I No es fácil el pronóstico. La tendencia es a subestimar a priori al adversario. En ello incurre tanto el chavismo como la oposición. Ambos están atrapados por la desestimación del contrario. El chavismo tiene razones de peso para actuar de esa manera. Las sucesivas victorias electorales de los bolivarianos opera como un estimulante demasiado poderoso, al extremo de despreciar el episodio del 2D, cuando la reforma constitucional propuesta por Chávez fue derrotada –por escaso margen, es cierto–, lo cual no había ocurrido anteriormente. ¿Signo de declinación o simple revés? Al mismo tiempo, la oposición exagera sus posibilidades, que no se corresponden con la realidad. Pretender que una elección atípica como el referendo aprobatorio es signo de recuperacion, y además extrapolar el resultado, constituye un acto de irresponsabilidad política.
II
Apartando mi conocida simpatía política, debo decir que no veo con claridad lo que puede pasar el próximo 23 de noviembre. Ambas actitudes, tanto la del chavismo como la de la oposición, cabalgan sobre un triunfalismo que puede ser funesto.
El chavismo, no cabe duda, es una gran fuerza política. Su desgaste, luego de diez años gobernando, es relativo. Entre otras razones, por la profundidad social del fenómeno y por el carisma e incansable actividad de su líder, Hugo Chávez. Como expresión político-electoral, no tiene precedente, salvo el caso de AD en un contexto diferente, prácticamente extinguido como partido por las deplorables concesiones doctrinarias, políticas y morales que hiciera.
III
Con la oposición, no pasa lo mismo. No es una formación organizada, coherente, con un proyecto compartido de país y un liderazgo aglutinador. Son muchas sus carencias y los motivos para que no sea un adversario respetable, con probabilidades de éxito. Pero, ¡cuidado!, no hay que actuar con arrogancia a la hora de evaluar la situación. Porque la oposición no es el amasijo de partidos, micropartidos, grupos ygrupúsculos que asumen la representación de esa franquicia. La partidocracia que habla en nombre de la oposición es una minoría insignificante que, por sí misma, no representa riesgo alguno para el chavismo, mas lo que está detrás de ese tinglado sí cuenta y es lo que proyecta algunos interrogantes sobre los resultados de las elecciones de fin de año.
IV
Para ilustrar lo que quiero decir, recurro, por ejemplo, a las cifras de la última encuesta –para mí la más confiable– de la empresa Ivad, de Félix Seijas, correspondiente al lapso del 1° al 15 de julio. Chávez aparece con un sólido respaldo, aun con un leve descenso respecto a anteriores sondeos. Pero lo que hay que analizar con detenimiento son los numeritos sobre militancia y simpatías partidistas.
Es cierto que el Psuv tiene 28,2% de apoyo, cifra a que habría que sumar 3,8% del PPT, lo cual da 32% para el chavismo; mientras que los partidos de la oposición, sumados todos, tienen 19,9% (Primero Justicia, 4,7%; Un Nuevo Tiempo, 3,8%; AD, 3,8%; Podemos, 2,1%; Proyecto Venezuela, 1,9%, Copei, 1,5%; Alianza Bravo Pueblo, 0,8%; otros, 1,3%). Si uno se guía por este resultado, no habría nada que hacer: el chavismo arrasa. Pero el problema está cuando se le pregunta a la gente por su simpatía partidista: 42,8% responde que ninguna y 4,1% no sabe o no responde.
En la actualidad, es esa la situación: que 46,9% de venezolanos no se define respecto a los partidos, los rechaza, no sabe qué hacer o simplemente omite pronunciarse, por lo cual hay que concluir que el resultado del 23 de noviembre, por ahora, luce como un acertijo. A esto habría que agregar la incógnita de si el apoyo popular al Presidente es transferible a los candidatos a las gobernaciones y alcaldías.
Consejo gratis. No envanecerse. Conformar alianzas. No subestimar al adversario. Trabajar día y noche. Desconfiar de los cálculos apresurados y no creer en análisis cargados de subjetividad. ¿Qué magnitud tiene una victoria o una derrota el 23 de noviembre en términos de gobernaciones y alcaldías? ¿Quién está en capacidad de decir que tiene amarrado el resultado? ¿Hacia dónde se inclinará 46,9% de la población que hoy no define sus simpatías partidistas?
Laberinto
Hubo dos liberaciones
de Ingrid Betancourt. La primera fue en Colombia, cuando el operativo del Ejército se la arrebató a las Farc. Entonces la secuestrada, transida de emoción, elogió a Uribe, se pronunció a favor de su reelección, arremetió contra los secuestradores, exaltó el operativo militar e ignoró a Chávez...
La segunda
ocurrió en París: su discurso fue diferente. Político, sereno.
Cuestionó a Uribe, tomó distancia de él, llamó a la paz y al entendimiento de los colombianos y reconoció el importante papel del presidente venezolano en la gestiones de rescate de los secuestrados, aceptando tácitamente que lo dicho anteriormente por ella fue consecuencia del estado emocional en que se hallaba...
¿Cuál de esas dos
actitudes priva en Ingrid? ¿Se trata de un doble discurso o de una rectificación con motivo de las conversaciones que mantuvo con familiares y amigos fuera de Colombia? La conjetura es válida, pero todo indica que fue circunstancial su alineamiento inicial con Uribe y la identificación con el ministro Santos. Ingrid ha reaccionado con garra. Ha demostrado que no es manejable y que tiene un proyecto político propio. En las encuestas, aparece muy cerca de Uribe y por encima de Santos, con lo cual crece la impresión de que al antiuribismo –por esas impredecibles jugadas de la política y del destino– le surgió una opción distinta y novedosa...
"Chávez carece
de política exterior y Venezuela está aislada", dicen con solemnidad los internacionalistas de la oposición. Pero en pocas semanas, ha habido un despliegue venezolano impresionante en el mundo.
Ejemplo: reuniones con el alto Gobierno chino y vietnamita, con varios Gobiernos africanos, con los gobernantes del Caribe y Centroamérica, con Cristina, Lula, Correa, Morales, Tavaré, Ortega, Lugo, Uribe, el Presidente y Primer Ministro rusos, los gobernantes de Bielorrusia, Portugal y, por si fuera poco, con el Rey de España y Rodríguez Zapatero. Este aislamiento da envidia...
Uribe decidió incorporar
a Colombia al Consejo de Seguridad de Unasur. Hay que recordar que la propuesta del organismo la hizo Brasil y Venezuela se adhirió de inmediato. Claro, los expertos de la oposición se burlaron de Chávez. ¿Qué dirán ahora que Uribe la apoyó?...
Los países europeos
acostumbran a darle lecciones de democracia a los latinoamericanos. ¿Qué tal si acogiésemos la ley Berlusconi, aprobada por el Senado italiano, que impide enjuiciar al Primer Ministro y a otros cargos electos en las urnas?
jvrangelv@yahoo.es