Hay dichos populares que algunas personas suelen decir que tienen su peso en la vida de los seres humanos, tales como "el que la hace la paga", "el crimen no paga", o "el que hace mal no se va liso en la vida", al parecer son una especie de consejas o dichos populares que, decimos nosotros, algo de verdad deben tener por aquello de que, de lo contrario, no se mantuvieran siempre presentes.
Las personas no saben -ni creo se hayan puesto a investigar- si son consejas populares o si en realidad suelen ser expresiones con bases reales, pero de que han estado allí, en el tiempo, han estado y no sabemos las razones.
Pero asumiendo las realidades con mucha lógica, nos preguntamos si alguien en su sano juicio es capaz de vivir una larga y tranquila vida, más fresco que una lechuga, si le ha quitado la vida a otra persona.
No temo, sino que estoy convencido, de que escribimos sobre un tema no precisamente periodístico sino que manejan con propiedad los psicólogos y psiquiatras pues son ellos los que tienen las herramientas para meterse en la mente y el alma de los sujetos que le echan a perder la vida a las demás personas.
Pero no es ese el único tema de esta cuartilla que escribimos, puesto que los últimos acontecimientos nos colocan en los televisores, con la figura y expresión de una madre, casi en llanto, que no atina a entender lo que (¿ Una maestra, una extraña señora? Le hizo a su hijo, un menor de unos 9 años:
-Le dijo que le daría algo, lo que le gustara (no captamos bien el nombre del producto) si le pegaba a un policía con una botella llena de gasolina.
Ya a estas alturas del asunto, casi nos atragantamos con el pedazo de arepa que teníamos en la boca, este viernes 12 de mayo, al escuchar a la adolorida madre, quien hacía el citado comentario. Y ya este asunto se nos va de la mano a los periodistas que, si bien en ocasiones cuando entrevistamos a un personaje se nos ocurre irnos por algunos intersticios para tratar de averiguar algunas cosas del ánima de los entrevistados.
Algunos suelen preguntarse el por qué se llega a esos extremos y la respuesta que tenemos a mano es que no es muy complicada, porque ha estado en el ambiente de la opinión pública desde hace tiempo. La responsabilidad no está exclusivamente en el intoxicado, en este caso en la persona que con clara vileza se valió de un menor de edad, sino en el mensajero, valga decir, en quienes anidan en el imperio estadounidense, pues a ellos les importa un pito la muerte de las personas y mucho menos si quienes mueren están fuera de las fronteras de su país.
Allí radica todo ese gran operativo en el que han invertido millones de dólares y con el cual sueñan con enredar a los latinoamericanos y muy en particular a venezolanos, cubanos, nicaragüenses salvadoreños, bolivianos, ecuatorianos dominicanos y muchos más donde la conciencia viene despertando, donde las personas no se quedan dormidas.