Incendio, violencia, terror y muerte… He allí el saldo en los últimos días de la oposición democrática en Venezuela que con sus juventudes tan cívicas han tomado las calles de vecindad, todo ello a instancias de Luís Almagro, que desde la OEA y Arias desde Costa Rica sugirió que se debía hacer eso; como de hecho se ha cumplido bajo la guía de líderes tan esclarecidos como los diputados Freddy Guevara y Guerra, neo conversos de la derecha política que azuzan a su huestes como perros de caza y les pagan con la cooperación del exterior.
Así, estas últimas semanas Venezuela se ha tornado un laboratorio muy propicio para que los psicólogos sociales, sociólogos, politólogos, historiadores y cuanto comentarista de oficio y beneficio tengan de dónde agarrarse; según el lado de la acera que se ubique, porque aquí en Venezuela no hay ciencia social que valga. La racionalidad, parafraseando al cantante Yordano Di Marzo, se fue de viaje y domina más bien las emociones negativas más primarias: ira, miedo, muerte y destrucción; lo bizarro al modo de Trukutú o Conan “El Bárbaro”. Miniseries televisivas que recordarán quienes tengan edad suficiente, porque infundir miedo y relaciones de violencia era parte de su conducta habitual. Matatis mutandis ese viene a ser el camino que ha elegido la MUD, porque inclusive uno de esos cristianos extraviado le dio por desnudarse y mostrar sus vergüenzas, como antes se decía, por la televisión.
Luego, tanto la Policía Nacional Bolivariana como la Guardia Nacional Bolivariana les he echado también una mano, además que les ha aprehendido y echado mano. Aunque con ello ha enrarecido el aire, ya de por sí tan contaminado de nuestras ciudades principales de Venezuela contemporánea, de tal suerte que todo se ha vuelto un culantro. Aunque Maduro parece que ha dicho que la cosa no es para tanto y aficionado como es a las redes sociales se ha hecho grabar aparentando estar como decía el ex presidente Luís Herrera Campins “Tranquilo y sin nervios” y dizque está ansioso de medirse en comicios libres y democráticos.
Entonces, ¿cuál es el problema? Al parecer y no es asunto menor, uno de los problemas lo constituye la credibilidad y legitimidad, en la oposición, digo. Un segmento harto complejo de tan exquisitos que son, una élite que ahora ha incorporado en calidad de vectores de la violencia al llamado lumpen proletario, los marginados de la democracia y la revolución bolivariana, tan alienados como siempre; ello simplemente mediante unos emolumentos más bien baratos, ya que aquellos que destruyen es muy caro de reconstruir, además de que están vendiendo su conciencia o, como se dice, su alma al diablo.
Qué buena vaina que nuestra revolución bolivariana no ha podido llegar a ese segmento duro de la población, no ha pasado como diría Pablo Freire de la conciencia ingenua a la crítica, no entender cuáles son sus verdaderos intereses y hermanos de clase y se unen a quienes históricamente los han explotado y son los responsables en última instancia de la pobreza y carencias actuales. Por eso y a pesar de que uno pueda criticar a Maduro y su equipo hasta donde es posible, pero hay que estar claro que esta revolución bolivariana y chavista no puede caer sino reconducir hacia derroteros de esperanza apoyados por la mayoría.