La explicación perdida

El chavismo se ha pasado la semana debatiendo sobre el asombroso resultado del referendo. Pero más que discutir sobre los tres millones de razones que pudieran haber alejado a los votantes de las urnas, han pisado el más escabroso de los escenarios: el de las acusaciones sin tregua, desmesuradas, desproporcionadas, de unos contra otros. Así no van a encontrar nunca la respuesta.

La debacle de una propuesta que se daba por aprobada fue tan catastrófica y contundente que no puede dar lugar a simples condenas contra cabezas visibles. Si un comando falla, pueden darse unos votos menos; si una gestión de un alcalde es mala, pues se pierden otros tantos; pero algo mucho más profundo tiene que haber sucedido para que, en tan sólo un año, el Presidente perdiera casi la mitad del abrumador respaldo que lo reeligió en diciembre pasado.

Creo que la más desconcertante de las sorpresas fue la sorpresa en sí misma. Una pérdida de apoyo tan estrepitosa tendría que haberse sabido desde mucho antes de llegar al acto del referendo. Los sondeos de opinión se hacen para conocer la intención del electorado. Nadie puede llegar a un proceso como ese a ciegas, plenamente confiado en una victoria que estuvo muy lejos de producirse. La oposición sí conoció de esa tendencia; supo aprovecharla hasta el final y puso todos sus cuadros a trabajar en esa dirección. ¿Nadie en el entorno presidencial, en el Comando Zamora, en los Batallones, anticipó la debacle? Esa es la peor pérdida, la de la brújula.

La crítica no puede darse unidireccionalmente porque la decepción, la frustración por la ausencia de metas personales alcanzadas; el miedo a lo desconocido del proyecto socialista; el cobro de facturas a la ineficiencia y la corrupción; la desinformación sobre la propuesta constitucional; y hasta la simple flojera, el triunfalismo y la comodidad, son actitudes que se asumen de manera individual y que encarnan una responsabilidad. El silencio también es una forma de expresión y la ausencia de tres millones de chavistas en las urnas el domingo fue una clara muestra, al menos, de una inmensa ingratitud y un enorme egoísmo. Por ahí debe empezar la revisión de cada quien.


mlinar2004@yahoo.es



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Mariadela Linares


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