Es evidente
que ni Miranda pudo conquistar el poder ni tampoco pudo aplicar el instrumento
jurídico conocido como, “The Particular Codes”; pero ya en 1810
andaba rodando la idea de regular los procedimientos que evitaran que
la libertad de prensa se convirtiera en un argumento para la publicación
de textos injuriosos que afectara la reputación de una persona o cualquier
institución publica o para controlar los actos y la fuerza del que
a nombre del gobierno no atropellara la libertad de imprenta.
El otro que
no anduvo con medias tintas y logró imponer su cañón fue Bolívar;
quien rogándole a Francisco Peñalver, su agente en la isla de
Trinidad en el 1817, le insiste en que le mande la imprenta, por
que ella “es tan útil como los pertrechos para la guerra” Este
otro caraqueño con su lema mediático ¡Los soldados ganan batallas
y el Correo del Orinoco gana la guerra!, no sólo logra conquistar el
poder sino que en el proyecto de Constitución que sometió a la discusión
pública a través de su periódico, señaló que “El derecho de expresar
sus pensamientos y opiniones de palabra, por escrito ó de cualquier
otro modo, es el primero y más estimable bien del hombre en sociedad.
La misma Ley jamás podrá prohibirlo; pero tendrá poder de señalar
justos límites, haciendo responsables de sus impresos, palabras y escritos,
a personas que abusaren de esta libertad, y dictando contra este abuso
penas proporcionales”...
De manera que
de aquellos polvos vienen estos lodos y hoy nadie nos viene ni amenazar
con cañones la tranquilidad de la república ni con artillerías para
defender un único pensamiento. Aquí el que menos carga revienta un
triquitraque, como lo hacemos todos a la hora de defender un principio,
una idea, un programa o un predeterminado tipo de sociedad. Todo el
que escucha oye y habla, desea ver que Globovisión deje la manía de
ver todo del lado oscuro de la conspiración y el golpismo; pero también
desean que los canales del Estado abran las puertas a las voces disidentes
y de oposición democrática, que si existen y que negarlo es seguir
rebuscando argumentos para no reconocer la critica y esconder las fallas
y errores que rayan en solidaridades automáticas.
La libertad
de expresión no es una dadiva del Estado ni un arma para degollar
en nombre de ella ni a las personas ni a las instituciones de la república;
ella debe existir porque es inherente al ser humano y siempre será
más saludable que haya exceso y no carencia de la misma. Hay que recordar
la experiencia de Radio Caracas, sólo las posiciones extremistas se
hicieron daño y perjudicaron también a los usuarios y usuarias; porque
en fin de cuentas aun recuperando el espacio radioeléctrico y sin cumplir
la expectativa alternativa, ello no significa la victoria total en un
combate mediático que está muy lejos de decidirse.
Sigamos pues
con nuestro debate, sin extremos de ninguna naturaleza y recordando
lo que señalara el libertador y ahora autor intelectual de esta revolución:
“La opinión pública es el objeto más sagrado, ella ha menester
la protección de un gobierno ilustrado, que conoce que la opinión
es la fuente de los más importantes acontecimientos”.