La pérdida de la capacidad de crítica obliga a transitar un atajo que lleva a formas de gobierno fraudulentas. Las respuestas al día a día se construyen desde el miedo y la soberbia, se pierde la estrategia, los principios ceden a la urgencia, el pragmatismo sustituye a los principios. Se entra así en un torbellino que conduce al azar; una sociedad con ese falso timón, llevada por el viento, es presa de la "autoridad del fascismo". La solución de fuerza es una tentación de la pobreza de ideas, de la carencia de rumbo.
Este gobierno perpetró el pecado de la soberbia, abolió la crítica y de esta manera cerró la comunicación con la realidad, con la búsqueda del criterio, se enclaustró. Al principio obtuvo algunos triunfos que profundizaron el error, el “dakazo” ayudó a ganar las elecciones pero fue el mordisco a la manzana. Así, la política socialdemócrata de búsqueda de adhesiones con las prebendas se hizo doctrina, el gobierno perdió la personalidad socialista, se convirtió en un híbrido capital-socialismo cada vez más inoperante, sólo puede guardar las apariencias.
En el barrial de las elecciones burguesas el gobierno se mueve con inusitada experticia, busca excusas, crea enemigos, endosa errores; eleva el clientelismo y la demagogia. Con esa conducta es posible que gane las elecciones, pero sin dudas asesinará la poca posibilidad socialista que aún existe. Son tiempos de la pata de palo y el parche en el ojo, vendrán las miles marramucias de lado y lado, volarán los inventos: tarjetas “mi negra”, reparto, operativos, promesas, miedos, ese será el altar de la dominación burguesa y el patíbulo del Socialismo.
Un ejemplo es el trato a la delincuencia. El gobierno tiene que tratar el problema de la delincuencia, se lo imponen las encuestas, y actúa de la mejor forma socialdemócrata: reprime a los pobres, inventa enemigos, ataca a los colombianos, quiere arreglar con el chaleco antibalas lo que ha debido arreglar con la formación de conciencia. Está pagando la política clientelar, la elevación de valores capitalistas, egoístas. No atiende el problema central: la falta de conciencia del deber social, la falta de formación, de organización. Algunos dijeron que la recompensa material sin conciencia era un error, y la respuesta fue condenarlos al ostracismo. Ahora la realidad habla y no pueden construir otra respuesta que la represión, que es verdad que genera apoyo, pero también -y en mayor grado- genera mentalidad fascista.
No es suficiente que los organismos encargados salgan a declarar que todo está hecho de acuerdo a los derechos humanos, no es suficiente que se diga que la derecha es la que siembra la delincuencia, no es suficiente que se diga que las bandas son de colombianos, eso es una evasión de la realidad. Hay que autocriticarse, decirlo, aceptar que la Revolución debe revisarse porque ha cometido errores inmensos, los edificios de la Misión Vivienda quedaron sin atención espiritual, sin tratamiento de la conciencia, todo al libre albedrío, salvaje; y si sumamos a eso la actitud clientelar del gobierno, los valores capitalistas que difunde, entonces tenemos la bomba de tiempo social que ahora estalla en la cara de la socialdemocracia gobernante y que le exige represión, y mañana será más más más represión.
Es así, el tal Operativo de Liberación y Protección del Pueblo está destinado al fracaso rotundo, como los otros planes, como los otros operativos, ninguno de ellos va a la raíz, a la ética, la moral, los valores, la cultura. Todos caen en la tentación represiva, en el chaleco, cuando debían recaer en el libro, la cultura, la poesía, la conciencia del deber social, en la organización. El fracaso no será culpa de nadie más que de los errores de la Revolución.
Al escribir esto, corremos el riesgo de que locutores y plumíferos del gobierno nos acusen de ser delincuentes y no apoyar los ataques a Colombia… Asumimos el riesgo, la batalla contra el fascismo bien lo vale.