De esta forma lo recuerda Isabel:
“Corría el mes de marzo de 1946. En Buenos Aires las calles comenzaban a amarillarse con las hojas que caían de los plátanos. (Árbol de la familia de las platanáceas, diferente del plátano de Venezuela). Yo regresaba de uno de mis frecuentes viajes de investigación a provincia y al acercarme al Instituto de Musicología, situado entonces en un colonial edificio en la Diagonal Sur, allí donde anidaban todas las palomas de la Plaza de Mayo, vi en la puerta de nuestra sede, parado, a un joven delgadito, bajito, marroncito, un forastero en suma, quien me pareció que me sonreía como si me esperase. Era el nuevo becario venezolano: Luis Felipe Ramón y Rivera se llamaba, de quien –pronto me musitó una compañera- “el maestro dice que es el más inteligente discípulo que ha tenido…Yo me hice una excepción para no sentirme herida, y desde ese día Luis Felipe estuvo destinado a penetrar en mi vida, tanto como todos lo saben…”
Ya unidos como pareja y con el gran orgullo de sus primeros aportes al estudio del folklore en Venezuela, regresan a Buenos Aires el mismo año 1948 de la célebre Fiesta de la Tradición. En Argentina Luis Felipe se hace director de orquesta, aprovechando los conocimientos adquiridos con el maestro Vicente Ascone, Director de la Banda Municipal de Montevideo. Por su parte Isabel prosigue sus investigaciones sobre el folklore musical argentino y su trabajo docente, como egresada del Conservatorio de Música y Arte Escénico, donde llegó a desempeñar el cargo de profesora superior de composición. Ya eran conocidas sus obras musicales “Dos acuarelas para orquestas de cuerdas”, “Serie criolla para pequeña orquesta” y “El llamado de la tierra”. En 1952 será el nuevo regreso de la pareja a Caracas y al año siguiente con la creación del Instituto de Folklore dirigido por Luis Felipe Ramón y Rivera, Isabel Aretz cumplirá en el mismo organismo funciones de Asesoría Técnica. Todo el trabajo adelantado por los Servicios Nacionales de Investigaciones Folklóricas creado en el año 1946 por Juan Liscano y dirigido posteriormente por Francisco Carreño, será asumido ahora por el nuevo Instituto que prolonga esa etapa hasta 1965, mientras está adscrito al Ministerio de Educación. Bajo la denominación de Instituto Nacional de Folklore, prosigue Luis Felipe Ramón y Rivera las responsabilidades como director del mismo Instituto, hasta el momento de su jubilación en 1977, quedando incluido en el sector público de la cultura. Más de dos décadas de constantes estudios sobre el valor de las tradiciones populares en todas las regiones del país y que permitieron conformar un valioso archivo con miles de fonogramas, piezas musicales transcritas, importantes testimonios sobre literatura oral, fotografías y documentales correspondientes a todo lo colectado y por supuesto, cientos de piezas etnográficas que darían origen a un Museo de Folklore. Una prolongada etapa que definitivamente establece las bases de una gestión cultural sistemática sobre la importancia de las tradiciones vivas de la patria. Además de Isabel, le acompañan en esta tarea Miguel Cardona, José Clemente Laya, Alvaro Fernaud, Abilio Reyes y Gustavo Silva, entre numerosos investigadores que recorren todos los estados de Venezuela para identificar y promover la riqueza de estos saberes, sumando su aplicación a distintos procesos educativos. Ramón y Rivera, además destacó como músico y compositor. Nos entrega una obra, donde el Valse, el Bambuco, la Canción y el Joropo se imponen entre sus creaciones musicales con identidad propia. En el Valse, por ejemplo, se encuentran juegos armónicos que diferencian esta forma musical de las heredadas de Europa, así como de los valses de países vecinos. Desde el año 1939, hace fama su bambuco Brisas del Torbes, dedicado a su tierra natal del Táchira y diferenciándolo totalmente del bambuco colombiano. Fundador de la Orquesta Típica Nacional, que dirigió durante diez años, busca difundir lo mejor de la música popular. Gracias a distintas grabaciones y publicaciones, su obra permanece en el tiempo. Unos veinte libros editados y centenares de monografías y artículos de prensa dan fe de su fidelidad al saber popular.
Nacidos en el año 1913, tanto Luis Felipe Ramón y Rivera, como Isabel Aretz entregaron sus vidas al estudio constante de la tradición oral de Venezuela y de toda América Latina y El Caribe. Es mérito de Isabel la creación de un Instituto Interamericano de Etnomusicología y Folklore con sede en Caracas. Se consolida en toda la región la investigación y difusión del patrimonio oral tradicional. Desde 1971, en unos treinta países, con renovados bríos, palpita el interés de este tipo de estudios, al cual se unen distintas universidades latinoamericanas y otros organismos de educación y de investigación para trazar un gran mapa del continente, donde es examinada a profundidad la creación popular de raíces indígenas, europeas y africanas en distintas partes de América. Todo el resultado de aquel trabajo que llevarían adelante decenas de estudiosos y exploradores, llegaría constantemente a Venezuela, donde se conforma un gran archivo audiovisual y etnográfico, considerado único en la región. Más de una década se dedicó a ese peregrinaje que se resume de manera significativa en las colecciones que resguarda actualmente en Centro de la Diversidad Cultural en Caracas. “Teorías del Folklore de América Latina”, “América Latina en su música”, “Instrumentos musicales para una orquesta latinoamericana”, “Síntesis de la etnomúsica en América Latina”, “Historia de la etnomusicología en América Latina” y “Música prehispánica de las altas culturas andinas” formarían parte de los libros esenciales que tienen como autora a Isabel Aretz en una obra especializada que supera los veinte títulos, gran parte de ellos dedicados a Venezuela, tal es el caso del “Manual del folklore venezolano” del que se conocen varias ediciones. Mucho más amplio es el escenario de sus composiciones musicales para orquesta, canto y piano, clave, bandoneón, así como las armonizaciones de música folklórica venezolana. Después de su jubilación en 1985, ejerce nuevas responsabilidades, como Directora del Centro para las Culturas Populares y Tradicionales y primera presidenta de la Fundación de Etnomusicología y Folklore, también organismos antecesores del actual Centro de la Diversidad Cultural. Después de cuatro décadas de residencia en Venezuela, regresa a Argentina en 1997, donde dirige el Instituto de Etnología y Creación en Artes Tradicionales y de Vanguardia en la Universidad Nacional de Tres de Febrero en Buenos Aires. Fallece en su país del sur el 2 de junio de 2005.
Mis gratos encuentros con estos dos grandes estudiosos de las identidades de los pueblos, fueron frecuentes tanto en la región de Guayana como en el Oriente, donde sumamos su experiencia a importantes labores, como fue el caso de la creación de la Unidad de Recopilación y Difusión de Folklore en la Universidad de Oriente, y la puesta en marcha del Instituto de Culturas del Orinoco en Ciudad Bolívar. Siempre consagrados a este tipo de apoyo, la presencia de ambos investigadores en distintos linderos geográficos, ya al finalizar el siglo veinte, permitió reescribir y actualizar una gran parte de lo que fue su conocimiento primero de aquella Venezuela de mediados de siglo, comprobando que de confín a confín, las culturas vivas seguían teniendo una gran presencia, gracias al empeño de nuevas generaciones enamoradas de las raíces culturales que se siguieron desarrollando con las innovaciones necesarias. Isabel Aretz, antes de regresar a la Argentina sintió el inmenso dolor de la partida física del Luis Felipe Ramón y Rivera que tanto amó. Fallece en Caracas el 22 de octubre de 1993. Así lo reseñó Juan Liscano: “Luis Felipe Ramón y Rivera, con entereza de conciencia despierta, prefirió su muerte a la agonía que le esperaba debido a la metástasis de un cáncer en los huesos. Esperó, se negó a ingresar en el vacío de la morfina y a perder su inteligencia. Prefirió la salida voluntaria, a tiempo. Yo lo alabo”
Isabel Aretz, Luis Felipe Ramón y Rivera y Benito Irady. Encuentro en Cumaná. 1985 Credito: Rafael Salvatore |