He dicho, más o menos, que he tomado mucho en cuenta la importancia que Chávez le da en sus arengas a los valores superiores de la humanidad (en los que remoja siempre la Revolución), así como la elevada conciencia que muestra en el uso realista y ético de las herramientas revolucionarias, en la fijación de los objetivos a diferentes plazos (dentro de una acertada evaluación de la realidad internacional) y, en su empeño obstinado por alcanzar lo que cree justo para el pueblo; además de manejar, con maestría, el tablero del complejo y riesgoso juego político como todo un hacedor que es.
Que su liderazgo, no es que ha resultado insustancial y de mera juntura, sino que, más bien, el transcurso de los años lo ha convertido en más versado y esencial y, por tanto, en más fiable y en más honrable, cada vez, por lo que se hace más acometible, entonces, por el imperialismo y por la derecha inmoral y mundial que se le rinde rastrera.
De que por ello sea tan claro, por tanto, que, al hacer referencia a la tan combatida Revolución Bolivariana, deba hablarse al mismo tiempo de Chávez como una referencia harto inherente a ella, dado que, para inocularle el ‘virus’ revolucionario al siempre alzado pueblo venezolano, su real vocación pedagógica, y su felina destreza, hicieron, de su sonora y acústica presencia, menester.
Que esa diafanidad, de su liderazgo, le ha permitido a los sectores revolucionarios de buena ley, haberse mantenido unidos no obstante algunos descarríos habidos, que, dentro de la siempre inefable izquierda, pareciera que ya son desgraciadamente acostumbrados.
Y que, un resabio de esto, pudo muy bien manifestarse en
la campaña por el referendo aprobatorio de la malograda Reforma
Constitucional, lapso durante el cual, llegué a leer, y a oír (sin
negar que acojonado) discursos de camaradas que, con el más ‘honorable’
eufemismo, decían no entender los revolucionarios conceptos de la
reforma, lo que de manera innegable hubo de incidir (además de la
batería despiadada de los contrarrevolucionarios) en que muchos
chavistas se confundieran y se abstuvieran, para tener que perder una
justa, tan fundamental, sólo por un ‘pelo’, que incluso, habiéndonos
resultado en ese mismo ‘pelo’, positiva, no hubiera dejado al mismo
tiempo de resultarnos vergonzante para lo que ha sido el acostumbrado
margen de nuestras categóricas victorias, por lo que nos resultaría
entonces, muy desafiante, perderlas.
Entonces, no he podido disimular en nada que
me hallo en el inmenso grupo que valora el eficientísimo liderazgo de
Chávez. Entre otras cosas (muchas), porque me hiciera reivindicar la
opinión tan negativa que tenía de la política y de los “animales”
políticos (muchos), quienes hoy siguen volando en sus respectivas
escobas convertidos en potenciales reclusos embrujados de libertad por
la impunidad…
Pero,
entiéndase, no contribuir con nuestras eventuales “confusiones”,
camaradas de mis tormentos, a que los chavistas se confundan, habrá de
premiarse con una siempre rotunda victoria.
¡Con toda seguridad!