La Administración Pública pareciera llevar pluma en el ala en sus batallas

El IVA: ¿a favor o en contra de la Guerra económica?

Del refranero popular, en este caso inducido por la clase dominante[1], “Amor con hambre no dura”, y es muy falso y romanticoideo ese otro que dice. “Contigo, pan y cebollas”.

Lo cierto es que con las alzas de precio-ya crónicas-tanto el especulador de oficio, vale decir,  los comerciantes, como el Estado salen beneficiados, y, lo más grave, del costo de estas batallas burocráticas, dudamos mucho que sean cubiertas con las recaudaciones impositivas  por conceptos de multas coyunturales , así como por concepto de IVA.

Por ahí leí que una firma transnacional adeuda morosa e enfatuadamente   unos cuantos milloncejos por multas desde hace casi una década, y nanai, nanai. El gobierno pareciera ser impotente, y aunque mucho desea que seamos potencia, por lo menos, en política distamos mucho de serlo mientras no se ejemplaricen las sanciones merecidas por los delincuentes del comercio y de la política[2].

Los comerciantes jamás han sido otra cosa que usureros de oficio, como todo capitalista, abstracción hecha de las bondades que les asistan como personas, pero ya sabemos de la metamorfosis que sufren esas bellas personas, cuando se posan detrás de un mostrador.

Pero esta vez, se han pasado de maraca, y el gobierno gasta y gasta el IVA en estas batallas que no parecieran tener un final feliz, y el de a pie les entrega sus salarios con todo y los variados aumentos periódicos que hemos recibido con tan buenas intenciones de parte de la Administración Pública que por primera vez en la Historia patria y de apátridas ha osado repartir mejor lo que antes tiraba para un solo lado. Estamos, pues, frente a una disyuntiva muy dificultosa: o estamos en contra del comercio megausurario y hambreador, pero de plano y sin mayores miramientos, o eliminamos el IVA.


[1] O sea, la mayoría de ellos son interesados, clasistamente administrados. Hay valores subliminales de opresión en cada refrán que termina haciendo suyo la clase dominada y alienada, es decir, la proletaria.

[2] El síndrome de Danilo Ánderson como que se ha hecho epidemia. No hay abogados que quieran enemistarse con los amos del dólar.



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Manuel C. Martínez M.


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