Durante la época del generalísimo a los niños se les preguntaba en la escuela cuál era su lugar de nacimiento, y cuando respondían que eran vascos se les obligaba a poner las palmas de las manos para descargarles tablazos hasta que sangraran. En los registros civiles se impedía a los padres que sus hijos llevaran nombres vascos.
Otro tanto ocurrió con las mujeres cuando las tropas del dictador derrotaron la República y entraron a esos lugares donde, además de hablar castellano, se comunicaban en euskera, su lengua de origen.
A esas mujeres que lucharon contra la monarquía y adhirieron la causa de la democracia, cuando no eran fusiladas, se les dejaba sin un pelo en la cabeza, y las hacían tragar aceite de ricino. Por supuesto, defecaban públicamente en las calles y en las plazas. Se les paseaba desnudas y eran sometidas al peor de los escarnecimientos. Estaba prohibido que alguna puerta se abriera, y nadie podía ser solidario con ellas y sus sufrimientos porque se exponía a las mismas crueldades.
Por las horas que corren están detenidos en Venezuela, Elena Bárcenas Arguelles, Francisco Pérez Lekue e Iñaqui Etxarte Urbieta, vascos acusados de ser etarras. Pareciera que ser vasco y ser militante de la organización Euzkalerria Ta Azcatasuna: ETA, son la misma cosa. Pues no. Dentro del País vasco conviven una pluralidad de organizaciones que van desde el Partido Nacionalista Vasco, pasando por el PP y el PSOE regional, hasta BILDU, representante de la izquierda abertzale que recientemente acaba de ganar las elecciones en Euzkadi, en el marco de contiendas electorales para los ayuntamientos en toda España.
Venezuela ha tenido una larga tradición, con excepciones lamentables, de respeto al perseguido político. El Derecho de Asilo lo han ejercido en el País muchos de muchas partes del mundo, quienes han sido acogidos en nuestra Tierra de Gracia, bajo nuestras normas constitucionales, y en el marco de Tratados ratificados libremente por la República.
En el caso que nos ocupa relacionado con Bárcenas Arguelles, Pérez Lekue e Iñaqui Etxarte Urbieta, tengo la esperanza fundada de que las altas autoridades estudiarán con rigor el caso, no regresarán a los perseguidos a España, País que los persigue, y adoptará las decisiones que corresponden a nuestro estado, que está lejos de las prácticas del franquismo que por infortunio se materializan todavía, como rastros sin borrar, en la España republicana.
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