La agudización global de la crisis económica y social arrastra fenómenos execrables de violencia contra los más débiles, contra los seres humanos afectados por la pobreza y miseria extrema. Masacres, asesinatos, desapariciones, torturas, son situaciones repetidas en serie y ejecutadas por aparatos policiales y estructuras paramilitares, adiestradas en el manejo de la violencia y la represión. Formadas en la brutalidad física para sofocar la repulsa ciudadana cuando la misma reclama sus derechos civiles y políticos fundamentales.
Las masacres de estudiantes y de ciudadanos inermes ha propiciado, en días recientes, la expresión indignada de la multitud. Ayotzinapa (México) y Quinta Crespo (Caracas), son dos momentos emblemáticos de la actual coyuntura. Maquinas de muerte enloquecidas se descargan contra núcleos sociales representativos de la resistencia popular. Contra los normalistas revolucionarios de la nación azteca, en un caso, y contra los colectivos chavistas, en nuestra situación.
La multitud, expresión de la retícula biopolítica urbana, cobra forma en diversas coagulaciones sociales. Ya no es solo la clase, que por supuesto está allí; es un mestizaje de distintos matices constituidos como sujeto y subjetividad, colocados en duro antagonismo contra las camarillas lumpenescas (burguesías oligopólicas), conformadas en el despojo y la apropiación de todos los excedentes y rentas liquidas.
Los colectivos son la conciencia de la multitud. Es la voz y la rabia popular que cuestiona el mundo de la distorsión y desviación del proceso revolucionario. Es la defensa de los derechos adquiridos. Es la irreverencia con la corrupción e ineficiencia de las burocracias boliburguesas. Es la memoria del Comandante convertida en auditoria social y vigilancia de las conquistas populares.
Cuerpos policiales infestados de odio acuden a la fuerza y violencia para doblegarlos mediante la masacre. Quinta Crespo es el resultado. Hay que impedir que eso se repita. Que otro colectivo revolucionario sea objeto de exterminio sangriento. Eso es inadmisible en la República bolivariana.
El Presidente Maduro ha tomado nota de este horripilante evento. Ha salido un Ministro y se anuncia un proceso de depuración policial, con expertos atendiendo el embrollo. Fredy Bernal, un destacado líder chavista, ha sido encargado del tema. Hay que confiar en su compromiso ético y capacidad profesional.