¿Posada Carriles y López se encargaron de opacarlo?

Capitán Vegas, un nombre que se esfumó

…..que toda la vida es sueños,

y lo sueños, sueños son.
Calderón de la Barca

¿Será que uno soñó con ese tipo? ¿Con alguien que existencia no tuvo? ¿Acaso es sólo un fantasma, una idea pura, como esas del “Mito de las Cavernas? ¿O solamente como esas mariposas amarillas que parecían volar alrededor de uno de los Aurelianos en Macondo? O para decirlo como Andrés Eloy Blanco, ¿“son vapores de la fantasía”?

De un tiempo para acá, preguntas como éstas, si no atormentan, por lo menos recurrentemente nos asaltan y quitan tiempo. Y hasta provocan asombro al sospechar que la memoria del venezolano es muy corta, que las generaciones siguientes suelen sentir poco los dolores sufridos por las anteriores. O simplemente vivimos de pesadilla en pesadilla.

¿Será, para decirlo con letra de una vieja canción, que “por un raro sortilegio”, ese personaje, a quien uno supone muerto, logró el milagro de hacer olvidar sus villanías? ¿Se llevó consigo todos sus recuerdos?

Posada Carriles cometió genocidio; hizo estallar un avión que en su vientre llevaba más de un centenar de jóvenes atletas; es obvio que por eso, y no por las crueldades cometidas en Venezuela, ahora está presente en la memoria; en la del mundo y en la muy corta nuestra. ¿Será por estar vivo? ¿Por causa de los cubanos, que con toda la razón del mundo, han decidido no dejarle en paz? ¿O por ser protegido de los gringos? ¿Del mismo modo que hemos renunciado a olvidar a López Sisco por el apoyo que le brindó Rosales?

El capitán Vegas, jefe policial en la Digepol desde Betancourt hasta Leoni, cometió tantos desafueros que llegó a ser un personaje tenebroso y temido. En la década del sesenta, su sólo nombre hacía que los adversarios del Pacto de Punto Fijo, temblasen. Y era tan excedido que, hasta militantes de los partidos de gobierno, sufrieron por sus crueldades. Encabezaba siempre eso que ellos llamaban comisiones, que no eran otro cosa que pandillas de asaltos; que todo el día, mañana, tarde y noche, invadían hogares, violaban derechos en la calle, en donde les pareciese o viniese en perra gana. Pero por el silencio que prevalece, no sé si sólo es un imaginar cosas que nunca sucedieron.

Cuando Posada Carriles y el combo de cubanos que con él llegó a la Digepol a reforzar y “mejorar” el trabajo de perseguir y reprimir a sangre y fuego a los venezolanos, ya en aquel cuerpo que, no era otra cosa que una cueva de bandidos, matones y sanguinarios, Vegas había creado una escuela, cultura y una sevicia. Se torturaba a todo aquel que cayese en sus manos, no importando su grado de responsabilidad o compromiso en la lucha ni las informaciones que del detenido se tuviesen; tampoco si inocente era. Y a unos cuantos, aprovechando aquello de “disparen primero y averigüen después”, consigna y arenga de a quien han pretendido inescrupulosamente llamar “padre de la democracia”, sin motivo, porque no lo hay para quitarle la vida a las personas, masacraron a tiros. Y en muchos de esos terribles hechos estuvo envuelto el “olvidado”.

¡Cuántas casas allanadas en las madrugadas, en la complicidad del silencio, destrozadas, personas maltratadas! Y luego anunciar al día siguiente una lista de inocentes detenidos por tener un su poder literatura subversiva. Ésta, integrada no rara vez por Rómulo Gallegos, Pablo Neruda, Gabriela Mistral y hasta Andrès Eloy Blanco; acompañados de Marx, Lenin o Rosa Luxemburgo. La cultura del tipo le hacía incurrir en tales desaguisados.

¡Cuántos muertos por haber sido sorprendidos pintando letreros en paredes la consigna de RR (Renuncia Rómulo)”!

Al día siguiente, como si nada repugnante hubiese sucedido, la prensa publicaba la noticia emanada de la fuente oficial: “muerto un individuo al ser sorprendido pintando consignas subversivas”. Y con eso bastaba; la democracia seguía su curso. El muerto apenas era un individuo. Venezuela, según los observadores de fuera era una sociedad modelo. Y en esas fechorías, el tipo siempre estuvo metido. Salvo que uno lo haya soñado, como parece ser.

¿Y la SIP, OEA y vigilantes con o sin fronteras? Muy ocupados vigilando a Cuba.

Todavía recuerdo, ¿o apenas fue un sueño?, cuando a mis veinte y pocos años, allanó la residencia uno de la UCV. Entró al mando de un piquete de hombres. Llevaba puesta una chaqueta gris que le quedaba grande y le hacía parecer más pequeño de estatura de lo que realmente era.

De los bolsillos enormes de la chaqueta extrajo un manojo de ramas que fue distribuyendo por el piso del recibo del edificio. Detrás suyo y por sus órdenes, un fotógrafo tomaba impresiones de los espacios donde aquellas caían.

Al siguiente día o dos después, la prensa de entonces, amaestrada y amancebada al estilo de Punto Fijo, engalanó sus primeras páginas titulando que, las “fuerzas del orden” habían decomisado marihuana en una de las residencias de la universidad caraqueña. Fue la primera y única vez que he visto una rama de la conocida droga.

¡Cuánta pendejada ha soñado uno!

Hay historias fácilmente comprobables y que otros pueden recordar, de procedimientos atroces en los cuales aquel personaje fue protagonista. Y así como él, hay otros que todavía vivos están pero han logrado esfumarse en las sombras.

Pedro Estrada, tuvo menos suerte; por años, después de caído Pérez Jiménez, se recordó casi a diario en los medios, de la izquierda y la derecha, sus atropellos y violaciones a los derechos humanos. La literatura que registra la época está llena de referencias a él y eso lo conservará en la memoria colectiva. José Ignacio Cabrujas, casi lo inmortalizó en una de sus aplaudidas novelas para la televisión. Y José Vicente Abreu, uno de los tantos enviados a Guasina, en su novela “Se llamaba SN”, también dejó constancia de lo tenebroso de aquel villano.

No es malo refrescar la memoria y, así como a Hitler nadie olvida, estamos obligados a no hacerlo, tampoco podemos echar un manto o pasar una borra inmensa sobre estos acontecimientos de la historia nuestra, porque aquellas atrocidades pueden regresar.

¿Por qué nadie lo recuerda? ¿Será por aquello que, en fin de cuentas, fue un simple instrumento? ¿Y Pedro Estrada, Posada Carriles, Montesinos y tantos más, acaso no lo fueron también? ¿En breve aquí nadie se acordará de López Sisco?

¡Y miren la vaina!, del nombre de pila de aquel sujeto no me acuerdo.

¿Será que, en gran medida, “toda la vida es sueños y los sueños, sueños son”?

pacadomas1@cantv.net


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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

 damas.eligio@gmail.com      @elidamas

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