Irreverente, testarudo, nada convencional, brillante, humano, solidario, sensible, honesto, severo, pero sobre todo justo. Esas eran las principales características de Ernesto "Ché" Guevara, quién en octubre de 1967 fue arrancado de este plano de la lucha por la canalla cobarde imperialista para ocupar un lugar quizás más difícil pues se trata nada más y nada menos que de ser el paradigma del hombre nuevo, del revolucionario.
El Ché, cuya imagen ha sido convertida en pieza de consumo, parafraseando a Benedetti, era un rebelde con causa. Su hermoso rostro, sus bigotes y barba al descuido, su traje de campaña, raido y gastado por el uso, su boina negra, su estrella, su tabaco y su pronta muerte lo hicieron un icono. Muchos lo convirtieron en fetiche, y el mercado mundial en un aliado para aumentar sus dividendos.
Pretender imitar al Ché es relativamente fácil, sencillo, lo que se dice una papaya. Pero ser como él, sentir como él sentía, amar como él amaba; tener la conciencia que tenía; atreverse a andar por los caminos que escogió y renunciar a todo lo que pudiera corromperle no es nada fácil, pero tampoco es una quimera.
El imperio ha estigmatizado a los grandes hombres y mujeres que han luchado por la justicia social; colocándoles en un pedestal imposible de alcanzar, como hicieron por mucho tiempo con Bolívar, para convencernos que jamás podríamos ser como ellos. Al fin y al cabo, los héroes nos los pinta Hollywood con capa, antifaz o de rubia cabellera, largas y hermosas piernas.
Para el Ché no había excusas posibles que le impidieran batallar para hacer la revolución, que era su prioridad. Tenía fe en la humanidad y por ella fue capaz de dar la vida.
El guerrillero heroico como también se le ha llamado estaba totalmente convencido de que no se podía hacer concesiones al enemigo que identificaba claramente. Creía en la unidad del pueblo en contra del imperialismo yanki, pero el Ché sabía que había enemigos internos como aquellos que alimentan y sostienen el burocratismo y la corrupción.
Por ello cuando escuchamos hablar acomodaticiamente del Ché; decir que su ejemplo está vivo en cada uno de los revolucionarios o en aquellos que dicen serlo, nos preguntamos ¿si el Ché viviera qué estaría haciendo dentro de la revolución bolivariana? La respuesta para mí sería: haciendo revolución dentro de la revolución.
Ernesto Ché Guevara, estaría trabajando al lado de la gente que más lo necesita; organizando los concejos comunales; recuperando empresas; luchando en contra del latifundio; denunciando la muerte de nuestros campesinos; armando al pueblo con conciencia de clase; radicalizando el proceso como lo ha pedido el líder, Hugo Chávez. Y estoy segura que sería muy incómodo para muchos que viven de la revolución en lugar de llevarla en el corazón para morir por ella.
Sería antipático para los reformistas, quienes "hacen" la revolución con las herramientas del capitalismo; limpian "por donde pasa la novia" y en lugar de impartir el antibiótico adecuado para curar el mal recetan cápsulas rellenas de chocolate.
No nos imaginamos al Ché, por ejemplo, conduciendo una Humer; comprando costosos carritos de colección; con una guaya de oro colgada del pecho; construyéndole a su madre una costosa vivienda con piso de mármol italiano o gastando millones en un Dutty Free; participando en fiestas sospechosas; mucho menos pagándole a su mujer un implante de silicona, ni siquiera en cómodas cuotas.
El Che estaría permanentemente del lado de la justicia. No vendería su dignidad por un bozal de arepa, a costa de sus camaradas. Sería un enemigo del "quítate tu pa´ponerme yo" . Estaría en permanente autocrítica, descubriendo y exponiendo los errores para aprender de ellos. No los ocultaría en una especie de chantaje "para no perjudicar la revolución ".
No lo veríamos rodeado de fornidos guardaespaldas; tirándole un portazo en las narices a los "marginales"; decorando todo el territorio con vallas abrazado a Chávez; cobrando comisión; reclutando testaferros; repartiendo las bolsas de comida a sus más allegados; haciendo turismo "revolucionario" en familia con el dinero del Estado; viviendo como "buenos burgueses" mientras el pueblo espera respuestas a sus necesidades y padece aún las consecuencias de un sistema de vida que se niega a morir para dar paso a otro que lucha por vivir. No imaginamos al Ché ignorando las instrucciones del comandante de ésta revolución. Pero sobre todo no lo imaginamos con un doble discurso. El Ché era pensamiento, palabra y acción.