...la territorial y la de sus “suburbios” fronterizos

Ciertamente, Colombia no quiere a sus pobres. Su libre cambio choca contra su doble paridad cambiaria...

De entrada, una cosa es el respeto al clásico libre cambio burgués, y otra, el libérrimo comercio rayano en libertinaje, tal como lo hemos observado en toda la frontera con el país más amado por su Libertador[1]. Este libertinaje es más bien una atípica manifestación de proteccionismo camuflado de parte de Colombia, habida cuenta de que con esa práctica de comprar mercancías a precios de bolívar fuerte (6 Bs.F/$) para revenderlas a    precios de bolívar débil (Bs.F 200/$), si bien y a medias suplen la cesta básica de muchos de sus compatriotas quienes sufren una carestía terrible allá en su propio patio, no es menos cierto que, aunque a elevado precio tasado en bolívar débil, repetimos, ayudan y protegen más a  los comerciantes y mercachifles involucrados en este tipo de contrabando de extracción. 

La actitud monetaria internacional y propiamente binacional asumida por este país occidental es una prueba palmaria de cómo su vieja “mantuanidad” y rivalidad entre los terratenientes oligárquicos-léase los pocos-de esa zona y El Libertador parecen no  superados, sino perfeccionados en el tiempo. Hoy, en la persona de su clase burguesa y terrateniente, esa república luce más antibolivariana que nunca.

Así, mientras Venezuela subsidia a la población de menores recursos[2], con una sobreayuda a los trabajadores de menores ingresos, a ancianos desasistidos hasta por sus familiares, a desempleados eventuales y crónicos; mientras lo hace con subvenciones al empresario, especulador por definición, y con subsidios abiertos, mismos que son disfrutados igualmente por pobres y ricos, por asalariados, patronos y patronas, por proletarios y burgueses[3] ricos, medianamente ricos y elevadamente ricos,  esos subsidios y subvenciones, decimos, son potencial y efectivamente aprovechados o extensivos a las poblaciones fronterizas que perfectamente podrían comprar acá y regresar a su casa allá. Nos referimos a los consumidores en general.

Sin embargo, eso no ha estado ocurriendo, habida cuenta de que las mercancías de la cesta básica son susceptibles de comercialización internacional, y se han convertido en un gran filón para los intermediarios involucrados, llámense bachaqueros, buhoneros de fronteras, cambistas,   y para cuanto principiante de comerciante haga uso del debido libre comercio tanto colombiano como venezolano.

De acuerdo con esos prolegómenos, observemos cómo discurren las transacciones entre Venezuela y algunos países importadores de nuestro entorno fronterizo:

Escojamos 2 tipos de cambio venezolanos, el que nos devalúa el bolívar a razón, digamos, de 200 Bs.F/$-paridad 1-, y el de 6 Bs.F/$, aprox.-paridad 2-con la cual subsidiamos y hasta subvencionamos la cesta en cuestión.

Evidentemente, tenemos un bolívar mucho más fuerte que el otro, uno fuerte y otro debilucho. Hay un bolívar, como veremos, que puede aspirar alrededor de 3000 pesos por cada 6 bolívares pagados en Venezuela para la adquisición de una mercancía subsidiada con el bolívar fuerte.

Acogidos por esa base cambiaria oficial de Colombia, como quiera que en ella, a pesar de que el dólar fluctúa libremente en pesos, por ejemplo, para un día cualquiera, la paridad para del dólar puede = 3.000 COL$/Dólar.

En ese caso, con la “paridad 2” venezolana (6 Bs.F /$ = 1 dólar), las mercancías subsidiadas con este tipo de cambio traducen en la conversión de bolívares a pesos unos 500 pesos colombianos por bolívar[4], según la paridad colombiana del día observado. Por eso, el intermediario viene a Venezuela a comprar mercancías de la cesta básica que fungen de representantes y portadoras de un dólar que si bien cuesta 6 Bs.F (valor fuerte del bolívar), realmente vale 200 Bs.F, en su paridad 1 como bolívar devaluado 33 veces respecto a la otra paridad, aprox.,  o sea, frente al otro tipo de cambio usado para subsidios varios (Bs.F = 6), pero que realmente tiene un valor inferior muy inferior de unos 200 bolívares/dólar.

De resultas:

1.- A los colombianos de la frontera que pudieran ser también subsidiados con nuestros bienes de la cesta básica, como bienes comunes para ellos y nosotros, desgraciadamente, como Colombia no quiere a sus pobres, a ellos, las autoridades colombianas se lo impiden   por aquello del libre mercado, pero Venezuela tiene el recurso de declarar prohibida la exportación de esos bienes , mientras Colombia podría perfectamente condenar el librecambismo fronterizo sin perjuicio de su libre cambio nacional.

[1] Para allá se fue a pasar sus días terminales.

[2] Hoy estimamos en más de 5 MM de venezolanos criollos y extranjeros que cenan y hasta meriendan por primera vez en su vida en la mayoría del comensal medio.

[3] Por ejemplo, 1 litro de leche pasterizada venía de costar Bs.F 1,00 y rigió para toda la población hasta hace pocos años. Hoy, con el ajuste de precios, sigue imperando esa indiferencia en el precio de unas mercancías con igual precio para todo tipo de consumidor, sin distingo alguno de sus rentas personales. Digamos que en Venezuela se está subsidiando a ricos y pobres. Esta “manguangua” comercial es la que actualmente aprovechan al máximo tanto fabricantes como intermediarios mediante el método de precios diferenciados. De allí que, pongamos por caso, haya un arroz saborizado y otro insaboro, un pan de piquito y otro de canilla.

[4] Decimos 500 pesos por bolívar porque una mercancía subsidiada que valga Bs.F 6 realmente equivale a 1 dólar, y por consiguiente entonces esa mercancía se la puede vender a 1 dólar, por medida chiquita, según el v. cambio oficial que rige de Cúcuta para adentro, pero que bajo la otra paridad sólo vale unos 15 pesos = 3000 COL/200 Bs.F. Esta paridad menor del bolívar frente al peso responde a que con esos bolívares, como moneda, como billete, sólo puede comprarse 15 pesos, aprox., con cada bolívar y este cambio es el que termina recibiendo aquella persona que efectúe cambios en la cercana orilla colombiana.

 



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Manuel C. Martínez


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