Durante la Guerra Fría, Washington transmitió infecciones como fiebre amarilla, hepatitis, tularemia y encefalitis equina

Inteligencia estadounidense inoculó enfermedades a seres humanos

Aunque para algunos parezca una ficción proveniente de pantallas hollywoodenses, una interrogante empieza a generar dudas en el mundo real: ¿existe la posibilidad de inocular enfermedades en determinadas personas, sobre todo en líderes políticos para eliminarlos físicamente?

A raíz de la muerte del presidente Hugo Chávez Frías, una buena parte de la población se pregunta si el carcinoma que padeció el Jefe de Estado pudo ser inducido, de acuerdo a la hipótesis que él mismo manejaba.

“¿Sería extraño que hubieran desarrollado una tecnología para inducir el cáncer y nadie lo sepa hasta ahora y se descubra esto dentro de 50 años? ¡No lo sé!, sólo lo dejo a la reflexión”, dijo el mandatario, durante la salutación a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana en diciembre de 2011.

Del otro lado del cristal, sus detractores desestiman tales posibilidades y minimizan la importancia del hecho. Pese a todo lo ocurrido, antecedentes desde hace más de medio siglo atrás ratifican que la Casa Blanca contagió con diversas enfermedades y virus a miles de personas en varios continentes, a fin de probar la efectividad de sus experimentos, “como mecanismo de defensa”.

Retrocede la película

Informes revelados por la prensa, entre los años 1946 y 1948, aseguran que los Estados Unidos –en medio de la presidencia de Harry Truman– contagiaron enfermedades de transmisión sexual (ETS) a unos 700 y mil 500 guatemaltecos sin su consentimiento, cifra que se desprende de fuentes oficiales del país centroamericano.

Según estos reportes, los ensayos en humanos, denominados “Estudio Tuskegee”, se develaron gracias al hallazgo realizado por la doctora Susan Reverby, profesora de la universidad femenina estadounidense, “Wellesley College”, quien descubrió que el cirujano John Cutler, funcionario del Servicio Público de Salud de los Estados Unidos, lideró, en 1946, una serie de investigaciones sobre reacciones de medicamentos contra la sífilis, gonorrea, chancro blando, cuyos resultados jamás fueron publicados.

Cutler, con un equipo de especialistas, inyectó los virus a prostitutas, soldados y enfermos psiquiátricos sin sus conocimientos para estudiar las secuelas en periodos prolongados y cómo la penicilina podía combatirlos, pese a que los afectados desconocían su padecimiento. Además, fueron motivados a mantener relaciones sexuales con sujetos sanos con la intención de propagar los contagios.

Se presume que algunos científicos estadounidenses contaron con el aval de ciertas instituciones del Gobierno de Guatemala, durante la administración de Juan José Arévalo Bermejo.

63 años después, en de octubre de 2010, los pormenores del “Estudio Tuskegee” salieron a la luz pública y fueron admitidos por el régimen de Barack Obama. La secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, a través de un comunicado, condenó estos sucesos por encontrarse “al margen de la ética” profesional y pidió disculpas a “todos los individuos que fueron afectados por estas repugnantes prácticas investigativas”.

El entonces presidente guatemalteco, Álvaro Colom, rechazó estos “delitos de lesa humanidad” y no descartó la posibilidad de tomar acciones judiciales en tribunales internacionales. Sin embargo, hasta la fecha, no ha logrado concretarse nada.

Detrás de la Operación Whitecoat

En medio de la Guerra Fría, Estados Unidos orquestó exámenes con personas a quienes les traspasaban infecciones que iban desde la fiebre amarilla, hepatitis, tularemia, encefalitis equina, entre otras, para luego desarrollar medicamentos, a grandes escalas, con el pretexto de enfrentar un supuesto ataque biológico que emprendería la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) contra los países que apoyaban al capitalismo.

El Departamento de Defensa estadounidense produjo antibióticos y vacunas luego de experimentar con soldados sanos sin su consentimiento, quienes fueron usados como cobayos durante un tiempo, hasta que las pruebas se destaparon y, aquellos uniformados se rehusaron a participar.

Ante la negativa, Estados Unidos optó por usar a más de dos mil cristianos adventistas, a quienes se les obligó a ser voluntarios de las investigaciones para que no prestaran el servicio militar.

En septiembre de 1994, la administración de Bill Clinton reconoció públicamente que había “consumado una monstruosa violación” de los derechos humanos. Hoy se conoce a la Operación Whitecoat como los experimentos humanos más grandes de la historia.

Asesinatos selectivos

La historia no concluye allí. Según información desclasificada filtrada a los medios de comunicación en 2007, las fuerzas castrenses de los Estados Unidos estudiaron la posibilidad de usar venenos radioactivos para asesinar a líderes en la Guerra Fría.

Uno de los textos publicados, refería que los ataques hacia los blancos a eliminar debían realizarse de manera discreta de modo que fuera perfectamente imposible rastrear la participación de Washington.

“Esta clase de municiones se proponía para el uso de agentes secretos o unidades subversivas en ataques letales contra grupos pequeños de individuos importantes, por ejemplo durante las reuniones de líderes civiles o militares”, aseguraban los documentos obtenidos por la agencia “Associated Press”, aunque éstos no aportan pruebas que manifiesten si los Estados Unidos llegaron a usar un arma radiológica para asesinar a dirigentes con notable incidencia dentro de las masas populares.

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@OswaldoJLopez


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Oswaldo López Martínez

Periodista de @CiudadVLC/ Moderador del programa #EnLaCumbre, por @RNVcentral 90.5 FM

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