El sistema capitalista venezolano en el período 1958-1998 presentó algunas particularidades para la sostenibilidad y legitimación de todos sus componentes ideológicos-estratégicos que hizo ver a la democracia liberal-representativa como una sociedad policlasista basada en una especie de “consenso entre clases sociales” que permitía mostrar al concierto internacional, la existencia en Venezuela de “una ilusión de armonía” sin mayores conflictos sociales y por lo tanto era una nación que gozaba de “una sólida estabilidad institucional”.
Uno de éstos instrumentos de control-político ideológico estuvo representado por el llamado “pacto de punto fijo” que era manera en que los grandes partidos políticos de la derecha se relacionaban y se administraban el poder político que generó el establecimiento un poderoso bipartidismo apoyados por todo un sistema electoral hecho a la medida de sus intereses, uno de los ejemplos más significativo fue el tristemente famoso, “acta mata votos”.
Pero la dinámica política le tenía preparada una serie de sorpresas al poderosísimo bipartidismo que hasta pregonaban que su invencibilidad iba ser por los siglos de los siglos, en las que siempre veían a la población como un mero instrumento para sustentar su falsa democracia y su ilusión de armonía.
El partido político Acción Democrática y su dirigencia se sentían felices y no era para menos, en primer lugar, en diciembre de 1988, habían ganado las elecciones presidenciales con Carlos Andrés Pérez y eso les garantizaba diez años consecutivos en el poder y en segundo lugar, eso representó un segundo mandato para CAP.
Es aquí cuando aparecen unas aparentes e inexplicables paradojas en el campo político con sus respectivas interrogantes: ¿Cómo es posible que en los últimos dos años del gobierno de Jaime Lusinchi, vivíamos en escándalos y denuncias gravísimas de corrupción administrativas incluyendo lo que se conoció como “el barraganato” y AD-gobierno haya ganado de nuevo las elecciones?
Es importante destacar que en el último trimestre del año 1988, comenzaron a “desaparecer” productos de la dieta básica, generando grandes dificultades y penurias que sufría el pueblo venezolano por tratar de conseguir por ejemplo: leche , azúcar, café y hasta pañales desechables, en las cuales se daba el caso de comerciantes perversos que obligaban al comprador y compradora que querían adquirir algún producto que era difícil conseguir, “le sugerían” que tenía que adquirir una serie de productos que la persona no quería pero era la condición para que le pudieran vender un kilo de azúcar.
Mientras todo esto ocurría, el presidente electo, haciendo gala de un gran derroche, hace toda “una coronación” para su juramentación y una de sus primera medidas económicas que decretó fue su famoso “paquetazo” que entre sus perlas de marca liberal se encuentran: congelación de sueldos y salarios, liberación de precios y tasas de interés, privatizaciones, etc.
Llegó el 27 de febrero de 1989, con el aumento del precio de la gasolina y los precios de los pasajes por parte del transporte público que hizo estallar la rabia colectiva que generó saqueos colectivos por parte de una población indignada y la respuesta del Estado fue la materialización de una de las más grande represión y masacre en la historia política venezolana.
Toda esa situación por parte del gobierno por “aplacar” a como diera lugar y acabar con los saqueos, activaron el plan Ávila y el uso de contingentes militares para que les dispararan al pueblo sin mayor contemplación. Considero que en éstos tres días de alta agitación social hubo un quiebre de la institucionalidad de la democracia burguesa y la desaparición de la ilusión de armonía.
El llamado “Sacudón” o “Caracazo” originó múltiples consecuencias me gustaría destacar, dos de ellas que considero que son bien signicativas:
1.- Representó el comienzo del fin del bipartidismo y su gran influencia política.
2.- Se convirtió en fuente de inspiración para el nacimiento de un movimiento militar bolivariano que se concreta, el 4 de febrero de 1992.
Politólogo.
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