El "Fascista Chic"

Es un asunto de desclasados. De la tajada mayoritaria de egresados de carreras “humanísticas” de la universidad, adorno del Antiguo Régimen, niños cultos, sensibles, ni revolucionarios ni rebeldes, apenas transgresores culturales “light” que de haber tenido genio, audacia, valor (y dinero) serían héroes como Gabriele D'Annunzio, piloto de guerra y decadentes ángel premonitor del fascismo. Pero estos muchachos no vuelan, se deslizan.


GENERACION DE RELEVO

Eran la generación de relevo cultural en el CELARG, el CONAC, la Cinemateca, el Ateneo, la GAN, el MBA, el MAC(si) y en la periferia de la Cancillería. Críticos postmodernos de la vieja izquierda, convencidos que totalidad era igual a totalitarismo, se consagraban con displicencia a su parcelita cultural en medio del deterioro general del país y del universo mundo. Para ellos las palabras clase, burguesía, capitalismo, imperialismo, imperio, eran meros armatostes del pensamiento, vejestorios como la Patria o Bolívar. No eran cosmopolitas sino orilleros de espaldas a su tierra, viendo amanecer cada día un dólar y una novedad por el horizonte de la cultura. Descreían de la Historia, despreciaban a Negri y respetaban a Fukuyama, no criticaban abiertamente la corrupción del Poder y toleraban en silencio lo que veían por el ojo de cerradura de una familiaridad canalla. Eran lejanos pero comprensivos con la pobre Venezuela (¿Quién la manda a votar por los adecos?) y su indiferencia sobrevivió al Caracazo, y su perfecta mediocridad sobrevive hoy a la imperfecta revolución bolivariana.


ALGO SUCEDIÓ CAMINO AL FORO

Surfeaban en la onda de los empleos culturales y nada los amenazaba porque, además, eran “apolíticos”. Pero algo sucedió camino al foro, el 4 de febrero de 1992, cuando se rasgó el velo del templo, los peones derrumbaron a la torre y el juego terminó por aguacero. Lo criollo “arcaico y populista”, bolivariano, utopista, agrarista, zapatista, villista, zamorano, marxista, socialista, comunista, consejista, se volvió contemporáneo, y nuestro fascista chic envejeció de repente como el retrato de Dorian Gray.

Pasaron 6 años hasta la primera victoria electoral de Chávez y han pasado 10 de Revolución Bolivariana, pero para nuestro personaje fueron 16 años pasados en vano. Como el chiste judío del viejo rabino ruso que en el zoológico contempla por primera vez una jirafa y dice que ese animal no existe, para el fascista chic la revolución latinoamericana, no existe porque no encaja en la definición de revolución que alguna vez creyó saber.


UN DELATOR, UN REPRESOR

El burgués teme a la revolución por lo que puede perder, el fascista la odia por lo que perdió, en este caso su clasificación en la escala promocional y salarial de la cultura, hoy “invadida” (como los latifundios) por nuevos valores subjetivos, dignidad, solidaridad, compromiso y, sobre todo, honestidad intelectual. En este nuevo contexto este representante chic de la generación boba se destaca por su insignificancia y ataca aguijoneado por el resentimiento. ¿Cómo pudieron darle el cargo de embajador en Brasil a un recién vestido como Vladimir Villegas y a él, que podría ser agregado cultural no me dan ni darán nada? El fascista chic odia a los “improvisados” e imperfectos funcionarios culturales bolivarianos porque en ellos odia a los pobres y a los militares que acabaron con su mundo. La suerte lo abandonó porque ¡sorpresa! lo que se acabó no fue la Historia sino su historieta personal. Odia porque sabe que como “disidente” es opositor y como tal, inevitablemente, vende-patria, cuando antes con tanta comodidad era políticamente correcto. Ahora sólo le queda esperar la derrota de la revolución para ser delator y represor en el terreno de la cultura, como un Juan Liscano cualquiera.


TIRANIA ES NEGACION DE COMPLEJIDAD

Este instruido tonto del culo no entiende que su éxito efímero fue el resultado de siglos de exclusión de los otros, que ascendió por ser hijo de intelectuales o cuadros de la vieja clase política (de derecha o izquierda) y que sus “cualidades” hoy no son de ley. Dijo Martí que el intelectual debe ser hombre de su tiempo y hombre de su pueblo, y si no puede ser ambos debe ser hombre de su pueblo. El fascista chic no puede ser ni lo uno ni lo otro porque, para empezar, no es hombre quien miente sobre su Patria o sobre una dama.

El fascista chic carece de la humanidad necesaria para entender que tiranía es negación de complejidad. Comprende pero no entiende la compleja dinámica que relaciona revolución nacional con revolución social, no vió las contradicciones de la riqueza y ahora no ve la riqueza de las contradicciones, se le escapa el pequeño detalle de millones de sus compatriotas salvados de los viejos dolores, salvados de la ceguera, la miseria, la invisibilidad y la ignorancia.

La Revolución Bolivariana no merece su aprobación porque desde el fondo de su pozo el cielo es una moneda de plata, y si treinta veces levantara los ojos sólo vería treinta monedas de plata. Ironiza al condenar a la revolución por burguesa para poder criticar a quienes ejercen los cargos que él antes ejercía. Los critica por fumar tabacos, beber vino y conducir carros “burgueses”, pero en verdad les envidia lo que tuvo y perdió por dormir con el cadáver de la oligarquía y con las preciosas ridículas de la oposición. Pero esos empleos no son los mismos: hoy se pagan con labor interminable, con incomodidad y peligro, figurando en la lista de ejecutables de la derecha y el imperio.

El fascista chic se cree superior y desprecia a los lacayos de la vieja política, pero funde su deshonestidad personal con la deshonestidad de la oposición. En sus críticas menciona Misión Cultura, ABN, Villa del Cine, VTV, Minci y Minfra, instituciones creadas o potenciadas por la revolución, pero no menciona al Celarg, Conac, Cinemateca, Ateneo, GAN, MBA o MAC(si), donde él y sus iguales estaban empleados y, en un descuido, podrían volver a estarlo. Difama a Eva Golinger llamando “kindergarteradas” a sus denuncias basadas en documentos oficiales de los Estados Unidos y cuando se lo emplaza públicamente a que demuestre, por su honor y su hombría, que una sola afirmación de la Golinger es falsa, se queda callado. ¿Ahora defiende a los gringos? ¿No le basta con ser un pichón de Juan Liscano y quiere emular a Norteamérico Pillín? Da lo mismo porque es parte de esa enorme cantidad de importancia nula de su vida. Es más de ellos y el pueblo lo reconoce como lo que es.

Un fascista chic.

rotheeduardo@hotmail.com


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Eduardo Rothe


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