Es éste uno de esos temas que hacen caer caretas. Que todo el mundo diga lo que tiene que decir sin titubeos. Seamos sinceros, digamos nuestras verdades cada quien.
Hay una serie de prejuicios contra la reelección presidencial sin límites expuestos por la oposición y la derecha internacional que nos ataca constantemente. Pero son esos mismos personajes los que dan un ojo por fotografiarse con el Rey de España, por ejemplo, quien ejerce la jefatura del Estado desde hace cuatro décadas. Para ellos las monarquías europeas son democracias perfectas que debemos imitar. Ridículos. Ignorantes.
Ignoran sobretodo nuestras realidades históricas concretas. Nuestras naciones fueron desestructuradas desde su nacimiento por haber estado siempre atadas de forma esclavizante a los intereses de las metrópolis. Consecuencia de ello, no desarrollamos un esquema productivo autosuficiente y, muy por el contrario, nuestro aparato económico obedece a necesidades exógenas de suministro de materia prima, energía y mano de obra baratas. No establecimos modelos educativos soberanos y liberadores, sino, esquemas atrasados reproductores de esas relaciones de subordinación. Crecimos demográficamente deformados en el territorio, sin oportunidad de aprovechar todas las potencialidades nacionales, todo por servir a un sistema económico internacional injusto que nos condenó a ser gente portuaria con un Estado rentista y una burguesía parásita. Por eso el cambio no se hará en dos días.
Entonces lo que está en juego es un proyecto de país para una nueva humanidad, de allí que la disyuntiva entre devolverle todo el poder a la soberanía popular o mantener los formales dogmas burgueses de la representatividad y la alternabilidad, los revolucionarios no dudamos en resolverla a favor de lo primero. Y lo primero es la voluntad mayoritaria del pueblo. Que sea el pueblo en soberana consulta nacional quien determine quitar o no los límites temporales a la elección presidencial.
Otro elemento trascendente y demoledor de ambages, inmanente a este debate, es el de la personalidad histórica. No nacen todos los meses líderes populares con rango histórico. Chávez ha representado esa posibilidad de un gobernante que ve mucho más allá de sus soluciones personales de prestigio o riqueza. Ha asumido con aspiración de historia la conducción de nuestro pueblo hacia estadios superiores de vida colectiva e individual basados en los valores del amor por el conocimiento y el trabajo creativo. El concepto de Patria, entendido como la noción de pertenencia a un territorio, un pueblo, una cultura, una historia, ha desatado una poderosísima fuerza política, capaz de emprender tareas heroicas que transformen definitivamente la vida nacional. No hay otro liderazgo con esas cualidades en el horizonte. Patiquines politiqueros ambiciosos sobran, pero esos estorban.
La reelección adquiere en esta encrucijada histórica, trascendencia continental. Nuestra revolución, lo sabemos, es para toda Indoamérica y El Caribe. Aquí no se discute una simple alcaldía o una gobernación, eso no trasciende de lo pequeño, lo parroquial. Estamos hablando de consolidar un liderazgo histórico para la gran confrontación de esta era, cual es: imperio o humanidad.
Porque cuando modifiquemos el Artículo 230 de la Constitución devolviendo todo el poder a la soberanía popular para elegir presidente a cualquier ciudadano sin límites temporales, estaremos tomando nuevo aire en esta contienda universal contra el imperialismo, para que renazca la humanidad.
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