Destrozar un diario, como medio para cobrar una deuda, es una forma de ejercer el periodismo, según el fecundo criterio de alguna prensa venezolana. Desde que los chinos inventaron la imprenta y Gutenberg, más tarde la de tipos móviles, en materia de impresión y noticieros, no había sucedido nada tan sorprendente que este nuevo concepto de periodismo abortado en el país.
En Valencia, ciudad venezolana, un periodista - por esas cosas azarosas de la vida lo es-, al parecer tiene un título de tal, por una deuda que, según él, el dueño de un diario, de quien se dice también es fablistàn, le negó, quiso tomar lo que creyó “justicia” por su propia mano.
Bien acompañado y preparado para cualquier contingencia, se presentó a un diario, propiedad del presunto deudor y según los periódicos y agencias de noticias, causó graves y cuantiosos destrozos. Las cámaras de seguridad instaladas en el local, le retrataron en plena faena o fechoría. Los trabajadores del medio agredido fueron testigos presenciales de los hechos. Es decir, sin ser uno abogado podría atreverse a decir que el tipo fue sorprendido en flagrancia.
Según las versiones de prensa, el agresor alega que él y su presunto deudor, habían acordado verbalmente hacer promoción publicitaria en un medio escrito al cual tiene acceso el agresor, a favor del diario agredido. Y que una vez cumplido su trabajo, al intentar cobrar la deuda, ésta le fue negada, alegando que ese trabajo no había sido convenido y, como prueba de ello, destacaron que nada estaba escrito.
Uno no sabe quién de ellos tiene la razón. Algo de verdad debe haber en el alegato del agresor; y decimos eso porque resulta difícil creer que éste se pusiese a hacer ese trabajo, aunque no habiendo de por medio un contrato, no hubiese una palabra que, por alguna razón, la asumió valedera.
No obstante, la ley y las costumbres, no autorizan a nadie a zanjar las diferencias o cobrar las deudas, como en el salvaje oeste o aplicando algo parecido a la “Ley del Taliòn”. Aunque, en el Código de Hammurabi, dicha norma, del “ojo por ojo, diente por diente”, sólo era aplicable por el Estado y no al antojo ciudadano. Precisamente por actuar de aquella manera, los organismos competentes, en la ciudad del lago, detuvieron al presunto delincuente. No a un periodista, porque aquel gesto no fue en el ejercicio libre del periodismo, sino a un ciudadano que al parecer, incurrió en un acto que sugiere un delito.
¡Pero vaya sorpresa! Medios adversos al gobierno, que unos cuantos son, inmediatamente informaron que en la detención del mencionado ciudadano, bajo las acusaciones de los afectados, se había incurrido en un atentado contra la libertad de expresión y el libre ejercicio del periodismo. Es decir, el individuo al destrozar parte del local y útiles del periódico, estaba ejerciendo el periodismo y su derecho a opinar. ¡Vaya que sorpresa! No hay duda que estamos en presencia de algo tan trascendente como la invención de la imprenta.
Justamente, uno de los casos que la oposición venezolana y sus medios, con anterioridad, ha llevado y traído, como prueba que en este país no hay libertad de prensa, es el de un periodista a quien se le sigue un juicio en un tribunal de la república, por haber incumplido con la obligación de realizar un trabajo por el cual se le pagó conforme lo convenido.
Estos dos asuntos, el primero acaba de ocurrir, dan fe y constituyen una muestra de la falta de seriedad y respeto por la opinión pùblica de algunos medios de comunicación en Venezuela. Y también de cómo éstos, han asumido el rol de promotores políticos y los periodistas que en ellos “ejercen la profesión”, por su propio albedrío o no, en este rol, hacen de militantes y propagandistas de la oposición venezolana.
Esta última pretende imponer el criterio que un carnet de periodista constituye una “patente de corzo” o una poderosa carta de impunidad. Ya no es suficiente agredir, deformar los hechos, presentar las noticias con títulos que contradicen el cuerpo de la noticia, levantar infundios contra la ciudadanía y las autoridades, sino que ahora se mal piensa que delitos de naturaleza común, se amparen bajo la Ley del Ejercicio periodístico.
Pero esto no llega hasta allí, porque medios internacionales, suelen con prontitud, hacerse eco de tamañas artimañas y burlas también en perjuicio de la opinión pública a la cual están obligados a respetar.
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