Querido camarada Ibsen:
Recibe nuestro más caluroso y revolucionario saludo y lo haces extensivo al joven camarada, amigo de la Fundación Pedro Rodríguez Vive, que también fue involucrado en el caso que los mantiene en prisión.
No vamos a decir que nos entristece tu prisión. No, nos entristece que por defender al Proceso Bolivariano, estés preso siendo juzgado por las leyes del socialismo del siglo XXI. Eso no ha sucedido contigo nada más. Caso tras caso se han repetido en los últimos años que obliga a detenerse y pensar sobre ¿el por qué acontecen esos casos?
No creemos en la perfección de ninguna Revolución. Incluso, el Comunismo ya altamente desarrollado, suponemos, tampoco será perfecto. El errar estará siempre, como duende, en las entrañas de todo ser humano. Nosotros respetamos, aunque no la compartimos, esa creencia de que Dios hizo el mundo a su imagen y semejanza para que los seres humanos fuesen perfectos. ¿Y qué se demostró? Que el primer imperfecto fue Dios mismo al tratar de hacer a los hombres y mujeres perfectos. Es todo. Por eso no creemos que rezando y pidiéndole a Dios lograremos tu libertad, aunque mucho se lo valoramos a las personas que lo hacen, cada noche antes de dormir o al levantarse frente a un altar, por tu libertad y tu salud.
El Derecho, para nosotros, se inventó –en todas sus fórmulas- para defender intereses económicos de los amos de la propiedad privada y de la riqueza producida por los explotados y oprimidos. El Derecho es, a nuestro juicio, la más evidente y descarada expresión de la desigualdad social. Del Derecho Natural o Racional, el más viejo de todos los derechos, decía el camarada Engels que “... esa justicia representa sólo la expresión de las relaciones económicas existentes idealizadas, elevadas a las nubes”. Pues, tampoco debemos esperar que la jurisprudencia de un país, por muy revolucionario o socialista que sea el Estado, sea perfecta. Tú caso, camarada Ibsen, es otro ejemplo no sólo de la imperfección del sistema jurídico en Venezuela sino, peor aún, de la profunda desigualdad que continúa existiendo sin que se haya podido ponerle coto final a esa anomalía. Por suerte, eres un joven que ha sido capaz de comprender esas cosas y, entre otras, por ello mantienes tu convicción revolucionaria intacta en la cárcel. Ahora, más sin embargo, tu madre y tu padre y algunos otros de tus familiares, por no comprender lo que tú si comprendes, se preguntan a cada instante: ¿Qué Gobierno estamos defendiendo y por qué debemos seguir sacrificándonos para que se sostenga en el poder? Nosotros, como Organización política EPA camarada Ibsen, ni los vamos a criticar ni los vamos a juzgar. Ni ellos ni nosotros somos perfectos. Los dolores de tu madre y de tu padre, por ejemplo, son tan intensos que sería injusto de nuestra parte solicitarles que los echen por la borda del olvido. No, eso jamás ni lo pensaríamos ni lo haríamos.
Hemos tratado de hacer lo que está en las medidas de nuestras posibilidades por conquistar tu libertad. Sabes bien que ningún militante del EPA está ubicado ni si quiera en esferas medias de poder. Somos una Organización que apoya al Proceso Bolivariano sin búsquedas de prebendas de ningún género porque todo nuestro pensar y accionar es en función de conquistar objetivas que satisfagan las aspiraciones del pueblo. Y en ese difícil y duro trajinar hemos sido tratados como convidados de piedra. Eso nunca ha trastocado nuestros deberes ni para con el pueblo ni para con el Proceso Bolivariano.
Hoy, lo reconocemos, vivimos un dolor. El dolor de saber que te encuentras tras de las rejas en Santa Ana (estado Táchira) siendo inocente del delito que se te acusa. Eso lo saben los organismos de seguridad, los tribunales y el propio Gobierno Revolucionario. Esa es una paradoja que nos avisa no sólo de las imperfecciones sino de las injusticias que se cometen en nombre de lo que soñamos y por lo cual soñamos: del socialismo. Y ese dolor que vivimos, camarada Ibsen, es una libertad que nos falta por conquistar: la tuya.
Bien sabes, querido camarada Ibsen, que nuestra Organización no cuenta con recursos económicos para hacerte menos pesado el cautiverio. Como la canción de Juan Gabriel sólo tenemos mucho amor para darte. Amor que se traduce en solidaridad y estar espiritualmente contigo en todos y cada uno de los días que pases en cautiverio. No tenemos ninguna necesidad de solicitarte fortaleza, ánimo, fuerza, porque has demostrado en demasía ser un militante revolucionario integral, de esos que en cualquier lugar en que se encuentre sabe que está cumpliendo con sus deberes revolucionarios. Nadie tiene derecho a decirte que los sueños del pueblo valen muchísimo más que tus sueños individuales. Por éstos jamás has hecho nada por sublimarlos o priorizarlos, porque mucho sabes que en la medida que el pueblo conquiste los suyos, allí estarán los tuyos –que son los nuestros como Organización EPA- haciéndose realidad. Por eso no somos forjadores ni ofertamos a nadie las utopías.
Querido camarada Ibsen: los días van pasando. El tiempo marcha y nuestro deber es aprovecharlo al máximo porque jamás nos dotará de décadas para que en un futuro pensemos y luchemos por lo que es primordial en el presente. Sólo te pedimos que la cárcel la conviertas en una gran escuela de autoformación política e ideológica. Así como muchas comunidades en este mundo resisten mediante actividades de autogestión a los embistes salvajes del capitalismo, los presos deben vencer el ocio alimentando constantemente la conciencia. Para nosotros, aunque el mundo se una y se confabule para contradecirnos, tú eres un preso político y, más concretamente, de la conciencia del sistema jurídico venezolano que ha demostrado, en muchísimos procesos judiciales, ir por el camino contrario a la justicia que pregonan los valores socialistas.
Querido camarada Ibsen, nunca olvides en ese cautiverio aquello que de “Clamores de nuevo amanecer” te gustó y te cautivó: Queremos que el sol salga un día sonriéndole a todos para que la luna y las estrellas y los luceros no tengan ningún quejido de tristeza en la noche; que las aguas vuelvan a ser cristalinas y se miren las piedras en su espejo; que nadie le mate la alegría a otro; que la montaña sea el verde eterno de la vida; que ninguna alma se acueste sin futuro; que ninguna ternura se llene de nostalgia; que los niños también hagan sus creaciones en el sueño; que la palabra comprometida se duerma segura que será cumplida al despertarse; que ningún hombre vuelva a ser esclavo del hombre; que todos los jóvenes se junten en las aulas del conocimiento; y que todas las mujeres se sientan verdaderamente emancipadas.
Desde ahora hasta el día en que salgas en libertad con la plena demostración de tu inocencia, será consigna nuestra: ¡Libertad inmediata para los camaradas Ibsen Colmenares y Elberson Díaz! Contigo siempre querido camarada Ibsen.
Con un fuerte abrazo de pecho a pecho, te queremos: tus camaradas del EPA.