Sinceramente, este artículo no lo escribo con la intención de herir sensibilidades ajenas y mucho menos con el propósito de arremeter contra mi prójimo, pero los actuales acontecimientos me obligaron a sentarme frente al tablero para mitigar un sentimiento que me corroe el sitio donde se ubican las pesadumbres.
No es fácil expresar en palabras lo que alberga mi cerebro ante los infelices hechos de sangre que continuamente se suceden en el planeta y por lo general, la prensa mundial sólo se hace eco en circunstancias muy especiales. Recién el país se vio envuelto en un trance sangriento donde una joven actriz y su esposo perdieron la vida y su pequeña hija recibió una herida de bala. Como siempre, de inmediato, los medios de comunicación basura toman para sí esta infeliz noticia para enfilar sus puñales contra el gobierno bolivariano y me asombro, al observar algunos periodistas hurgando en la llaga para que la fétida purulencia impregne todo lo que lo rodee. No cabe duda, estos comunicadores insensibles parecen solazarse ante el dolor ajeno. Es bueno recordar el comportamiento de estos mismos medios de comunicación ante la enfermedad y la desaparición física de mi comandante Chávez.
Por lo general la prensa busca los acusados de estos asesinatos entre los miembros de los bajos estratos de nuestra sociedad, como si fuera en tales capas donde se inocula la maldad. Aunque tal afirmación no es verdadera, nadie se pregunta por los responsables de la violencia que en el día de hoy está conmoviendo la humanidad. Pareciera que los efectos no tienen causa. Juzgo que la mayoría de las personas piensan que lo que está sucediendo son situaciones al azar y sólo nos asombramos cuando se produce la muerte violenta de alguien conocido: un político, un deportista, un sacerdote, un artista, un actor o actriz de cine o televisión, entre otros. Nos olvidamos que ciertos partícipes de la sociedad vienen infectando de violencia a diversos grupos humanos del planeta y lo hace a través de diversos agentes: de un nefasto modelo capitalista, de una televisión y un cine alienante, una prensa comprometida, una sociedad sin valores morales, una iglesia hipócrita, unos políticos embusteros y sinvergüenzas, una tecnología inhumana, un brutal sistema financiero, entre tantos de los mecanismo que están operando en ámbito mundial. Tales causantes propician, de algún modo, a que ciertos individuos de todos los estratos sociales desaten sus instintos más depravados en circunstancias inopinadas.
Nos asombramos y nos envuelve el dolor cuando un personaje conocido es víctima de la violencia y de inmediato aspiramos que la policía resuelva de súbito el caso para conocer los nombres de los asesinos. Lamentablemente vivimos en una sociedad de hipócritas. Casi todos los días en el ámbito mundial se producen cientos de fallecidos con el cual identifiqué este artículo: “muertos sin nombre”; difuntos que nadie recuerda ni recordará. Paralelo a esto ocurre algo muy singular: nadie se preocupa por identificar el culpable de estos viles asesinatos. Regularmente se contabilizan difuntos en Afganistán, consecuencia de los bombardeos realizados por los drones, los cuales están acabando con la vida de niños, padres y madres inocentes que nada tienen que ver con la política. Nadie se preocupa de los nombres de los asesinos que dirigen estos aviones singulares (sin pilotos) desde un estante, sentados cómodamente en alguna cómoda oficina con aire acondicionado y mucho menos, la prensa acusará al presidente Obama de asesino y autor intelectual de tales homicidios. Seguramente la ley antiterrorista podrá acabar con las pretensiones del defensor de la libertad de prensa. Recién le presidente de Francia, François Hollande, envió su “ejército de paz” a Sudán para acabar con rebeliones, pero de seguro los “daños colaterales”, victimas por equivocación de objetivos, no se dejarán esperar. Los “falsos positivos” de Uribe dejaron más de cinco mil finados y nadie en Colombia es capaz de tratar al ex presidente de asesino. Imposible olvidar a Netanyahu quien pareciera estar dedicando parte de su vida al exterminio de los hijos de Ala, tal como en algún momento pretendió Hitler con los judíos: la solución final de los palestinos. Al fin y al cabo son muertos sin nombres y asesinos anónimos.
Somos una sociedad de hipócritas y desmemoriada. Le rendimos pleitesía a un banquero y pareciera que olvidamos que las más cuantiosas estafas de la historia de la humanidad las hicieron y las hacen los “elegantes” avaros financistas. Pero no es que solo son estafadores también, en el ámbito mundial, han inducido al suicidio a cientos de ahorristas, quienes confiaron en su apariencia para entregarle sus ahorros y al final, no pudieron pagar la hipoteca de su casa. ¿Acaso no son responsables de tales delitos ciertos presentadores de televisión que inducen a los televidentes a depositar su dinero en unos bancos dirigidos por truhanes? No cabe duda, estos suicidas tampoco tienen nombre y los criminales son anónimos.
Es sorprendente lo que pasa en el planeta. En la pequeña pantalla vemos a unos animadores de la televisión induciendo a las damas a ingerir pastillas o alguna poción adelgazante, o también alguna bebida gaseosa o propiciando las bondades de una comida chatarra que al final, serán responsables de enfermedades y muertes de muchos televidentes. Los médicos están concientes de varios laboratorios que inventan fármacos que durante su período de prueba ocasionan la defunción a cientos de pacientes. Tampoco podemos dejar de lado a los galenos cuyo enfermo perece en el quirófano por mala praxis médica. Muertos sin nombre y asesinos anónimos.
Al final de diciembre observé con pasmo a un grupo de políticos y ONG solicitándole al presidente chavista MM la amnistía o el indulto para el acusado y juzgado Simonovich, sin preguntar la opinión de los hijos y de las viudas, víctimas de su cruenta actuación de este comisario durante el golpe de estado contra mi comandante Chávez. Entonces ¿será posible una absolución para los forajidos que acaban de cometer el homicidio de la pareja recién asesinada? Una cosa es el perdón y otra es la justicia. Se podrá perdonar pero no impedir que la justicia continúe su curso y los criminales paguen por su delito. Y qué decir de los catorces victimas que perecieron en manos de unos fanáticos instigados por Capriles. De nuevo estamos en presencia de muertos sin nombre y criminales anónimos.
Quiero dejar claro que no justifico la violencia criminal, pero me molesta de sobremanera la hipocresía de nuestra sociedad y de nuestra prensa basura. Todos los días se acontecen muertes instigadas por “personalidades” ligadas a la política, al sistema financiero internacional y a la industria contaminante, pero el aberrante mutis de muchos de ellos los hace cómplices de las barbaries. Dejemos que los dolientes entierren y lloren a sus deudos, que de seguro son quienes están padeciendo la pérdida de sus familiares y no permitamos que la prensa amarillista, amparada de un dolor que no sienten, haciendo uso de la libertad de expresión pretenda desprestigiar el gobierno bolivariano y socialista. Una administración que tanto está haciendo para resolver los problemas de seguridad que nos viene agobiando a todos los venezolanos desde hace más de cien años.
No es sólo es obligación del presidente MM, también lo es de la sociedad, de la escuela y por consiguiente de la familia, la de inculcar nuevos valores y desterrar para siempre los de una sociedad capitalista egoísta e inhumana. Basta de muertos con o sin nombre, luchemos por una Venezuela en paz y armonía.