Economía y finanzas...para los que no sabemos de eso

“Alegría de tísico”, se diría en nuestro lenguaje coloquial, el ligero repunte de las bolsas del mundo, que les permitió “coger un segundo aire” como en el boxeo; pero, que no garantizó que el especulador financiero pudiera ganar la dura pelea contra la realidad económica que para el público común estuvo hábilmente oculta(da) durante décadas.

El tan cacareado libre mercado se les volvió un mercado libre cuando en “El Teatro Negro de la Calle de la Pared” se encendieron las luces de fondo y apareció la mano del titiritero que no podía continuar permaneciendo oculta, pues la confusión reinó a tal extremo que olvidaron hasta quién era el director de esta majestuosa obra de magia que se ha estado presentando desde finales de la Segunda Guerra Mundial y llega, por razones obvias, a su final de temporada.

Se me vino a la memoria la presentación de un mago en el único cine que tenía mi pueblo. Asistí con la emoción propia de un niño que aún cree la posibilidad de lo imposible –como cualquier especulador financiero de hoy en día–. Cuando el mago solicitó un ayudante del público, venciendo mi natural timidez, me llevé por delante a quienes se mostraron tan solícitos como yo, y aparecí en escena casi con un ademán del artista. Me entregó un pequeño cubo de metal lleno de monedas y, cual debacle financiero, desaparecieron ante mis ojos y los del atento público.

Como parte del espectáculo, me reclamó las monedas y yo, mudo –como ingenuo inversor que acaba de perderlo todo– ante el acto de magia que acababa de presenciar, sólo pude manifestarle con el asombró que desconocía su paradero. Seguidamente, comenzó a extraerlas de mis orejas y de mi pelo; cuando llenó el cubo hasta la mitad, me apretó la nariz y un chorro de monedas completó el relleno. Durante varios días estuve escondiéndome de mi hermano, quien pretendía satisfacer sus pequeños gastos apretándome la nariz.

Ahora, los malabaristas de las finanzas internacionales continuaran tratando de mantener vivo el mito de que el sistema capitalista es el único que garantizará la libre acción de las fuerzas del mercado, mientras le hacen fuerza al mercado para que dicha acción no se produzca. ¿Cuánto especialistas financieros se atreverían a continuar afirmando que el estado debería desaparecer como regulador económico, cuando no pueden negar que se hubieran desvanecido si no existiera el estado que los protege, en detrimento de las mayorías? Mal momento escogió un periódico nacional para publicar una colección de economía y finanzas; ¿al finalizar indicarán que lo escrito sólo indica cómo no se debe proceder en estas áreas?

He aquí el último acto de magia capitalista: ¡mostrarse sus empresas como “huecos negros financieros” capaces de devorar cualquier aporte del estado! Ahora no les queda otra alternativa que instar a sus “especialistas” para que obtengan recursos de quienes son sus proveedores habituales: ¡la indefensa población mundial! Se incrementará el proceso de depredación, buscando dinero no sólo del pelo, las orejas y la nariz, sino de cualquier cavidad corporal de la cual se presuma pudiera extraerse cualquier cosa que sea negociable en el mercado de los falsos valores; pero, no habrá lugar donde podamos escondernos, para escapar de este inclemente asedio.

El verdadero temor no debería generarlo la pérdida de los valores financieros, porque ella es el resultado de los hace mucho tiempo perdidos valores éticos; si se recuperan los últimos, los primeros retomaran su auténtico valor, que no es otro que el del beneficio social, sin dejar de producir el personal. El terror debería embargarnos de imaginar la reacción desesperada de quienes sienten cómo se tambalea su poder y en un arrebato de locura por recuperarlo desaten una guerra mundial como único recurso viable de rescate económico y, entonces, los cuerpos de aquellos a los que ya no se les pueda extraer ningún recurso, sólo sirvan para conformar los ejércitos que lucharán sin saber la causa por la cual son enviados a proveer de cadáveres la hoguera de la avaricia insaciable.

luiserangel@hotmail.com


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Luis E. Rangel M.


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