¡Carajo!, ¿qué hace el gobierno para protegernos de tantos ladrones, de tantos hambriadores de pueblo. No pensaba arrecharme el 24 de diciembre. Pero fue imposible. Enfermo y todo tuve que salir, por necesidad a comprar un jabón en polvo marca "Diamante" a un establecimiento que queda al frente del edificio en que vivo en Altavista Norte de Puerto Ordaz. Mi señora esposa me dijo: "La bolsa cuesta 3.700, trae una, que es la que podemos comprar". Fui al referido lugar. Tomé la bolsa de jabón y me dispuse a pagar. "Son 10.350 bolívares". ¿Cómo?—grité. Hace dos días costaba 3.700. "Eso fue hace dos días señor, hoy cuesta 10.350, si quiere llevarla, o sin déjela allí".
Casi que me desmayo, ante tan semejante respuesta. Fue cuando quise tener un poder de Dios para polvorizar ese local. Luego pensé: ¿Dónde está el gobierno revolucionario, anti-imperialista y profundamente chavista que nos gobierna? Vivimos ante un puro bla, bla, bla de los burócratas enchufados en el gobierno. ¿Cuántas panaderías han cerrado? ¿Cuándos supermercados han cerrado? ¿A cuántos "bodegas", como esta, que se ufana de exhibir una rimbombante nombre como si estuviéramos en Miami o México, clausurado definitivamente? ¿Cuántos dueños de estos establecimientos están tras las rejas? Nada que ver. Aquí se gobierna para un sector de la población, pero la gran mayoría de los pueblos venezolanos están siendo objeto de la más grande estafa y especulación, sin que emerja de algún lado un "Chapulín Colorado".
Presidente Maduro: ya basta de tanta blandura. Basta de tanta contemplanza con los verdaderos enemigos del pueblo. No basta con que el señor Contreras obligue a ciertas cadenas a bajar los precios. No. Ellos volverán con más énfasis en su insaciable avaricia. No basta con crear y crear organismos que se contaminan con los anteriores y se ahogan en la ineficiencia. Si el gobierno no puede asegurarle el alimento y las medicinas a los venezolanos, por favor, señor Presidente, autorice una cadena nacional e infórmenos para saber a que atenernos. Sus colaboradores anuncian y anuncian las llegadas de millones y millones de contenedores con comida y medicina… Señor Presidente, ¿a dónde van a parar esos alimentos y los medicamentos? Yo padezco de cáncer y, con esfuerzos, hemos recurrido a los amigos en el exterior. En estos días he padecido de un estado diarreico y no hemos encontrado nada de lo que indican los médicos. He apelado a Dios para que me ayude. En fin, señor Presidente, o se hace de verdad, verdad la revolución, o esto seguirá el mismo camino de Brasil. Una revolución no se hace con chistes ante una cámara e televisión, con bailoterapia al son de la salsa… Una revolución no amenaza, una revolución actúa… ¡Dios nos agarre confesados ante los bachaqueros y los especulares! Esos son más poderos y letales que la maltrecha MUD… ¡Se cansa uno!
Teófilo Santaella: periodista, egresado de la UCV. Militar en situación de retiro. Ex prisionero de la isla del Burro en la década de los 60.
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