2 y 3 de junio en el Centro Internacional Miranda

(VIDEO) Conozca lo que dijo Rigoberto Lanz en el encuentro “Intelectuales, Democracia y Socialismo”

Rigoberto Lanz

Rigoberto Lanz

Credito: Aporrea.org

Centro Internacional Miranda (CIM)

Centro Internacional Miranda (CIM)

19 de junio de 2009.- Intervención de Rigoberto Lanz durante el encuentro "Intelectuales, Democracia y Socialismo":

¿Se necesita una teoría revolucionaria en período de transición?

Esta convivencia, vamos a llamarla elegantemente compleja, entre capitalismo y otra cosa, esta suerte de economías capitalistas pero de vocación socialista o alternativa, digo que de alguna manera esto podría preverse, no es sorpresivo, no ha habido una traición, no ha habido un abandono, un olvido, sí estamos como siempre a medio camino. Estamos casi por definición en una suerte de limbo porque justamente el camino escogido no es una especie de punto cero y a partir de aquí viene la Revolución. Entonces la noción de transición ha estado como la esencia misma de este camino. Desde luego, para que una transición sea un proceso que va hacia algún lugar hay que hacer un monitoreo muy exigente para que no ocurra lo que parece puede ocurrir, que la tal transición es una especie de navegar en círculo y el movimiento parece que no va para ningún lugar. Porque si hay transición, uno podría evaluar que ella va caminando hacia algún destino: a la destrucción del capitalismo, a la destrucción del Estado, hacia grados superiores cada vez de emancipación. Ahora bien, sino la transición es un truco, es una especie de cobertura para estar en el mismo lugar. Cosa que por cierto, no es tampoco sorpresiva si efectivamente anotamos que en el campo teórico nosotros venimos de unas ruinas intelectuales que no dan lugar a ninguna preparación para armar la teoría para orientar el proceso. ¿Desde dónde armar teoría? ¿Con qué equipaje se va a armar una teoría en el tiempo en que vivimos? Digo, una teoría política, por ejemplo. ¿De dónde una teoría política? ¿Desde la ruina de la teoría política existente?  ¿Desde las ruinas del marxismo? ¿Desde que ismo construir en Venezuela la guía teórica de la revolución? Estamos exigiéndole al proceso que tenga una guía teórica. Yo puedo afirmar con todo asombro que no hay hoy día guía teórica para nada en ninguna parte del mundo. Por tanto el mundo se mueve sin mucha guía teórica. Y, ¿Cómo se mueve entonces? ¿Y aquello de Lennin de: sin teoría revolucionaria no hay revolución? Bueno, esto lo discutimos un poco después. Lo cierto es que las cajas de herramientas que tiene el mundo hoy en todos los terrenos son frágiles, débiles, van y vienen, de multiusos. Entonces no me preocupa tanto que no tengamos con t mayúscula la teoría política que necesita la revolución, porque no es posible, casi no es deseable y porque no hay de echar mano para tal cosa ni de la ciencia política oficial, porque está en ruinas, ni de la herencia del pensamiento crítico que viene de una verdadera hecatombe y que está intentando recuperarse. Más que pensamiento crítico, como voluntad crítica. Entonces que por allí, la tensión y el desafío sigue siendo orientar el proceso –obviamente no a siegas ni empíricamente- pero sin la pretensión de una gran teoría que estamos a punto de lograrla y que lográndola, entonces, sí descansamos de ese lado y ahora si nos ocupamos de otra cosa. No habrá tal teoría y es bueno que no la haya. No estemos bien allí, pero creo que el tiro no va por ese camino de la pretensión de la gran teoría, el nuevo marxismo o alguno de estos ismos que vendrían a socorrer la ausencia de una postura crítica del pensamiento crítico consistente.


Necesidad de inventar y crear nuevas formas de gestión política

Ahora a nivel empírico, el desafío mayor que observo es justamente éste de gestionar y destruir, o construir y destruir. Es decir, cómo tú gestionas un Estado frente al cual estás plantado. El principal enemigo de la revolución venezolana se llama el Estado existente. Sin embargo, los éxitos posibles a evaluar a corto plazo es una buena gestión del Estado. Pequeña contradicción, pequeña contradicción. Un ministro ¿qué hace? Un ministro para sobrevivir a su existencia como ministro tiene que hacerlo lo mejor posible, es decir gestionar en cierta clave -no digo que sea gestionar capitalistamente, gestionar burocráticamente- pero gestionar mostrando visibilidad de algunos éxitos de gestión en el seno de un Estado que de lo que se trata es de juntarlo. O sea que también no nos sorprendamos de las inconsistencias, de las incoherencias, de los tira y encoje que tenemos en la gestión pública. No estoy por supuesto celebrando ni aupando empirismo, y es probable que así haya sido descrito, pero estoy un poco compadeciéndome de quienes tienen las responsabilidad justamente de hacer al mismo tiempo una gestión decente para aquí ahora de la gente y al mismo tiempo socavar las bases del principal enemigo de  la revolución que es el Estado. La misma tensión la observo en un lugar en el cual que si creo, que  no es tanto para disculpar  a los operadores políticos. Me refiero al desafío mayor que tuvimos desde hace diez años y que es una asignatura pendiente para decirlo elegantemente, pues creo que estamos raspados de toda raspazón. Me refiero a la necesidad de inventar y crear nuevas formas de gestión política, que no es ni partido, ni sindicato, ni gremio. Yo soy respetuoso de los amigos que adoran los partidos, de los militantes y entiendo que es un mal necesario que no sé hasta cuando dura, pero les aseguro que es una figura profundamente reaccionaria la del partido. Dije bien, reaccionaria. No hay posibilidad hoy de hacer partido revolucionario, esa es una contradicción en los términos. Ahora bien, desde luego, mientras tanto, como estamos en la transición, yo entendería que hay que calarse unos sindicatos bolivarianos, un partido bolivariano y cosas parecidas. Pero esas formas de gestión política anacrónicas y profundamente retrogradas no son la creación, la muestra de que  hemos tenido inventiva, creatividad y talento para pensar la política de otra manera. Hay estamos raspados o es, elegantemente, una asignatura pendiente.  

¿Cuándo vamos a tener otras modalidades de gestión política? Por ahí van los consejos comunales. Que por cierto es lo más avanzado que tenemos, que al mismo tiempo es otra tragedia; porque a cuenta de que el poder popular va a ser montado desde el Estado. ¿Qué poder popular es ese que se instituye desde el Estado? ¿Es política pública del Estado los financia y los legisla? Mire camarada, eso es una mamadera de gallo. Eso es lo más alejado del poder popular.


Los consejos comunales deben socavar la estructura del Estado reaccionario

Ahora, mientras tanto, en la transición se entiende que los Consejos Comunales podría ser que se vuelvan como tienen que desenvolverse como poder real a socavar la estructura del Estado instituido, y esa es la esperanza que tenemos que los consejos comunales y las figuras alternativas que vayan apareciendo a la vera de la organización popular real, sean justamente una dualidad del poder que algún día sea el poder verdadero constituyente, siempre constituyente, y que justamente socava la estructura del Estado que no puede ser más que reaccionario. Eso de Estado socialista, eso no existe, es una metáfora para consolarnos en la transición. Todo Estado es reaccionario. Y el que vendrá en el siglo 28 será también reaccionario. Así que ese truco de que éste Estado no es tan capitalista ni tan malo, porque bueno lo estamos gestionando nosotros es una mamadera de gallo compañero. Así que hay tenemos una tensión otra vez  que es que lo más avanzado que hemos cementado, que son los consejos comunales, los estamos haciendo desde el propio Estado. Pero bueno, también, lo entiendo otra vez, sin cinismo. Entiendo que, en la transición caminamos justamente a un proceso dual siempre porque hemos decidido que así será el camino que guíe el proceso, pues no ha habido una guerra civil, verdad, después de la cual se instaura de cero una revolución sino un proceso  dual, híbrido siempre capitalista y alternativo que también se va a expresar en las formas políticas. 

Entonces concluyo pues, diciéndoles que: 1) no me sorprende para nada registrar lo que aquí se ha registrado hoy, lo que yo mismo denunció como tensión y como desafío porque creo que está aquí inscrito en la propia naturaleza del proceso. Nadie ha traicionado nada, no hay que reclamarle que la dirección política se equivocó, no estoy diciendo que es fatal todo lo que ocurre. Lo que estoy diciendo es que no se nos valla la mano pidiendo lo imposible, eso es muy postmoderno y muy poético, pero a los efectos de viabilizar el proceso entiendo que estamos presionados muy fuertemente a generar condiciones de viabilidad que no son las mismas que las condiciones de la revolución. Viabilidad para mantenerse en el poder, viabilidad para ganar elecciones; esas viabilidades de la real politic no coinciden siempre con la viabilidad real de una transformación profunda de la sociedad.


Es necesaria la radicalización teórica y practica del proceso revolucionario

Alguien me dirá con razón, -si no viabilizamos el gobierno y su continuidad ¡Joder! Entonces la revolución se pone más lejos, se nos hace más difícil el camino. Entonces, bueno, obviamente que toda la energía para viabilizar un proceso político como el actual, con un sistema y un estado de cosas que está –por decirlo menos- a medio camino de todo, me parece que es una condición necesaria de cualquier chance de vivir alguna transformación radical de cualquiera de los espacios que están en juego. Yo mismo apuesto por supuesto a una permanente radicalización teórica y práctica de todo el proceso. Eso sería mi tono, mi aporte, mi gusto, pero me fastidian las reformas y me aburren las medidas intermedias –eso en tono estético y personal. Pero obviamente que tú no puedes hacer política desde allí, en el sentido realista digamos. Respeto a los realistas que están preparando las condiciones para que algún día vivamos sabrosamente la experiencia de una revolución. Entonces no despreciemos a los realistas que hacen posible que todos los días que esto más o menos se mueva y que esto no se caiga, para decirlo dramáticamente. Pero obviamente, ¿una revolución es algo más que eso? ¿Podemos aspirar más que eso? Tenemos derecho a aspirar a algo más que realismo de una gestión cotidiana que hace sostenible, por lo menos frente a millones de amenazas,  un gobierno de izquierda en Venezuela. Bueno, yo creo que eso es una condición de que eso se mantenga, que se sostenga, que se profundice; eso es una condición, digo, para soñar con lo imposible que es justamente el deseo de vivir en otro tipo de sociedad.


Un pragmatismo inteligente mientras se construye la teoría revolucionaria

Entonces, una combinación inteligente entre realismo y utopía, es lo que una vez más estamos demandando. Un poco de pragmatismo inteligente, no de pragmatismo que se esconde, verdad, para que las cosas no cambien. Un pragmatismo inteligente para hacer viable los procesos y al mismo tiempo el sueño y la vigilancia y la crítica permanente que nos pone en guardia respecto a dónde estamos parados. Un pragmatismo que no se consume a sí mismo, un pragmatismo que no agote la energía revolucionaria, un pragmatismo que de alguna forma viabilice justamente esa plataforma para el sueño emancipador que nos tiene aquí reunidos. Porque por pragmatismo mismo y por gestión pública obviamente no estaríamos aquí. Estamos aquí porque queremos soñar con la idea de una sociedad, otra de una emancipación verdadera. Eso pasa, compañeros, aquí y ahora por hacer viable una gestión de gobierno con todo lo que ustedes han dicho, verdad, que yo suscribo enteramente sin una coma ni de más ni de menos. Entonces pidamos lo imposible, que es soñar con otra sociedad, hagamos viable un gobierno de izquierda en Venezuela.  



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