La “alternabilidad” fue inventada por los liberales santanderistas cuando planificaron el asesinato de Sucre: todos los jefes políticos implicados en el crimen tendrían derecho a ejercer la Presidencia de la República, por lo que se hacía imprescindible hacer los períodos cortos. El primero en asumir el poder, mientras Francisco de Paula Santander regresaba a la Nueva Granada, fue José María Obando, el genio del Crimen de Berruecos. Al terminar Santander su mandato (quien por ser el genio de la discordia se echó cuatro años) se desató una brutal guerra civil por culpa de este espantoso crimen y este “accidente” produjo una leve alteración que frenó la “alternabilidad” proyectada por los anti-bolivarianos. En ese interregno, gobernaron José Ignacio Márquez, Pedro Alcántara Herrán y Tomás Cipriano de Mosquera, pero inmediatamente volvieron los asesinos de Sucre a retomar su “alternabilidad”, y cogió el poder el terrible monstruo de Berruecos José Hilario López, luego volvió otra vez al poder el otro asesino José María Obando y de aquí en adelante continuaron otra caterva de liberales directa o indirectamente implicados en este crimen contra Sucre, como Manuel Marino Mallarino y Mariano Ospina Rodríguez.
En Venezuela, Páez en función de ese mismo crimen de Berruecos (no olvidemos que José María Obando dijo que los liberales neogranadinos y Páez eran idénticos, y que León Apureño nunca quiso a Sucre y nunca conmemoró el día de su asesinato) se inventó su propia “alternabilidad”: él, claro, de primero, luego puso a su muñequito de guiñol José María Vargas, luego a Soublette y él otra vez para todo el mundo tres veces más. Luego los Monagas se lo madrugaron y crearon la suya propia con la monaguera. Después apareció la “alternabilidad” inventada por Antonio Guzmán Blanco y el siglo XX amaneció con una “alternabilidad” que ya se decidía en Washington. Este sentido de “alternabilidad” trató de tomar un giro distinto en 1943, pero EE UU lo impidió con el golpe del 45.
En los cuarenta años del Puntofijismo hubo “alternabilidad”, es decir, se turnaban los mismos. Idénticos los blancos a los verdes se sucedían impunemente y el país no cambiaba. Betancourt le cedió la Silla a la morsa de Leoni, éste la traspasó a Caldera, el de la verdolaga se la pichó CAP, el Gocho la traspasó a Luis Herrera, don Luis a Lusinchi, éste la retrucó otra vez al Gocho (en el 88) y CAP se la pasó nuevamente a Caldera. Un círculo vicioso plagado de vicios politiqueros. Nos aburríamos horriblemente, vivíamos hartamente frustrados y asqueados de los partidos políticos. Si Chávez no se presenta en el 98, hubiéramos quizá tenido en el poder a Alfaro Ucero, después le habría seguido el tigre de papel (tualé) Eduardo Fernández, más tarde Ramos Allup y ahora se prepararía para sucederle Oswaldo Álvarez Paz.
Eso sí es una verdadera “alternabilidad”, aunque el pueblo viviera jodido, ahogado mil maldiciones bíblicas, sin escuelas, con huelgas permanentes de maestros y profesores, sin programas de salud para los pobres, con los millones de compatriotas desplazados y excluidos de atenciones médicas y de educación. Siendo el hazmerreír del mundo con una política internacional al servicio de Estados Unidos: verdaderamente regalando el petróleo a menos de diez dólares; sin reservas internacionales, y hundidos todos en la desesperación ahora que el mundo financiero se encuentra en un lodazal de robos, estafas y quiebras descomunales.
Ya nos imaginamos el dólar cotizándose a quince mil bolívares. Ya nos imaginamos las gruesas comisiones de sesudos economistas en pertinaces viajes a Washington para arreglar las cuentas. Ya nos imaginamos la cadena de bancos quebrados y los miles de estafados a las puertas de estas entidades llorando por sus pérdidas. Ya estaría funcionando otro Fogade.
Qué bella “alternabilidad”, carajo.