En la ciencia política podría utilizarse, en algunos casos específicos, el dicho ese que dice: la salsa que es buena para el pavo, es también buena para la pava.
¿Por qué decir eso? En el departamento Santa Cruz de Bolivia, cuya extensión geográfica es de 370.621 Km2, con importantes riquezas minerales y alrededor de millón y medio de habitantes, se acaba de realizar una consulta o referéndum (o como se le quiera denominar) sobre si se declaraba o no autónomo, es decir, independiente del ejecutivo nacional para tener sus propias leyes, sus propios normamientos de vida, sus propios estatutos como región. En fin, para decidir separarse o no del resto de la nación y conformar una propia bajo el cascarón de la autonomía regional.
El resultado de la consulta o referéndum fue más o menos el siguiente: 85% dijo “Sí” y 15% dijo” “No”, con una abstención del 40%. Las reacciones no se hicieron esperar ni en el campo de los unos ni en el campo de los otros. Los del “Sí”, celebraron a lo largo y ancho de sus apetitos de separatismo, mientras que los del “No”, hicieron muestras de protestas para condenar lo que les resulta una descarada manifestación en contra de la integridad de la nación boliviana.
Los voceros del gobierno revolucionario, inmediatamente luego del resultado, salieron a expresar que la consulta había sido un rotundo fracaso para los separatistas, alegando que un 18% había votado por el “No” y un 40% se había abstenido de participar, lo que daba un 58% en contra del separatismo. Además, argumentaron que la consulta era ilegal e inconstitucional, lo que viene siendo completamente cierto. Sin embargo, no hay realismo ni profunda objetividad en los análisis de los camaradas del gobierno nacional, porque no fueron los separatistas los derrotados, sino la política del gobierno revolucionario del camarada Evo Morales. Esa es la esencia de cualquier análisis revolucionario y no la fantasía en una victoria que no es cierta.
El presidente, camarada, Evo Morales dijo: “El fracaso de esta consulta ilegal y anticonstitucional al enfrentamiento entre las familias que viven en el departamento de Santa Cruz… La autonomía debe ser para los pueblos y no para pequeños grupos…”. Ciertamente es un enfrentamiento, no entre familias sino entre las clases sociales, retando o desafiando la política del ejecutivo nacional por las autoridades del departamento Santa Cruz. Si bien es un pequeño grupo reaccionario y oligárquico quien manda en el gobierno departamental de Santa Cruz en contra del programa revolucionario del camarada Evo Morales, no deja de llamar la atención, para elaborar políticas correctas y revolucionarias, que un buen porcentaje del pueblo llano, pueblo explotado y oprimido, votó por la autonomía o separación.
Si eso no reconocemos, no podremos avanzar en dar con las causas verdaderas –para corregirlas a tiempo- que permiten que en Bolivia se lleve a cabo actos –como la consulta de Santa Cruz sobre la separación o no del resto del país-, que una revolución dispuesta a correr con todos los esfuerzos y sacrificios que implica la lucha política (interna y externa), no dejaría que se realicen. Preguntémonos, por ejemplo, si en Cuba gente de una provincia se le ocurriese la idea de hacer un referéndum para separarse del resto del país o para plantear una autonomía que desafíe al gobierno revolucionario central, ¿lo permitiría el Estado cubano? Claro, podrían alegarnos que la revolución en Cuba tiene unas características muy particulares y que en nada se parecen a las de Bolivia. Diríamos: es cierto, pero sería eso suficiente ¿cómo para permitir que en un departamento se haga una consulta o un referéndum para separarse del resto de la nación en Bolivia? Bueno, en verdad, eso sería materia de competencia exclusiva de los bolivianos y de las bolivianas, aunque ello no niegue el derecho de los ciudadanos y ciudadanas de otros países a solidarizarse con el gobierno del camarada Evo Morales. Hoy, mucho más que antes, la lucha contra el imperialismo capitalista tiene que ser más internacional que nacional para que triunfe la cause de la emancipación de la humanidad. De lo contrario, pasarán los siglos y los pueblos, en miseria, no tendrán más que contar y enterrar sus propios muertos.
Sabemos que el proceso revolucionario, en Latinoamérica, que corre –en este momento- mayor riesgo de ser vulnerado y hasta derrotado es, sin duda, el boliviano. Derrotar al gobierno del camarada Evo Morales por medios que a la luz pública parezcan legales y constitucionales –aunque en verdad no lo sean-, sería como dar una carta abierta a los señores imperialistas para incursionar, con descaro y alevosía de apariencia legal y constitucional, contra el resto de procesos revolucionarios que han despertado una nueva aurora en América Latina. Aunque, por otro lado y los imperialistas deben saberlo, sería como desatar una violencia revolucionaria en masa y definitiva por el socialismo. El imperialismo, igualmente, ha entrado en una fase de su historia en que su eclipse o extinción se evidencia cada día más inevitable en corto y no en largo tiempo. De allí, que la globalización capitalista salvaje, al concentrar en el menor número de manos o bolsillos posibles la riqueza del planeta, necesite imperiosamente fracturar Estados, debilitarlos, crear parcelas, dividir a las naciones, generar mayor número de fronteras, `para asegurarse –sin mayor oposición- su dominio sobre el resto del mundo.
Bien es cierto que el gobierno del camarada Evo Morales se encuentra en una encrucijada, casi todo se le ha hecho difícil, está prácticamente en medio del huracán. Salir ileso no es cosa fácil, y de allí la imperiosa necesidad de grandes actos y acciones de solidaridad internacional con el proceso revolucionario boliviano y con el presidente Evo Morales en este momento histórico en que el imperialismo capitalista pierde fuerzas y el campo revolucionario se abre pasos de avance. Sin embargo, está –fundamentalmente- en la propia dirigencia del proceso revolucionario boliviano limitar, rigurosa y científicamente, su análisis dialéctico a la verdad verdadera de las realidades de su país y del campo internacional, de la correlación de fuerzas –tanto interna como externa-, y partir de allí para elaborar y aplicar políticas –especialmente tácticas- correctas. Decir como lo hizo un alto funcionario del proceso revolucionario boliviano, por ejemplo, que la abstención del 40% de los votantes más el 18% de los votantes por el “No” es un triunfo para el gobierno y un rotundo fracaso para los separatistas, es hacer lo del avestruz, agachar la cabeza, metérsela entre las piernas para no darse cuenta de la verdad objetiva, esa que se corresponde directa y en vivo con la realidad. Sería tan igual que nosotros dijéramos que la abstención del 2 de diciembre de 2007 favoreció al “Sí” para la reforma constitucional planteada por el presidente Chávez. Un análisis correcto de ese 40% de abstención y del 18% que votaron por el “No” pasa, primero, por recordar los números o porcentajes que fueron reales en Santa Cruz cuando la elección que llevó al camarada Evo Morales a la presidencia de Bolivia. Luego, es necesario reconocer que ese 40% de abstención, ante una consulta o referéndum tan vital en materia de integración o desintegración de una nación, jugó un papel profundamente contrarrevolucionario, fue de una apatía más que vulgar y que confirma la resignación de un buen porcentaje de la población de Santa Cruz al peor de los esclavismos, ese que se ejecuta en ciega y fiel obediencia a los intereses del imperialismo capitalista. Fue una abstención no a favor del gobierno nacional de Bolivia, sino en contra y de paso, en oposición al programa del proceso revolucionario boliviano. Esta es la verdad, y si no se reconoce, no habrá manera de elaborar y de aplicar una política revolucionaria que vaya poniendo su acento en la solución de las causas que ha hecho posible que un 85% de los que votaron lo haya hecho por el “Sí” y un 40% de la población con derecho y deber a voto se haya abstenido; es decir, para que el proceso se gane a la mayoría de los habitantes de Santa Cruz que adversan sus políticas, neutralice a un porcentaje de sus opositores y reduzca a la mínima expresión a aquellos enemigos enconados que son capaces de recurrir a todos los métodos, habidos y por haber, para derrocarlo. Por otro lado, debe reconocerse, que la abstención es revolucionaria y sólo es justificable cuando un gobierno está deshecho, debilitado al extremo, cayéndose por el propio peso de sus atrocidades, no le quedan fuerzas para defenderse, y existe una situación política en que todo induce a derrocarlo por la vía de la fuerza para que no le quede chance inmediato de recuperación. De tal manera, que la abstención en Santa Cruz, repito, jugó un papel descaradamente contrarrevolucionario y no revolucionario.
Es necesario –y debe tenerse bien presente- que el gobierno revolucionario del camarada Evo Morales reconozca que esa consulta o referéndum se produce en Santa Cruz, porque, entre otras cosas, las fuerzas armadas de Bolivia persisten intactas al servicio de la oligarquía, del imperialismo y de los factores políticos que sirven de voceros a los intereses contrarios al pueblo boliviano. Esa realidad no existe ni en Cuba ni en Venezuela. Si en nuestro país, por ejemplo, algunas autoridades de un estado llamaran a un referéndum para consultar si se separan a no del resto de Venezuela, lo correcto sería inmediatamente intervenir ese estado, deponer esas autoridades y nombrar otras por el gobierno nacional por el tiempo que considere conveniente, ya que una revolución no puede darse el lujo que un departamento, una provincia o un estado se declare con una autonomía que no obedezca al programa esencial del Estado o gobierno nacional. La autoridad de una revolución no debe permitir la desafíen los enemigos de la libertad del pueblo con referéndum separatistas. En fin: todo gobierno, sea de la naturaleza que sea, que pierda un referéndum debe reconocer que la abstención fue su enemigo y no sumarla a sus votos para una victoria ficticia..
Lo que ha sucedido en Santa Cruz (Bolivia) es una señal, un aviso, que debe ponernos en alarma para que los procesos revolucionarios que vive Latinoamérica quintupliquen esfuerzos, fortalezcan su unidad y preparen a sus pueblos, para evitar que ese absurdo movimiento separatista se expanda en olas del imperialismo y quiera dividirnos para que seamos mejores y más fieles esclavos a su despotismo y espíritu de rapiña.