El Gobernador está ocupado y la Ministra Aloa no puede hacer nada, todos están tan lejos de la Sierra fronteriza pateada por indios al igual que por muchos de sus enemigos propios y foráneos. Ciclos de lluvias, fuertes veranos e incendios se turnan para empobrecer sus tierras que a nadie le importe, no hay dinero para hacer algo por ella y sus hijos amerindios.
Ya ni Ángel Luis habla de la Sierra con entusiasmo. Parece que desde que se fue sin avisar el Ministro aquel que ahora es Gobernador de Miranda nadie viene con mega proyectos serios para quererlos o aniquilarlos por completo como en verdad trato de hacer en aquellos tiempos en que se medía su hábitat o tierras porque así lo ordenaba el capítulo 119 de la nobel constitución y el 12 de sus disposiciones transitoria a despecho de los hombrecillos de gadema le extenuada de tanto mugir en los verdes predios donde antes vivían animales salvajes y felices indios semidesnudos entre el Lago de Maracaibo y las estribaciones de Perijá.
Todo lo que era bosque se lo llevaron los militares y civiles desde Pérez Soto hasta el pequeño Di Fiori que vivía en la lejana Cabima donde a veces desde allá se veía también la Sierra de Perijá, como quizás en muchas ocasiones tristes desde la Misión de Cabimas atestiguaron indios macoitas o xabriles exiliados allí por la Corona porque no permitían con ferocidad y persistencia que españoles y canarios en el Valle de los Macuayes caminaran felices con las vacas entre sus verdes pastos hambrientos de selvas vírgenes pertenecientes a sus vitales territorios.
Quizás el ejercicio de la gran política exterior e interior de izquierda que desvela al gran gobierno como las guarimbas terroristas sembradas en las grandes ciudades sean la causa del abandono y la exclusión gubernamental, y no la existencia de un racismo imponente que hace que se molesten cuando enfermos, torturados y hambrientos salen los Yukpa obligados de la Sierra para protestar frente a instituciones del Estado que los sepultaron bajo el imperio de tanos papeles de leyes escritas incumplidas bajo la sombra imponentes de la pirámide petrolera y minera, o salir para llegar a las Naciones Unidas a exigir derechos, sus derechos que en la Sierra o en Machiques, Maracaibo, o en Caracas por igual nada valen.
Estos indios de nuevo visitarán a Blagdimir Labrador para despedirse, porque ya Arias no los atiende como solía acompañado del Fiscal Superior Richard Linares, entre otros representantes de los poderes gubernamentales y de las leyes de la República que Sabino llamó en vida el Derecho Romano. Se irán a Caracas de nuevo a buscar sus amigos y amigas descendientes de Guaicaipuro para protestar en salas, calles y frentes de las instituciones que se escondieron a 15 meses de la muerte de Sabino para violarles sus derechos ancestrales; y después de nuevo se irán a Ginebra o a New York a acusar de nuevo al Gobierno del Socialismo del Siglo XXI por negarles ahora los acuerdos que les prometieron de indemnización, justicia y paz.
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