¿Reyes a estas alturas de la vida?

A estas alturas de la vida, con el avance de los pueblos, con las luchas ganadas al colonialismo y el neocolonialismo, con los triunfos ante el apartheid y otras expresiones del racismo, los éxitos de antirracismo en los Estados Unidos, el reconocimiento a nuestros pueblos originarios sus lenguas y costumbres resulta ridícula la figura de un rey, sea del país que sea. Y todavía más ridículo que ese rey se crea rey de verdad. Pero todavía más ridículo (si es que cabe tanta ridiculez en ser humano alguno) es que existan ciudadanos y ciudadanas comunes y corrientes que asuman a un rey como tal.

Los países que a estas alturas de la vida se calan a unos reyes, por muy avanzados que se pregonen, así estén en el primer mundo o más allá del primer mundo, son bien retrasados y oscurantistas; sólo de pensar que por encima del espíritu libertario del ser humano se coloque la imagen de un tipo con corona, palacio real, súbditos y toda esa parafernalia pendeja de las monarquías, uno se caga de la risa, pues no queda otra salida que la mamadera de gallo ante un señor de esos que se hace llamar rey y hasta se hace coronar y a hacer otros ceremonias similares y tan ridículas como esa.

Si bien el Camarada Presidente reaccionó de la mejor manera ante la histeria monárquica de un individuo que no sabe que un venezolano de apellido Bolívar y de nombre Simón, acompañado por una catajarra de compatriotas de la época, se cagó en las coronas y todos los oropeles de sus antecesores en el trono, no le carcajeo en la cara, bien pudo hacerlo, pues desde el 19 de abril de 1810 empezamos a dales en firme patadas en el culo a la realeza. Y escribo en firme, porque los primeros en hacer los intentos fueron nuestros indígenas, para que luego hubiese acciones anti corona como el alzamiento en armas de Juan Francisco de León, cuya revuelta tuvo lugar en 1749, los rebeldes de Panaquiere en sus acciones contra la compañía Guipuzcoana, el alzamiento en la sierra falconiana del zambo José Leonardo Chirino, definido por el Estado Español en América como un “reo de alta traición”; y le sumamos la rebelión de Andrés López del Rosario, el zambo Andresote, producida entre los años 1730 y 1733, la Rebelión de San Felipe (1740-1741), considerada como un importante precedente al 19 de abril de 1810, la Sublevación de la Ciudad de El Tocuyo en 1744, más en 1781 se dio el movimiento comunero en Mérida y también recordamos la Conspiración de Manuel Gual y José María España.

Luego de tantas acciones para patear el trasero de la Corona Española, con sus infantas, príncipes, sangresazules y demás mariconerías reales el gesto molesto, de niño malcriado, del Juan Carlos de España no es más que una morisqueta bufa. Es bueno que recuerde como le quedaron las nalgas blancas a Fernando VII desde que los venezolanos de esa época decidieron pateárselas de lo más sabroso.

Para ponerle el punto final a esta nota, coincido con la camarada Nadezca Mujica, cuando afirma que a través del lenguaje se impone la dominación; y eso lo dijo el maestro Simón Rodríguez, de allí que el propus romper con la ortografía y la estructura del idioma español como un paso gigantesco en la ruptura con la corona española. Lamentablemente, nuestros historiadores obviaron al gran maestro revolucionario para darle cabida a la propuesta colonizada y colonizadora de Andrés Bello.

salima36@cantv.net


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Pedro Salima


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