Amanecerá y veremos, que gracias, al fervor popular de un nuevo día del mes de febrero, recoja la vendimia del triunfo de millones de sí, que después de sembrado en las urnas electorales que cumplan esa función el 15 de febrero, ansiado día, abarrotado de emociones, rebase las horas aciagas de desprecio que los escuálidos pitiyanquis han protagonizado con sus escándalos a través de sus medios puntuales que trafican a diario en el deslave de sus noticias que apuñalan de odio fatuo al socialismo venezolano, pero, los hombres y mujeres de férrea voluntad afrontan con fortaleza a los mequetrefes que como Julio Borges, cumplen al pie de la letra los mandatos imperiales que, en Puerto Rico, recibió para anteponerse a las ideas que sostienen el referéndum de las reelecciones.
Aguaceros de porquerías políticas hemos aguantado desde que esos cuatro fulanos del disentir patrio han puesto en práctica sus apátridas consignas, rayadas y cansonas, que como viejos esquemas de desasosiego y, desarmonía en atención a la mentira y el engaño que cargan a cuesta y sueltan como bolinas en cada aparición en público, en donde desovan como peces su tormento de pesares, que los mantiene aislados de la fraternidad del pueblo que sufre y clama por mejores y más sinceras políticas de bienestar social que calme sus desigualdades estructurales dentro de la dinámica del Estado.
Gobierno y pueblo a dúo, luchando por los íconos del progreso para el País, que conforme un estadio fuerte, vigilante, que supere las debilidades que nos mantienen inconformes frente al mundo todopoderoso que hoy en decadencia nos mira como espías y terroristas.
Si queremos patria, luchemos por ella todos los días, para que nuestros desvelos se calmen dentro de la tormenta que aniquila voluntades y corrompe ideales de libertad, en que trabajo y sudor, faciliten los frutos de la cesta diaria de las necesidades inmediatas.
Pensemos en grande con la convicción de que el camino es largo y ancho y cuando se está con el buen Dios, no hay luz que se apague, ni maldad que nos intimide, y así, como para ser romano hay que vivir en Roma, el pan nuestro vendrá a nosotros en sustento de fe y esperanza como hermanos venezolanos.
El –Sí- del triunfo es la estela que hemos de dejar de la ruta recorrida antes y, por recorrer después como un mandato expreso, sellado y firmado, el 15 de febrero.
Sí, de aspirar a mirar a lo lejos. Sí, sin la brújula de otros y, sí, para que nuestra independencia se selle cono Nación soberana que nos abra la puerta grande del porvenir.
Victoria y paz es nuestra unión y, en la unión está nuestro futuro.
Amor con amor suman amores para que la sumatoria continua siempre sea amor.