Reciprocidad: Ellos "Capriles" y nosotros "Julián Conrado"

La deslealtad nos persigue, así ha sido la relación con Colombia después de la disolución del proyecto unionista del Libertador Simón Bolívar. La cosiata fue un pacto de traición al legado en vida del Libertador, ejecutado por Santander y Páez, desde ese momento histórico, el estigma de Santander ha marcado la forma y el estilo de la diplomacia colombiana, en especial en su relación con Venezuela.

Mientras tanto, una relación muy benevolente, amorosa, fraterna y muy débil, ha sido el estilo de relación diplomática de Venenezuela con Colombia. Pérdida de territorio, agresiones fronterizas, conflicto paramilitar e insurgencia trasladado a nuestro territorio, vacuna, secuestro, contrabando, entre otras cosas, son hechos concretos que se han vivido y se viven producto de la relación de hermandad siamesa muy tensa y dispar.

La realidad fronteriza actualmente con Colombia, se centra fundamentalmente en el desangre de divisas, el tráfico de combustible y las acciones paramilitares y vacunas que tienen azotadas a nuestros conciudadanos, y aún así, Colombia no hace nada por resolver un asunto que cree incluso que es responsabilidad exclusiva del gobierno y pueblo venezolano.

Sin embargo, el Presidene Chávez simpre quiso mantener una relación fraterna y equilibrada con Colombia y su Gobierno, siempre preocupado incluso en contribuir a la paz, en varias oportunidades asumió el liderazgo internacional en la conducción de acciones en función de la liberación de personas detenidas por las fuerzas insurgentes en Colombia, además de servir de mediador de la guerra civil que vive nuestro hermano país, siempre con la aprobación del gobierno colombiano.

De hecho, cuando el Presidente Chávez se reúne con representantes de la FARC, fue con la estricta aprobación del gobierno de Álvaro Uribe, oscuro y nefasto presidente de Colombia para aquella época. Sin embargo, los intereses oligarcas, antibolivarianos, divisionistas e dependientes del imperialismo estadounidense, condujeron a Uribe por el camino belicista que generó conflicto tanto con nuestro país como con Ecuador, en una flagrante violación de soberanía que fue conducido por el entonces ministro del gobierno de Uribe, el actual presidente Juan Manuel Santos.

Para la época de la elección del actual presidente Santos en Colombia, de manera reiterada afirmé darle apenas una año de luna de miel a las relaciones "armoniosas" con el gobierno revolucionario, sin embargo, la situación de enfermedad del Presidente Chávez retrasó lo que por lógica debía pasar.

Hoy, como se esperaba, Colombia rompe el pacto de Caballeros hecho por Chávez y Santos en Santa Marta, pacto que implicaba entre otras cosas el no reconocimiento de beligerancia de factor alguno que no fuese autorizado por el otro gobierno, que buscaba originalmente frenar el uso del territorio venezolano como caja de resonancia de las fuerzas insurgentes colombianas y que trajo como consecuencia la detención y deportación de Becerra y la injusta e ilegal detención de Julián Conrado en Venezuela, a cambio de la deportación a tierra venezolana del narcotraficante Makled.

Santos que nunca ha sido tan santo, aún a pesar de las aparentes ingenuidades de nuestra política binacional, tenía fundamentalmente como objetivo restablecer el intercambio económico entre los dos paises, para evitar una crisis mayor a la que estaba ya viviendo la zona fronteriza colombiana y los empresarios de la zona. Pero todo esto era un mientras tanto. Santos, tratando de recomponer el poder a lo interno de Colombia, lo que ganaba era tiempo para volver a alinear su estrategia desestabilizadora en contra de la revolución venezolana.

El gobierno colombiano nunca ha dejado de ser epicentro de la conspiración de las oligarquías binacionales, sumisas a las directrices de los Estados Unidos. El conflicto Uribe y Santos, no ha sido nunca político, sino económico, y la oposición venezolana ha utilizado de manera permanente a Colombia como base de operaciones conspirativas, por lo que es difícil comprender qué nos sorprende del recibimiento público de Santos a Capriles.

En todo caso, el asunto real es que Santos rompió el pacto, y nosotros seguimos teniendo los mismos eternos problemas con Colombia. Por lo que no tengo duda que o asumimos una política binacional agresiva o dentro de poco volveremos a creer en pactos de caballeros. La reciprocidad ante la acción de Santos no puede esperar, la liberación de Julián Conrado podría ser una medida equilibrada y justa, pero además, medidas fuertes para parar el desangramiento en la frontera con el tráfico de las divisas a través de la remesas, y la depuración de cédulas venezolanas a colombianos que no cumplen los requisitos para la nacionalidad en la frontera, además de una política sería en contra del tráfico de combustible y contrabando de alimentos, además de una depuración ante la vil complicidad de parte de nuestro ejército fronterizo, que no sólo es parte interesada, sino que llegan al descaro de tráficar los cupos para servir en la frontera por el gran beneficio económico que reporta.

Pensar que al gobierno de Santos le preocupa la retirada de Venezuela de la comisión de paz, es pensar que a Santos le interesa que eso suceda en Colombia. Propuestas como las anteriores serían más certeras y demostraría a Colombia la firme convicción de no seguirnos prestando más al juego de manipulación en el que caemos con la excusas de que Colombia era la preferida de Bolívar. El problema es con su gobierno, no con su pueblo, pero mientras el pueblo colombiano siga decidiendo su destino en manos de la proimperialista oligarquía colombiana, nosotros no podremos hacer otra cosa, que no sea defender nuestra soberanía y nuestros interés.



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Nicmer N. Evans

Director de Visor 360 Consultores, una piedrita en el zapato, "Guerrero del Teclado", Politólogo, M.Sc. en Psicología Social.

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