Con el caso de la agresión a la ex Defensora del Pueblo Dra. Gabriela Ramírez ha quedado confirmada como lo expresé en mi último artículo del 2014 la enorme dosis de disociación, cuyo principal ingrediente es el odio, con la que han sido inoculados miles de venezolanos y que a veces supera al dengue e incluso a la temida chikungunya, afortunadamente, la Revolución como en este caso, ha actuado a través de sus órganos de justicia, con premura y la mujer que agredió a la compatriota Gabriela, fue identificada y detenida.
Sin embargo este suceso ha servido para dejar al descubierto algo, muy, pero muy frecuente que es lo que se ha sabido de la personaje como beneficiaria de una de las instituciones de salud más emblemáticas, creadas por la Revolución la cual es el Hospital Cardiológico Infantil, donde a un hijo o hija de la agresora le fue salvada la vida, cuestión que para nada le sirvió, al menos para agradecerlo y con dignidad, aun siguiendo como opositora, quedarse tranquila y no caer en la bajeza de agredir a una destacada venezolana de la forma en que lo hizo.
Pero es que esta clase de conducta es muy común y forma parte del la disociación mediática, que entre otras cosas les hace decir a muchísimos que se benefician de la bondad de la misiones, que nada tienen que agradecerle al gobierno, pues eso les pertenece, en un ilógico razonamiento al que no llegarían si sólo se preguntasen, si en los gobiernos que ella quiere que regresen, se hizo algo siquiera parecido, y que le permitió a ella como muchos, tener a su hijo vivo, o a los millones de adultos mayores disfrutar de una pensión tan digna, que como en ningún otro país se homologa al salario mínimo, o al de millones de jóvenes que ya no tienen que pasar por la Odisea que pasamos muchos de quienes requerimos estudiar en los gobiernos de la cuarta y que necesitábamos de un milagro para conseguir un cupo en la Universidad, o las millones de familias que se han visto beneficiadas con un techo digno y millones que en la cuarta, por la que luchan para que vuelva, esta señora y el resto de disociados, fueron lo eternos olvidados e integrantes del ejército de pobres y miserables, que hoy han sido rescatados por este Proceso, incluso de una posible muerte como su hija.
¿Qué clase de madre es esta, que sobrepone su odio a la gratitud para quienes después de Dios le permitieron seguir disfrutando de la presencia de su hijo o hija con salud y vida?
La respuesta: una mujer víctima del virus de la disociación, como muchas de las que conocemos y que siguen la perversidad de, por ejemplo, una María “Violencia” Machado, todas condenadas a ahogarse en su propio estercolero.-
Nota: Por el artículo anterior he recibido tres correos de quienes me leen y seguramente a otros, para insultarme; igual que en otras oportunidades publicaré, en aras de la libertad de expresión, su venenosos dardos, que para nada, hacen mella en mi, pero que muestran casi en todos los casos, la bajeza de quienes llevan 15 años rumiando sus derrotas y están condenados a seguirlo haciendo, pues su conducta no les da para más.-