En el turismo trágico de aventura mortal que vive la nación colombiana, el mundo puede apreciar, descubrir, verificar, constatar que es en medio de muertos por balas, heridos a tiros, víctimas en las calles de ciudades como Cali y varias más, la fórmula disimulócrata que esconden medios de comunicación, mientras presentan a la obediencia ciega de gobernantes colombianos vasallos como la democracia auténtica, encubierta por las telenovelas colombianas exhibidas en el ámbito internacional como de un país "progresista", ejecutante de la soñada democracia representativa, en realidad tira a los pobres a la miseria, les coarta el voto y los reprime ferozmente.
Si algo me agrada de los ochenta años de edad, es reiterar que nunca estuve equivocado al reclamar desde la Venezuela que fue similar a la actual Colombia, globo de ensayo falaz pero mucho más productivo para el capitalismo salvaje, que mientras nos robaba el petróleo y nos sumía en los cinturones de miseria de las grandes ciudades, presentaba con las misses, las telenovelas venezolanas, y la PDVSA lacaya, una "democracia ejemplar en América". Los disimulócratas que hoy desean volver lo saben, y por eso viven del ladronaje y la entrega en guerra asimétrica contra su patria, emulando a los gobernantes colombianos que permiten bases extranjeras en su lar nativo, porque les importa un comino donde nacieron.
Con esta opinión que no deseo extender por razones que leerán en la siguiente ácida que enviaré a Aporrea y los amigos y amigas en Venezuela y el mundo que nos siguen, entenderán mi satisfacción, pero a la vez la necesidad de un descanso exigido por la realidad de la existencia y la necesaria tranquilidad senil. Por supuesto que no es nada grato ver la muerte de colombo venezolanos caídos en la antigua Nueva Granada, solo que de esta manera la historia ratifica la preocupación de El Libertador y la doctrina bolivariana en su ideología antiimperialista, sobre la sospecha de Simón Bolívar hace más de 200 años, en torno a los oligarcas del territorio que luego se desprendería del sueño bolivariano por tener una nación unida de habla castellana, para enfrentar mejor al peligro norteño conquistador.
A quienes se muestran poco dados a entender estas verdades históricas acerca de la política bolivariana, pueden quedarse con las malas intenciones de los Santander, Zea, Obando y tantos que asesinaron al Mariscal Antonio José de Sucre, a sabiendas de las condiciones de salud del caraqueño inmortal Simón, y de esa manera con la división territorial acabaron la creación de un extenso territorio que estuviese rivalizando con los amenazantes hijos de la Gran Bretaña los estadounidenses ya liberados de su madre patria e igualmente conquistadores sustituir la religión por la comunicación, y la espada por misiles, con intervenciones disfrazadas de democracias representativas.