El 10 de mayo de 1962, Betancourt y su Gabinete emiten un decreto suspendiendo las actividades de los partidos Comunista y del Movimiento de Izquierda Revolucionaria. El diputado Eloy Torres fue despojado de su inmunidad parlamentaria, juzgado y condenado, a sufrir prisión por el lapso de 8 años, 8 meses, 8 días y 8 horas. Son tiempos de verdaderos actos revolucionarios y se acaba de dar la revuelta cívico militar del Carupanazo. Ante esta arremetida Betancourista, Guillermo García Ponce, señala, “Nosotros nos sentimos orgullosos de que nuestro camarada Eloy Torres, pueda correr la misma suerte, que pueda correr el Capitán Jesús Teodoro Molina Villegas, o el Mayor Pedro Vegas Castejón, o cada uno de los oficiales del 4 de mayo, porque a la hora de asumir responsabilidades ante el país y ante nuestro pueblo, ni Eloy Torres, ni ningún otro puede rehuir esa responsabilidad”.
Mas adelante el 30 de Junio del mismo año el diputado Fabricio Ojeda asombra al mundo cuando desde su Curul Parlamentaria anuncia, “Es por ello, colegas Diputados, que vengo ante ustedes a expresar la decisión de dejar el Parlamento –este recinto que pisé por voluntad del glorioso pueblo caraqueño, hoy oprimido y humillado, para subir a las montañas e incorporarme a los compañeros que ya han iniciado el combate y con ellos continuar la lucha revolucionaria para la liberación de Venezuela, para el bienestar futuro del pueblo, para la redención de los humildes”. Repito son momentos de lucha y de verdadero temple revolucionario, y quizás por esta razón el mismo Betancourt también les arrebata la inmunidad parlamentaria, el 30 de septiembre de 1963, a todos los diputados “extremistas”, apresándolos sin fórmula de juicio, ni solicitudes de allanamiento de sus inmunidades parlamentarias, y encerrándolos en el Cuartel San Carlos; imponiéndoles así una “renuncia” forzosa, de las cuales jamás pidieron que se las devolviesen.
Así de simple y con la claridad estratégica del momento histórico que les tocaba vivir, ni a Eloy Torres, tampoco a Fabricio Ojeda y mucho menos a Guillermo García Ponce, ni al resto de los diputados del PCV y el MIR, se les ocurrió la “genial” idea de irse por los caminos de la “legalidad constitucional”, renunciada, arrebatada y violentada por el gobiernos, y los mismos hechos políticos del momento. Muy lejos estaban estos diputados de la conducta vergonzosa e inmoral de la actual Asamblea Nacional, quienes entre gallos y medias noches, a propósito de la Reforma Constitucional, incorporaron una disposición transitoria para restituirles la condición de diputados, a aquellos parlamentarios, que por supuesto, no salieron al combate popular y mucho menos a la guerra revolucionaria; sino, a las cómodas butacas ministeriales, las mismas, a las que por cierto un buen día también renuncio el Che.
Estas renuncias de los diputados ministros, y que hoy sus colegas parlamentarios, de forma bochornosa, pretenden devolvérselas, se parecen tanto a la misma reacción que tuvo Rómulo Betancourt, cuando el pueblo caraqueño le llenó las paredes de pintas con el famoso “RR” (Renuncia Rómulo), y este le respondió también de forma inmoral y bochornosa: “ni Renuncio ni me Renuncian”.
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