El control de los medios de producción hace peligrar la revolución

Mis queridos y respetados lectores, desde hace algún tiempo a esta parte me parece que las voces de los representantes del marxismo están haciéndose escuchar más fuerte y con mayor frecuencia en las esferas del gobierno. Y como es lógico pensar, quienes sean seguidores del ilustre Marx (sin sarcasmo alguno) deben estar de acuerdo con la erradicación de la propiedad privada de los medios de producción, algo que efectivamente ocurrió en el socialismo real del siglo XX. La abolición de la propiedad privada de los medios de producción es sin duda alguna un corolario esperado de la teoría de la plusvalía y de la explotación de Marx, siendo dicha propiedad privada de los medios de producción para el pensador alemán la característica fundamental del capitalismo, la cual permitía al capitalista robarle al trabajador parte de su trabajo (el plusvalor) y quedárselo para él.

La teoría “científica” de la plusvalía y de la explotación del hombre por hombre, hallaba su raíz en la teoría del valor de Marx que consagraba que lo que concedía valor a una mercancía era el trabajo incorporado, el cual se hacía objetivo en el intercambio (valor de uso y valor de cambio). Es en este punto en el que encuentro lo que yo considero la primera falla estructural de la teoría de Marx, si para éste la cantidad de trabajo incorporada en la mercancía era lo fundamental, ¿por qué relativizar esta verdad y hacerla depender del dictamen del mercado? Podemos concluir de esta aseveración que dice que el valor debe objetivarse en el proceso de cambio, el hecho de que debe haber una relación entonces entre precio y valor (dos cosas distintas para Marx). Sin embargo, Marx jamás logró conectar estos dos conceptos y sólo señaló que a nivel global la sumatoria de todos los precios debería igualarse a la sumatoria de los valores, que en algunos casos, el precio de una mercancía podría estar por encima de su valor (trabajo incorporado), y en otros casos, por debajo, pero no pudo demostrar su afirmación de una forma científica, es decir en los hechos.

Quien haya leído a Marx y a sus seguidores, Mandel, Althusser, Marcusse, etc., siendo muy joven, como fue mi caso, y haya tenido una vida para reflexionar y para leer a otros autores, y haya leído las obras del joven Marx, obras filosóficas y no económicas, tal vez haya llegado a la convicción, como yo llegué, de que Marx primeramente asimiló una concepción subjetiva y moralista del capitalismo. Le disgustaba la explotación inhumana del trabajador del siglo XIX. Sin embargo, Marx era un hombre de su época, un intelectual, y aquella época era el tiempo de la razón y del positivismo, y creo que Marx no escapó a esto. En virtud de que su posición moralista no lo llevaría más allá de sus predecesores, los socialista utópicos, debía demostrar por la vía de la razón y la ciencia que la explotación del hombre por el hombre basada en la propiedad privada de los medios de producción debía conducir a una contradicción fatal del sistema capitalista.

Con respecto a la propiedad privada de los medios de producción como característica fundamental del capitalismo debo expresar mis reservas, dicha propiedad privada no ha sido a mi parecer característica única de este sistema, también se dio en la esclavitud y el feudalismo, y la explotación del hombre por el hombre no ha sido característica única del capitalismo, creo que un esclavo de la Grecia antigua o la Roma Imperial no pensaría que los trabajadores de las factorías del siglo XIX fueran más explotados que él. Sin embargo, la explotación en esos modos de producción no dio lugar a un nuevo modo de producción sin explotación y sin propiedad privada de los medios de producción como esperaba Marx que sucediera con el capitalismo. De hecho, el socialismo que se instauró en el siglo XX cambió la propiedad privada de los medios de producción por la propiedad estatal, pero en última instancia, el Estado es una entelequia, y finalmente los trabajadores de las fábricas estatales fueron regidos por una nueva clase de burócratas y siguieron entregando su plusvalía, no al odioso capitalista, sino al Estado que terminó siendo igual de odioso, y como prueba de ello, las escenas de los berlineses derribando el muro de Berlín a mandarriazos.

Si la propiedad privada de los medios de producción no ha sido una característica distintiva del capitalismo, sino más bien compartida con otros modos de producción, ¿cuál será esa característica propia del capitalismo en verdad? Me atrevo a postular que lo que distingue al sistema capitalista desde sus inicios ha sido el extraordinario avance exponencial en lo científico y tecnológico, sobre todo, la capacidad para transformar la aplicación de la ciencia y la tecnología en nuevos productos. De hecho, hay que tener en cuenta que el capitalismo se desarrolla a partir de una revolución industrial que multiplica la capacidad de producción de bienes en pocos años.

Partiendo de la base (a mi modo de ver falaz) que es mejor entregar la plusvalía al Estado (parte de la misma se quedó enredada en los bolsillos de la burocracia) que entregársela a un privado, surge la pregunta de ¿por qué este esquema económico fracasó rotundamente en la Unión Soviética y la Europa del este, en China y en Cuba, donde 50 años de revolución mantienen a la isla en estado de subsistencia. Pero, aún más, ¿por qué China tuvo que dar un viraje a la derecha en materia económica para subsistir y abrirle los brazos al capitalismo salvaje, y por qué Cuba tuvo que admitir de vuelta el capitalismo transnacional en el sector turismo? Estas son preguntas que deberían contestar los neo marxistas partidarios de un control directo del Estado sobre los medios de producción. En el caso chino, es notable el impulso a la economía de ese país que le ha dado la reintroducción del capitalismo, en una década en materia económica, China ha progresado más que en 50 años de revolución maoísta, cuyo mayor logro fue la proliferación de bicicletas en las calles de Beijing, hoy las bicicletas han desaparecido para dar paso a vehículos de motor made in China.

Yo me permito aventurar la tesis de que el socialismo basado en la propiedad colectiva de los medios de producción no es un modo de producción en sí, y de allí su fracaso en la práctica, y de allí el retorno obligado al capitalismo para que sobreviva el modelo político socialista (caso chino, vietnamita y cubano). Y el socialismo no es un modo de producción, a mi modo de ver, porque su aparición en el siglo XX no se llevó a cabo como predijo Marx en el XIX. El resultado de la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción (mecanismo de propulsión para el cambio de un modo de producción a otro), no se dio en los países de capitalismo más avanzado y con un proletariado fabril numeroso, se dio en aquellos países más atrasados donde el discurso revolucionario y la agitación política fue más intensa, fue un producto histórico de la voluntad humana y no el tránsito lógico y científico de un modo de producción a otro de acuerdo a los preceptos de Marx.

A mi modo de ver, Marx fue un reduccionista, un simplificador de la realidad económica y social y un mecanicista. Alguien que trató de explicar la dinámica social a una causa única, que vio en la lucha de clases el único motor de la historia y en la propiedad privada de los medios de producción la única característica distintiva del capitalismo. A mi modo de ver, las teorías científicas y si la de Marx se jactaba de serlo, deben someterse al escrutinio de sus predicciones. La teoría de la gravedad de Newton nos permite predecir la caída de cualquier objeto al piso si no existe una fuerza que contrarreste. Pero, en el caso de la teoría marxista, las predicciones hechas por Marx no se dieron, el socialismo no se dio en los países capitalistas más desarrollados, no se dio el empobrecimiento absoluto del proletariado, no se dio la tendencia a la baja de la tasa de ganancia, no se dio el fin de la lucha de clases con el socialismo, sino la lucha entre el proletariado y una nueva clase (los burócratas del partido comunista).

Yo reivindico un socialismo diferente al del siglo XX, atado al marxismo, reivindico un socialismo del siglo XXI y no un socialismo en el siglo XXI. Un socialismo democrático con un Estado fuerte que regule los excesos del sistema capitalista, un Estado que favorezca el crecimiento económico a través del sector privado y público, con una política efectiva de redistribución de la riqueza. Por encima de todo, un socialismo que vaya de abajo hacia arriba, promoviendo la participación popular en todas las esferas.

htorresn@gmail.com


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Hernán Luis Torres Núñez


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