No nos queda la menor duda de que el bachaqueo, dicción de la neo-jerga delincuencial venezolana, debe ser decidida y duramente combatido por todas y todos quienes decimos querer a esta Patria de Bolívar, tan duramente agredida en los últimos tiempos por feroces enemigos, tanto de afuera como de adentro, entre los que debemos contar desde ya a los bachaqueros y bachaqueras institucionales.
El bachaqueo interno dejó de ser un simple resuelve para algunos desempleados que buscaban generar ingresos, o para redondear eventualmente el sueldo que, por efecto del bachaqueo extendido, cada día alcanza menos, ya que este delito incrementa la inflación especulativa que azota en la actualidad a nuestra economía nacional, convirtiéndose por obra y gracia de la mal llamada viveza criolla en un modus vivendi, el cual ya conforma una verdadera red mafiosa con el riesgo de convertirse en común y cotidiano.
Ya el bachaqueo ha ido abandonando las calles y predios buhoneriles, para ir desarrollando nuevas y cada vez más sofisticadas modalidades, que llegan incluso a las redes sociales y al mercadeo electrónico, con servicio a domicilio incluido, con tal libertad e impunidad que debe preocuparnos seriamente, pues la multiplicidad de sus consecuencias es tal que ya supera lo meramente económico, atentando contra las políticas fiscales pues no pagan impuestos, además de atentar contra la seguridad alimentaria y el buen vivir de la población y, por ende, contra la estabilidad política del país.
De igual modo subyace en el bachaqueo un aspecto por demás preocupante (tal vez el de mayor envergadura), que es el relativo al plano moral y de los valores humanos, el cual representa la triste expresión de la pérdida de todo escrúpulo, como rasgo fundamental del perfil de bachaquero o bachaquera, a quien solo le importa el lucro in extremis sin la menor sensibilidad frente a la necesidad de la leche para los niños, los pañales, la harina precocida, y otros rubros, lo que justifican a cuenta de la cola que hacen, cuyo tiempo es sobrevalorado más allá de cualquier lógica de la rentabilidad económico-financiera capitalista, a cuyo precio le adicionan el servicio a domicilio o lugar de trabajo...
Precisamente una de las modalidades que ha venido desarrollándose y prosperando frente a nuestros atónitos ojos es el “bachaqueo institucional”, llevado a cabo por algunos trabajadores y trabajadoras de las instituciones públicas, quienes no sólo cabalgan sus respectivos horarios institucionales de mal llamados “servidores públicos”, haciendo colas en establecimientos comerciales comprando “lo que sea que esté escaso”, sino que además cabalgan doblemente sus horarios para ejecutar el proceso de oferta-comercialización-
Hoy día es prácticamente impensable que una institución pública (que por razones obvias son las de nuestro mayor interés), llámese universidad, liceo, escuela, alcaldía y hasta bancos del Estado, carezca de algún bachaquero o bachaquera, independientemente del cargo u ocupación, esto es: puede ser docente, administrativo u obrero, e incluso hasta con cargos directivos, quienes obviamente más que “redondear el sueldo”, obtienen el mayor ingreso de esta nefasta, inmoral y triplemente delictiva actividad.
Lo más grave del asunto es que los bachaqueros institucionales como delincuentes públicos, actúan en la mayor impunidad, puesto que en algunos casos desempeñan su delito con el conocimiento y hasta con el consentimiento, de autoridades y directivos de las instituciones públicas, a quienes el alto gobierno les ha encomendado “respetar y hacer respetar las leyes”, tales como la de Seguridad y Soberanía Agroalimentaria, la de Precios Justos, Contra el Acaparamiento y la Lucha contra la Corrupción, entre otras, son flagrantemente violadas cada día frente a sus propias narices, sin atreverse a hacer nada al respecto.
Ya no es para nada extraño escuchar en las calles, carros por puestos, paradas de bus o en los pasillos de cualquier institución pública que: “en el departamento tal, o en la oficina cual, la señora o el señor fulano te consigue café… pero a 300 bolos”. Tampoco es raro ir a una dependencia de éstas preguntando por alguien y recibir por respuesta: “no se encuentra, anda bachaqueando…”
Según reza la sabiduría popular: “La culpa no es del ciego, sino de quien le da el garrote”, por eso desde esta reflexión queremos hacer un llamado a todas y todos quienes tenemos responsabilidades de gestión pública, para que hagamos cumplir las leyes, para que combatamos este nuevo delito contra la Patria de Bolívar y Chávez, acabemos con el bachaqueo institucional y los delincuentes públicos…