Por definición, decir sociedad o social es decir unión, pero el sistema capitalista es antisocial por naturaleza. Entonces, promediar es socializar, unir, poner un rasero a los valores, minimizar el peso de las partes y maximizar el de todos los valores de las diferentes variables involucradas en tal o cual universo, en tal o cual muestra. Por eso, la contabilización de las inversiones capitalistas no es proclive a la promediación porque el egoísmo o individualismo, tan característico del sistema capitalista, resulta contranatural
Aunque la curva de costes medios[1] es indicada en los libros de texto burgueses, ella no priva en la determinación del precio de venta. Este precio de salida sufre modificaciones permanentes cuando cambian los precios de los insumos correspondientes. Hemos señalado que a los Contadores los preparan para que constantemente apliquen métodos inflacionarios[2] a todas las mercancías y con alta frecuencia con alteraciones hacia arriba.
Si los precios suben, remarcan todas las preexistencias; si bajaran, almacenarían las mercancías recién adquiridas, venderían las preexistencias a precios viejos hasta agotarlas, y con precios altos terminarían vendiendo las adquiridas a precios menores y nuevos. Con estos artilugios contables y financieros, los capitalistas de mediano y bajo rango buscan resolver a medias su problema de superproducción crónica de capital dinero acumulado que no halla mercados. Por esa vía artificial logran colocar capital dinero empleado para cubrir costos inflados y sacarle ganancias a esos sobreprecios. Es una suerte de préstamos de dinero a los consumidores inmediatos quienes deberán devolver esos "préstamos" con interese, o sea, pagar por tales costes inducidos y sus respectivos intereses.
Ni siquiera las depreciaciones del capital constante, como maquinarias y otros muebles del proceso de trabajo, se registran en libros como alícuotas uniformes anuales porque los precios de compra de esos activos fijos pueden sufrir alzas de precios y en consecuencia las depreciaciones anuales las recogerían. En eso consiste ser un fiel y disciplinado contable. En poco influyen las auditorías convencionales porque sencillamente se basan en los mismos manuales contables oficializados internacionalmente por empresas e instituciones burguesas.
Un Estado interesado en sincerar los “costes justos” debe hacer un estudio comparativo de varios estados financieros de costos anuales para 3 o más años. Pero, además, como se está en pleno proceso de socialización de la producción y del mercado, es aconsejable sincerar los costes falsos. Estos están referidos, por ejemplo, a los cargos que ha hecho la contabilidad burguesa de aquellas depreciaciones, no sólo con miras a la conservación del capital de sustitución, sino para vender la maquinaria y demás instrumentos de trabajo usados para mejorar la productividad del trabajador.[3]
El caso es que el consumidor termina comprando y pagando unos medios de trabajo que físicamente no recibe, como sí lo hace con las materias primas y con la fuerza de trabajo asalariada. Estos costes falsos están representados también con la mano de obra gerencial, sus oficinas, por la mano de obra asesora y afines.
Estos costes falsos[4] administrativos bien podrían ser deducidos de la ganancia, luego de no cargarlos a los costes ya que esencialmente sólo representan servicios recibidos por el empresario y no por la empresa. Su empleo se hizo imprescindible cuando la empresa creció, a tal punto que ameritó su más completa despersonalización de parte del antiguo fabricante. En cuanto a la máquina y afines, estos costes se introdujeron para incrementar la plusvalía y reducir el tiempo necesario para la reposición del salario.
[1] Ya hemos señalado que la curva de oferta burguesa es la de la productividad marginal decreciente, una vergonzosa curva de costes marginales con la que se ha pretendido la legalización contable del remarcaje continuo dentro de la fábrica, aun cuando los costes se mantuvieran constantes.
[2] Los métodos UEPS y PEPS les garantizan a los fabricantes y comerciantes vender a precios máximos inducidos porque a veces aumentan los costes, otras, el margen de ganancia, y otras veces ambos componentes, con todo lo cual este empresario gana con costes inflados, con ganancias infladas además de ganar con el margen justo de ganancia. Se trata de remarcajes inscritos en la metodología contable burguesa. Si esto no fuera así, las leyes habilitadas recientemente aprobadas en Venezuela se limitarían a la regulación de la ganancia “justa”, que, según la auditoría marxiana, representa en sí misma la explotación del asalariado.
[3] Los instrumentos de trabajo son expresión del desarrollo técnico de las fuerzas productivas representadas por modernas medios de producción. Esos instrumentos productivos, pues, no sólo mejoran la productividad de la mano de obra, sino, además, son asimilados a una inversión de capital a la cual debe sacársele cierta ganancia.
[4] Véase Dr. Econ. Manuel C. Martínez M., PRAXIS de El Capital.