La izquierda es muy sensible al tema. Lo asume en sus contenidos sociales y rechaza, obviamente, la represión. Para la derecha, en cambio, su vocación simplificadora la lleva a dejar de lado lo social y a postular como alternativa la represión.
En otras palabras, lo que para la izquierda es política para la derecha es poder de policía.
El ejemplo está a la vuelta de la esquina con los candidatos que compitieron por la presidencia de Francia: la socialista, Royal, alertó a los franceses acerca del peligro de votar por el candidato de derecha, Sarkozi.
El exministro del Interior, represor violento de inmigrantes y jóvenes de los suburbios de París, encarna una visión que, según ella, acentuará la confrontación social y generacional con graves consecuencias para la nación. Pero el electorado francés decidió el discurso de la derecha. Optó por el planteamiento liberal en lo económico y autoritario en lo social. Veremos quien, en definitiva, tiene la razón.
La realidad nacional. ¿Cuál es la situación en Venezuela? Nadie puede dudar que la inseguridad es tema prioritario y que, pese a la tremenda gravitación que tiene sobre los venezolanos, ricos y pobres, no hay claridad a la hora de encarar el fenómeno. Aún más: la confusión alimentada por la inhibición del liderazgo –tanto del gobierno como de la oposición– se agudiza aceleradamente. Hay el reclamo sostenido, patético, a todos los niveles, y hay el miedo extendido por todo el país. Pero esos sentimientos no se traducen en políticas coherentes, bien articuladas y sustentables.
La impresión es que se impone la improvisación. En el sector público los planes antidelictivos se elaboran y luego se desechan. Cada funcionario tiene su propio criterio y no se respeta lo elaborado por el anterior; por tanto, no hay continuidad ni seguimiento. Y en el sector privado no existe voluntad de indagar sobre las verdaderas causas del problema y priva el pesimismo.
¿Qué hacer? No tengo manera de incidir en tan complejo tema, aparte de plantear la urgencia de debatir en torno a él.
De demistificarlo sin complejos y colocarlo en el centro de una discusión esclarecedora, con aportes diversos y con la participación de todos los sectores.
Pero quiero dejar sentado que al gobierno le corresponde la mayor cuota del esfuerzo. El gobierno es motor, y Chávez, con su excepcional dominio de la comunicación, está obligado a ubicarlo en su agenda.
Al igual que la salud, la educación, la economía en general, la inseguridad tiene que ser caballito de batalla para él.
No hay que abordar el tema con aprehensión ni atendiendo a anacrónicos criterios ideologizantes. Hay que hacerlo con voluntad de asumirlo plenamente. La lucha contra la inseguridad no puede ser tema del manejo exclusivo de la derecha. La izquierda no puede regalarle su tratamiento a la derecha, entre otras razones porque está ha demostrado que su enfoque del fenómeno siempre fracasó. La represión nada resuelve. Tampoco ayuda confinar al sólo dato social el tratamiento del problema.
El desafío. El desafío para la sociedad y el Estado es cada vez mayor. Hay estudios que indican que la inseguridad creció en el país más de 6 puntos, y si bien es cierto que hay especulación mediática y politiquera no lo es menos que los hechos delictivos conmueven a la ciudadanía. La realidad es que la vida nada vale, y lo confirma la manera como mueren a diario venezolanos y extranjeros en una tala siniestra. El delito no está unido, fatalmente, a la miseria. Su origen tiene otras motivaciones. Si en Venezuela la pobreza descendió durante el gobierno de Chávez en más de 30%., obvio que la pregunta es, ¿por qué tanta inseguridad? Por hoy prefiero no abundar sobre el tema. Tan sólo decir que hay que derrotar fantasmas, falsos diagnósticos, dogmas apolillados y evaluaciones equivocadas.
Recordando que "la verdad es hija del tiempo y no de la autoridad", como decía el Galileo de Bretch.
jvrangelv@yahoo.es