un papel crucial, ofreciendo protección, confianza y una base para las relaciones sociales.

Por otro lado, junto a la violencia primaria que ejerce la madre mediante la separación, la cual es estructurante del yo y conteniendo los requerimientos de la cultura, hay lo que se llama la violencia secundaria, proveniente del entorno familiar o social, que ataca al yo y que puede dañar gravemente la estructuración psíquica del niño, generando traumas que afectan el desarrollo del self, (la conciencia de uno mismo, la individualidad,) anulado y enajenado de su identidad, por lo que el yo desarrolla diversos mecanismos de defensa.

Un ambiente protector fomenta la capacidad del niño para controlar impulsos destructivos y desarrollar autonomía y empatía hacia los demás.

De una manera muy resumida he presentado el proceso de desarrollo del yo de todos nosotros en la niñez, el cual no es fácil de entender. Hay que recordar que el principio del placer, el principio de realidad y el principio de autoridad, nace con la persona y se desarrolla hasta que esta muere. Todos están integrados, uno no es independiente del otro, y tienen un solo objetivo, nuestra supervivencia airosa, individual y social. También generan las tendencias sádicas o masoquistas, destructivas o constructivas que se manifestaran en la vida social y personal.

De su buen desarrollo debe cuidar no solo la familia sino también la educación, con un sentido práctico, ya que ella debería estar centrada en el desarrollo de la personalidad, en la cual los conocimientos y la formación son un elemento.

NOTA: Todo este material es el resultado de resumir un capítulo de la tesis doctoral, de la doctora Eva María Esparza Meza "Los síntomas del TDAH, sólo la punta del Iceberg". Todos los errores son míos. Aclaro que no pude trascribir el amor con que ella escribió su material.



Esta nota ha sido leída aproximadamente 545 veces.



Oscar Rodríguez E


Visite el perfil de Oscar Rodríguez E para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes: