El por qué de tantos malandros

Cada vez que llega alguien a la máxima representación ejecutiva de la república, en el discurso de aceptación de aquella responsabilidad ataca fuertemente a la corrupción y promete que él impedirá en su gobierno que ésta se practique, es más, dice que su gobierno buscará la corrupción en donde ella se encuentre y será combatida de tal manera que al finalizar su mandato el nuevo presidente tendrá que reconocer que en verdad en Venezuela ya no existe la corrupción administrativa; sin embargo esas palabras son llevadas por el viento y solo en aquella ocasión sirvieron para que el orador recibiera un manojo de aplausos de sus fervientes adeptos asistentes al acto. Hasta ahora en Venezuela, desde el gobierno del Libertador Simón Bolívar, no ha existido un gobernante que procure combatir la corrupción en su raíz, es decir, en la educación del pueblo, lo cual conlleva hacer una campaña publicitaria que motive a la madre y al padre a capacitarse para bien educar a sus hijos pequeños.

Si la niña, el niño, la muchacha y el muchacho no son educados en la casa, si sus familiares no le inculcan el ser virtuosos, si no lo castigan cuando hace alguna cosa que los familiares consideran está mal, muy probablemente en la etapa en que el joven se independiza un poco de la tutela familiar comenzará a aprender “de sus amigos” en la escuela y el liceo, cosas no muy santas y entonces algunos muchachos desde esa época cogerán una senda de perversión. Otros, que por el momento no toman el camino de la malignidad, van desarrollando sus habilidades hasta que entran a la “educación superior” y allí complementan sus estudios en el delito y el vicio, y como al obtener el grado universitario están condenados a inscribirse en el Colegio Profesional correspondiente, de acuerdo a la carrera cursada, en sus sedes hacen el postgrado de: LA PROFESION Y SU PRAXIS EN EL DELITO. En Venezuela lamentablemente cada vez se incrementa la inseguridad por los actos de violencia y criminalidad, y no cabe la menor duda que ella se debe a la falta de moralidad de las personas que perpetran hechos abominables; perturbadores de la tranquilidad y la paz ciudadana.

Los delitos de cuello blanco son consumados por aquellos hampones que han adquirido conocimientos técnicos, científicos, políticos y/o legales y que logran su perfeccionamiento y especialización en sus respectivos Colegios Profesionales donde reciben clases extra cátedra de colegas profesores muy duchos en la cosa delictual, y como ningún profesional universitario puede salvarse de ingresar a su Colegio Profesional pues de no hacerlo le es prohibido ejercer su trabajo para el cual estudió y se preparó durante los últimos cinco o más años, todos los profesionales son fáciles presas, cautivas, para recibir clases en tales asignaturas. Hasta ahora a cada profesional universitario se le obliga a formar parte del monopolio que constituye su específico Colegio Profesional, a menos que alguno esté bien educado y al ver tal depravación en la sede de su Colegio Profesional sea capaz de olvidarse de ejercer la profesión y entonces dedicarse a otra cosa.

En la actualidad el gobierno venezolano está luchando contra la corrupción de cuello blanco y el delito común, pero definitivamente lo que hace no es suficiente; tiene que ir a la base del problema. Al flagelo de la delincuencia hay que atacarlo a fondo, en donde nace, en su origen, porque imponer medidas punitivas después de consumado el mal no remedia nada y siempre los delitos superarán el esfuerzo. Es necesario diseñar un método para ir al foco del problema y está archi reconocido que éste radica en la educación, la educación entendida como la enseñanza que se le ofrece al niño en el hogar desde su nacimiento y la que se dispensa en los primeros años de escolaridad; hasta la edad de 12 años. El diseño de un manual sobre como educar a los niños desde su nacimiento, y su distribución gratuita a las madres, debe ser obligación del gobierno, ya que las madres tienen que aprender la forma de bien educar a sus hijos y saber como reaccionar ante un comportamiento anormal del niño. El costo de este manual para el gobierno no sería significativo y los resultados podrían ser inconmensurable en corto tiempo. “O INVENTAMOS O ERRAMOS” esta consigna propuesta por nuestro excelso educador Simón Rodríguez debe ahora mismo llevarse a la práctica.



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José M. Ameliach N.


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