Francis Fukuyama,
profesor de economía política de la Universidad de Stanford, considerado
por el “establishment” como uno de los gurús de la teoría económica
neoliberal, saltó a la fama mundial cuando en 1992 publicó su libro
“El Fin de la Historia”, donde se solazaba con la caída del muro
de Berlín, la finalización de la era soviética, explicando como el
mundo inevitablemente a partir de entonces marcharía hacia el establecimiento
de una sola corriente ideológica: el capitalismo. Para matizar su sentencia,
el catedrático norteamericano de origen japonés (1952), describe en
términos que intentan agregar un componente social a la esencia del
libre mercado como base para un desarrollo sustentable de la sociedad,
señalando a los gobiernos latinoamericanos como los más lejanos a
aplicar esta receta mágica de felicidad y bienestar. Al terminar la
guerra fría caen las barreras ideológicas que impiden que todos los
demás copiemos el “American Way of Life” preconizado por Fukuyama
como la única vía posible de desarrollo. Me imagino que por allí
se fue el presidente Menem en Argentina cuando aplicó a troche y moche
el paquete del FMI, llevando al colapso a la economía y al pueblo de
ese país, como lo hizo CAP II y sus IESA Boys aquí en Venezuela. Es
tanta la fé que tiene Fukuyama en su tesis del fin de la historia que
fue uno de los más entusiastas consejeros en recomendar la invasión
a Irak como una vía de “salvar” a su pueblo de lo que él considera
primitivismo islámico, para imponer la tesis del mercado y las instituciones
sólidas como forma de vida. Lo acompañaron en esa cruzada nombres
conocidos como Cheney y Rumsfield, quienes a la postre se convirtieron
en los protagonistas y beneficiarios (por recibir los contratos para
la “reconstrucción” de Irak, tremendo negocio) de la masacre que
ocurre día a día con un pueblo, con cobertura en vivo y directo por
CNN, como quien mira una película de Rambo o Terminator. En honor a
la verdad, según tengo entendido, Fukuyama a partir del 2004 publicamente
se distanció algo de sus posiciones anteriores, denunciando lo que
el consideró el rumbo torcido del neo-conservadurismo. “Tarde piastes”
dirían en mi pueblo.
Lejos de la tesis de Fukuyama, lo que el calificó como el fin de la historia podría interpretarse más bien como el fin de una etapa, caracterizada por un enfrentamiento bipolar entre 2 superpotencias, ambas ahogadas por su prepotencia y su visión obtusa de la naturaleza humana, lo único es que una cayó antes que la otra. Por supuesto, no soy de los que piensa que el imperio gringo está “boqueando”, pero a todas luces se expone la inconsistencia y la insostenibilidad de un sistema que se basa en la explotación de una parte del mundo para mantener a otra parte menor, donde el desequilibrio y la desigualdad en vez de disminuir ha aumentado en forma bochornosa al paso del tiempo. ¿Qué nos puede decir Fukuyama sobre esto?. La respuesta de los pueblos rompe con la tesis del final de la historia, presentando el surgimiento de de modelos alternativos, basados en el ser humano como premisa, tratando de corregir errores del mal llamado socialismo real y alejándose de la vorágine neo-liberal. Preocupa si de manera importante como estos modelos alternativos están seriamente amenazados por la corrupción, la ineficiencia y el burocratismo, por la infiltración de ideas neo-liberales disfrazadas como de socialismo avanzado. Solo la formación ideológica, pero sobretodo la formación en valores y ética permitirán que estas experiencias tengan éxito y perduren en el tiempo.