Cuando pensé en este artículo me llego a la pensadora "Crimen y castigo", una novela del famoso escritor ruso Fiódor Dostoievski, en la que el protagonista, Rodia, un estudiante muy joven, comete un horrendo crimen y después de inopinados episodios decide entregarse a la comisaría para pagar por el delito cometido. En verdad quien leyó la novela y la recuerda tendrá su propia apreciación sobre la ley y la justicia, que no son más que instrumentos de los seres humanos en su intento que las cosas marchen bien.
No cabe duda que el ser humano es imperfecto y por lo tanto las instituciones creadas por este también lo son. Más todavía, los encargados de aplicar la ley, es decir, de velar por el cumplimiento de la regla establecida por una autoridad superior, también imperfecta, que asegure el buen funcionamiento de las relaciones sociales. Con respecto a un régimen constitucional, la ley es una disposición votada por las cámaras legislativas y sancionadas por el jefe de estado. Para la aplicación de la ley debe haber justicia, la cual es el conjunto de valores esenciales sobre las cuales debe basarse una sociedad o estado. Estos valores son la equidad, la igualdad y la libertad. La justicia reúne el conjunto de pautas y criterios que establecen un marco adecuado para las relaciones entre personas e instituciones, autorizando, prohibiendo y permitiendo acciones específicas en la interacción de estos. Sin embargo, los jueces, encargados de dictar sentencias, son susceptibles de cometer errores.
No se imaginó el pobre Rodia, en la referida novela, quien por su delito tuvo que verse sometido a la inexorable aplicación de la ley, al arbitraje de la justicia y la sentencia. Sin hacer juicio si el criminal merecía o no el castigo, se debe tener presente que, cuando se viola ley, indiscutiblemente que el infractor caerá en manos de la justicia para decidir la sentencia contemplada en el código. Es indudable que en todo este proceso intervienen hombres, cuya característica sobre saliente es que son imperfectos y siempre quedará la duda si la sentencia final es la adecuada. Han ocurrido numerosos casos, después del fallo, que el inculpado, quien pagó varios años en una prisión de máxima seguridad, se descubre que el sentenciado era inocente. Es decir, que la aplicación de ley fue ilegal y la justicia fue injusta. Cosas de las fallas de la ley y de la justicia.
En los párrafos anteriores referí un caso especial de la aplicación de la ley y la decisión que toma la justicia para penar la violación. Sin embargo, existen numerosos crímenes que, si les fueran aplicados la ley y cuyos autores fuesen llevados a los tribunales de seguro que hubiesen sido sentenciados, en algunos países a la pena máxima, o a prisión perpetua, o a la pena de muerte. Si esto no ocurriera se colige que la ley y la justicia son permisivas. Es decir, que depende de quien cometa el delito, del policía que lo detenga y del juez que lo juzgue, estribará que el acusado sea condenado o no. Surgen así los crímenes sin castigo. Hay que pensar entonces que la sociedad creó una instancia para condenar a un individuo que cometa un delito y otra, para proteger a otros que consume el mismo o un peor delito. Mi pensadora comienza a maquinar y me permito hacer algunas reflexiones al juzgar que el sistema crea mecanismos para que esta ley y dicha justicia no goce de la equidad, igualdad y libertad, esta es aplicable para uno y pero no para otros. El sistema inventó las leyes y la justicia para condenar a los más pobres y para proteger a los que más tienen, es decir a los poderosos.
Existe el criminal de una sola víctima, el asesino en serie y el homicida en masa. Los dos primeros son llevados a los tribunales normales y se dictan las sentencias dependiendo a las evidencias que los incriminen. Los otros, el homicida en masa, en este caso, los asesinatos encubiertos detrás de un político poderoso quedan impunes. Pruebas sobran.
El crimen más horrendo que se halla perpetrado contra la humanidad lo cometió el presidente Harry Truman contra una población civil desarmada que acabó con la vida de más de 300.000 mil personas en cuestión de segundos. Se trata del lanzamiento de dos bombas atómicas contra Hiroshima y Nagasaki (1945). No existe ninguna justificación, desde el punto de vista de la estrategia de la guerra, que un presidente ordene tal atrocidad, sin embargo, ninguna ONG, ni la ONU recién fundada, ni nadie sugirió llevar a la justicia este criminal de guerra.
Los crímenes que se esconden detrás de una acción política parecen no tener culpables, a pesar que detrás de este pueden resultar miles, hasta millones de muertos, ciudades asoladas, robo de patrimonio cultural, despojo de las riquezas propiedad del país invadido. Es deplorable, que los o el responsable de tal genocidio, de tal latrocinio nunca se le aplique ley y por lo tanto no acuden ante la justicia, en dicho caso, a un tribunal internacional. Simplemente, porque al ganador o los ganadores nadie los toca. Me estoy refiriendo a Bush, Toni Blair y Asnar (el trío de las Azores 2003), quienes propiciaron la invasión de Irak basada en una mentira. Resultado de esto millones de muertos y una serie de delitos por los cuales nadie pagó, a pesar de ser delitos de lesa humanidad.
Sin embargo, lo anterior no sirvió de experiencia, en 2011 el presidente Obama decide invadir a Libia, basada en una posverdad (un fak news) una criminal mentira. Se recreó un escenario artificial en Qatar, para hacerle ver al mundo que se trataba de una plaza de Libia donde se estaba masacrado al pueblo. Una alianza criminal de varios países, OTAN, invadió a un país causando miles de muertos, crímenes de lesa humanidad, destrucción de patrimonios, el robo de crudo, ciudades desoladas y al igual que Irak, muerte del presidente libio. Ambos presidentes Bush y Obama, reconocieron los errores perpetrados, pero como si se hubiesen comido la luz roja de un semáforo, no pagaron por el delito.
Lo anterior nos muestra que los delitos políticos parecieran que están protegidos por leyes no escritas. Esta impunidad consiente clasificar a los seres humanos en intocables a la acción de la justicia y los pendejos, a estos si los abraza los inexorables brazos de la justicia y las leyes.
Sin embargo, los delitos escondidos detrás de ciertos políticos no van a los tribunales. Personajes como Vicente Fox, Uribe, Salinas, Carlos A. Pérez, Peña Nieto, Lenin Moreno, Añez, Duque, Bolsonaro, entre tantos. Parecieran poseer una tarjeta dorada o una patente de corso para cometer de delitos de todo tipo sin tener que enfrentar la justicia. Dejé de penúltimo al amargado gordinflón Donald Trump que no para de cometer todo tipo de delitos y sin embargo no hay nadie que le pare el trote, lo peor de todo, otros como él lo acompañan.
El rubicundo de Donald es un vulgar chantajista, promete y perpetra presiones contra otros países para sacar provecho de estos. El colorado extorsiona pública y descaradamente, además, amenaza a los presidentes de otras naciones para conseguir beneficio para las empresas de EEUU. El rostro colorado le prohíbe a los demás países hacer negocio con China bajo la coacción de la imposición de sanciones al presidente, a funcionarios y a las empresas del país que pretende meter en cintura. Aparte de la extorsión y el chantaje, el presidente artero de EEUU se inmiscuye en la política de la mayoría de los países de mundo, apoyado por las bases militares presentes en los mares y en la tierra de más de mil países. Además de chantajistas, extorsionador, racista, injerencista es un criminal, dado que las sanciones aplicadas a diferentes países como Cuba, Nicaragua y Venezuela han ocasionado y están ocasionando numerosas muertes por falta de medicamentos, secuela del bloqueo económico y de las sanciones financieras unilaterales que violenta el articulado de la ONU.
El consejo de seguridad de ONU cuestiona y solicita la abolición de las sanciones unilaterales de EEUU contra otros países, pero el presidente criminal hace caso omiso a las decisiones del dictamen del organismo internacional. Y si en el caso, como ocurrió en el tribunal de la Haya, que solicitó la investigación de los crímenes del ejército de EEUU en Afganistán, entonces el magante en función presidencial amenazó a los magistrados del alto tribunal internacional de aplicar sanciones a los jueces. Los mafiosos se quedaron pendejos, el hombre es intocable por la ley.
Aquí en Venezuela tenemos un intocable por la justicia, ni la nacional ni la internacional, el gafo Guaidó. Este tahur ha cometido y comete delitos de todo tipo encadenados como una ristra de chorizos: robo, malversación de fondos, instigación a la violencia, crímenes de lesa humanidad, conspiración, golpes de estados, magnicidios, alianza para delinquir, usurpación de funciones, traición a la patria, entre tantos y el brazo de la ley y de la justicia no lo alcanza.
Detrás de la política hay crímenes que parecen no tener castigos, permanecen impunes, cuyos autores están protegidos por una mano cuyo dueño nunca da la cara. Por esto la democracia tiene que revisarse. Razón tuvo el precursor Francisco de Miranda: "Entre las diversas maneras de matar la libertad, no hay más homicida para la república que la impunidad del crimen o la proscripción de la virtud". Lee que algo queda.